A
la mañana siguiente, Andrea sentía un enorme dolor de cabeza, unas enormes
ganas de vomitar y unas enormes ganas de saber por qué demonios estaba desnuda
en la cama, con Aaron desnudo, a la par suya.
Se
levantó de la cama, y se puso su ropa interior que se encontraba tirada en la
alfombra de su habitación celeste. Se dirigió al baño, y después de vomitar en
el inodoro, tomó de su botiquín una pastilla para el dolor de cabeza. Cuando
regresó a la habitación vio que Aaron no estaba, pero escuchó que alguien
estaba hablando por teléfono en la sala. Sigilosamente, se dirigió, aún en ropa
interior. Vio que Aaron estaba hablando por teléfono y que se estaba, todavía,
colocando los pantalones correctamente. Estaba descalzo y sin camisa.
Aaron
dejó de hablar por teléfono cuando la vio. Al otro lado de la línea se
escuchaba la voz de una mujer, y Aaron sólo volvió a pegar el móvil a su oreja
para despedirse. Cuando se quiso acercar a Andrea, ella dio un paso atrás.
-No
me toques –fue lo primero que pudo decir-.
-Andrea,
yo… lo siento. Anoche estábamos borrachos, y bueno…
-¿Aprovechaste
que estaba borracha, verdad?
-La
verdad, tú fuiste quien comenzó, Andrea.
-No
puedo creer que lo hayas hecho, Aaron. ¡Yo confiaba en ti! ¡¿Por qué demonios
hiciste eso?!
-Déjame
explicarte…
-¿Explicarme?
¿Qué me vas a explicar? ¿Me vas a explicar que tuve sexo con mi ex novio
estando borracha, y que él no hizo nada para impedirlo? ¿Me vas a explicar que
mi primera vez fue contigo? ¿Qué no estoy casada, que fue sólo lujuria? ¡La
lujuria es uno de los siete malditos pecados capitales!
A
Aaron lo golpeó una verdad que ya sospechaba. Era virgen. Andrea era virgen, y
él le había arrebatado su primera vez de la forma menos adecuada.
-Mira,
Andrea, no te pongas así…
-¡Que
no me ponga así! ¡Por Dios, Aaron! ¿Qué demonios pensabas?
Andrea
se sentó en un sofá, y unas pequeñas lágrimas comenzaron a caer por sus
mejillas.
-Andrea,
de verdad lo siento. Es sólo que… me dejé llevar, ya sabes…
-No,
la verdad es que no lo sé –apartó la mirada-. Quiero que te vayas.
Sus
palabras golpearon a Aaron, de la nada.
Entonces,
Aaron terminó de vestirse, y silenciosamente, se fue.
-*-
Durante
los próximos días, ninguno de los dos fue capaz de sostenerse la mirada cuando
se cruzaban por la universidad. Ninguno de los dos le había contado a nadie lo
ocurrido, ya que decidieron hacer que nada había pasado. Andrea se sentía mal
cuando iba a casa de su madre, porque sabía que si alguna vez ella se enteraba
de lo que había hecho, del pecado que había cometido, no iba a perdonarla ni en
un millón de años, ni en su lecho de muerte. La única persona a la que fue
capaz de confesárselo, fue al padre de la iglesia a la que siempre iba, ya que así
se sentiría mejor.
Conforme
pasaba el tiempo, Andrea comenzaba a creer que algún día podría perdonar a
Aaron. Y Aaron estaba preocupado por una cosa que no se iba de su cabeza. Sabía
que Andrea no tomaba píldoras anticonceptivas, y él no se había cuidado aquella
noche. No quería decírselo, ya que probablemente, para comenzar, ella se
rehusaría a hablar con él. Pensó que lo mejor sería esperar a que pasara el
tiempo y si ella, de la nada, llegaba para avisarle que sería padre, hacerse
cargo.
Le
rezaba a Dios que eso no pasara. No podría con esa responsabilidad, pero sabía
que tampoco podría huir.
Naturalmente,
no le contó a Julia sobre lo ocurrido; ni siquiera había mencionado a Andrea en
toda la relación. Todavía podía ocultarle a su novia que ella existía.
