sábado, 26 de noviembre de 2011

True Believer - Chapter 6

La mañana siguiente, después de ducharse con un chorro de agua tibia, Nick se puso un par de vaqueros, un jersey y una americana marrón de piel, y se dirigió hacia el Herbs, que parecía ser el lugar más concurrido a esa temprana hora en el pueblo. Cuando entró, avistó al alcalde Gherkin charlando con un par de individuos trajeados, y a Demi ocupada sirviendo algunas mesas. Jed estaba sentado en una de las mesas al final de la sala; parecía una mole. Tully ocupaba una de las mesas centrales con otros tres tipos, y como era de esperar, llevaba la voz cantante del grupo. La gente inclinó la cabeza cuando Nick se abrió paso entre las mesas, y el alcalde levantó la taza de café a modo de saludo.
—Vaya, vaya, buenos días señor Jonas —exclamó Gherkin en voz alta—. ¿Ya has considerado qué cosas positivas vas a escribir sobre nuestro pueblo?
—Seguro que sí —intervino Demi inesperadamente.
—Espero que haya encontrado el cementerio —dijo Tully arrastrando las palabras. Se inclinó hacia el resto del grupo reunido en su mesa—. Ese es el médico del que os hablaba.

Nick saludó con la cabeza, intentando evitar que alguno de los presentes lo acorralara en una conversación. Jamás había sido una persona madrugadora, y para colmo no había pasado una buena noche. El frío, el olor a muerte y las pesadillas sobre serpientes podían provocar un imprevisto malestar en cualquiera. Ocupó un sitio en una de las mesas más alejadas, y Demi se acercó eficientemente, con una cafetera en la mano.
—¿Hoy no vas a ningún entierro? —se rio ella.
—No. He decidido optar por una línea más informal.
—¿Café, cielo?
—Sí, por favor.
Demi colocó una taza delante de él y la llenó hasta el borde.
—¿Quieres la especialidad del día? Todos dicen que hoy está sabrosísima.
—¿Cuál es la especialidad del día?
—Tortilla al estilo Carolina.
—De acuerdo —aceptó, sin tener la menor idea de qué era una tortilla al estilo Carolina; pero con el estómago vacío, cualquier cosa le parecía perfecta.
—¿Acompañada con grits y una tostada?
—Los grits son cereales, ¿verdad? Venga, ¿por qué no?
—Enseguida vuelvo, corazón.

Nick empezó a juguetear con la taza de café mientras repasaba las noticias del periódico del día anterior. La publicación estaba compuesta por cuatro páginas en total, contando la historia que ocupaba toda la portada sobre una anciana llamada Judy Roberts que acababa de celebrar su centésimo cumpleaños, un hecho destacable que sólo conseguía el 1,1 por ciento de la población. Junto al artículo había una foto del personal del asilo de ancianos sosteniendo un pequeño pastel con una única vela, mientras que la señora Roberts yacía tumbada en la cama a su lado, con aspecto comatoso.

Nick desvió la vista hacia la ventana, preguntándose por qué caía siempre en la trampa de ojear la prensa local. Vio una máquina dispensadora del USA Today, y se disponía a buscar unas monedas sueltas