No
se hablaron por un mes entero. Las esperanzas de Aaron de ser amigo de Andrea
se habían esfumado por completo.
Un
viernes por la tarde, Andrea lo llamó. Sorprendido por la llamada, Aaron
contestó pensando que ella había equivocado el número.
-¿Hola,
Andrea?
-Eh…
hola.
-¿Cómo
estás?
Un
breve silencio se interpuso entre esa pregunta y la respuesta cortante que
obtendría.
-¿Podrías
venir a mi casa, por favor?
-Pasa
algo.
-Sólo
quiero hablar contigo, ¿vale? Ah, ven ahora.
Andrea
colgó, y Aaron llegó a su casa en veinte minutos. Ella le abrió la puerta y él,
visiblemente incómodo, se sentó en el sofá.
-Pasa
algo, ¿no? No me habrías llamado por nada.
-La
verdad, no pasa nada. Sólo quiero que sepas que… -suspiró-, te quiero, Aaron, y
no quiero perder nuestra amistad por un error que fue de los dos, no sólo tuyo
ni mío. Entonces, ¿podemos ser amigos?
-¿Qué
te ha hecho cambiar de opinión?
-He
estado leyendo la Biblia, y encontré un pasaje que habla del perdón y… bueno,
fui a la iglesia a hablar con el Padre, y me dijo que… debía de perdonar, y que
si te perdonaba, y rezaba unos Padre Nuestro y Ave María, Dios me perdonaría
por haber cometido uno de los pecados capitales.
-Oh…
claro.
-Entonces,
¿amigos?
-Mira,
Andrea… sí, me encantaría ser tu amigo, pero hay una cosa que necesito decirte.
-Oh,
está bien. Sabes que puedes decirme lo que quieras, ya que somos amigos,
¿verdad?
Aaron
suspiró pesadamente.
-¿Te
has estado sintiendo bien?
-¿A
qué te refieres?
-Sólo
dime, ¿sí?
-Eh…
pues sí, generalmente bien. Me he estado mareando un poco por las mañanas, pero
no he estado durmiendo bien ya que tengo que aprenderme una obra de Alejandro
Casona para dentro de una semana, y…
-¿Has
vomitado?
-No.
-¿Te
has sentido cansada?
-Sí,
pero ya te dije, tengo que aprenderme un papel y…
-Espera,
espera. ¿Has tenido antojos?
-¿De
qué hablas?
-¿Te
ha venido el período?
-¡Aaron!
Creo que eso último no es de tu incumbencia, ¿no crees?
-No
tomas píldoras anticonceptivas, ¿verdad?
-¿Y
por qué debería?
-Tengo
que ser sincero contigo, Andrea. Aquella noche no usé un preservativo, y bueno,
ya que no tomas anticonceptivas… estoy preocupado, ya sabes.
-Pero,
¿quieres decir que me estás haciendo todas estas preguntas porque crees que
estoy embarazada?
-Sí.
Andrea
se quedó observando a Aaron durante unos segundos.
-Pero
eso no es posible, ¿verdad? Digo, mi periodo se retrasó una semana, pero les
pasa a todas las chicas que tienen su primera relación sexual, ¿no? Es normal,
¿verdad?
Aaron
no contestó, sólo suspiró pesadamente.
-No,
Aaron, no estoy embarazada –Andrea estaba visiblemente nerviosa-. Eso no puede
pasar.
-¿Por
qué estás tan segura que no puede pasar?
-¡Porque
no, Aaron! ¡No puede pasar!
Andrea,
visiblemente nerviosa, se recostó contra la pared y vio fijamente a Aaron.
-Simplemente
no puede pasar, ¿me entiendes? Además, si pasara, ¡mi vida estaría arruinada!
Pero no, no estoy embarazada.
-Andrea,
¡escúchame! –exclamó Aaron, haciendo que Andrea lo viera fijamente-. Sabes que
tienes bastantes probabilidades de quedar embarazada en la primera vez,
¿verdad? Y sabes que el periodo casi nunca se retrasa por haber tenido
relaciones, ¿verdad?
-Aaron,
me estás asustando.
-Por
los síntomas que me dices, Andrea, creo que lo mejor que podemos hacer es
esperar y ver, ¿no crees?
-¿Esperar
y ver qué? ¿Esperar a que me crezca una gran barriga para saber si estoy
embarazada?
-¡Andrea!
Por Dios, Andrea… Cálmate, ¿sí?
-¿Y
si salimos de la duda ahora mismo?
-¿Qué
dices?
-¿Y
si vamos al doctor, o compramos una prueba de embarazo? Digo, creo que no
podría dormir hoy si me quedo con la duda.
-Andrea,
no… no tenemos que hacer esto si no quieres, ¿sabes?
-¡Aaron!
No quiero pasar días o incluso esta noche preocupada sobre si estoy embarazada
o no.
-¿Estás
segura?
-Creo…
creo que sí.
-¿Quieres
ir al doctor, o prefieres una prueba casera?
-Creo
que por el momento prefiero una prueba casera. No una, sino tres.
-¿Tres?
-Sí…
ya sabes, me hago las tres, y si una sale positiva y las otras dos, negativas,
entonces, no estoy embarazada. Para estar más segura.
-Andrea,
¿quieres que vayamos juntos?
-La
verdad, Aaron… creo que sería mejor si sólo va uno de los dos. No quiero que me
vean.
-¿Quieres
que sólo vaya yo?
-Me
sentiría más tranquila si fuera así.
-¿Segura?
-Demonios,
¡sí! Sólo ve por esas tres pruebas de embarazo, ¿me entiendes?
-*-
Cuando
Aaron regresó, Andrea lo estaba esperando con nerviosismo en la sala de su
apartamento. Había comprado las, según la señora de la farmacia, mejores
pruebas de embarazo, 99.9% efectivas.
-¿Y
bien?
-Ya
las traje.
-¿Son
las mejores, verdad?
-Bueno,
la señora de la farmacia dijo que lo eran.
Andrea
las tomó en sus manos, y se dirigió al baño.
-Estaré
por aquí.
Andrea
entró, cerró la puerta, abrió los tres paquetes, y siguió las indicaciones tres
veces.
Salió
después de cinco minutos, dejando las pruebas de embarazo en el baño.
-¿Y
bien?
-Estarán
dentro de cinco o siete minutos.
Se
sentó en el sofá, frente a Aaron; ninguno de los dos pudo pronunciar palabra.
Andrea
inevitablemente comenzó a pensar en todo lo que significaría para ella tener un
bebé, comenzando por el rechazo inmediato de su madre hacia ella y la pequeña
bola rosada que crecería en su vientre. Por un momento, pensó en la ropa
pequeñísima, los zapatitos, los juguetes, pañales, etc., pero trató de alejar
todo eso de su cabeza. No estaba lista para ser madre, y, probablemente, Aaron
no estaba listo tampoco para ser padre.
En
fracciones de segundo pensó en dar el bebé en adopción, ya que ella no se
sentía preparada mentalmente para ser madre, pero, se dio cuenta que Dios no
querría que ella hiciera eso. Además, ¡ni siquiera sabía si estaba embarazada!
Aunque, bueno, lo sabría dentro de unos minutos.
-Ya
pasaron diez minutos, Andrea –dijo Aaron para sacarla de su ensimismamiento-.
Sería bueno que fueras a ver.
-Ah,
sí, sí, claro. Ahora voy.
Andrea
se levantó nerviosamente y fue hasta el baño, seguida por Aaron. Él quería
estar ahí para saber.
-Se
supone que cuando están azules es porque sí, ¿verdad? –preguntó Andrea,
abriendo la puerta-.
-No…
eh, no lo sé. Tú fuiste quien leyó las instrucciones.
-Cierto.
Andrea
tomó las tres pruebas de embarazo en sus manos, sin verlas, y después de
suspirar, las vio.
Su
cara se tornó pálida.
-¿Y
bien? –inquirió Aaron-.
-Las
tres están azules…
-¿Estás
embarazada?
En
ese momento, Andrea se desmayó.
--------------------------------------------------------------------------------
Hola niñas. O/ No comentan. :( En fin. ¡Que lo hayan disfrutado! :D
Las amo. <3
-Ana A.
No hay comentarios:
Publicar un comentario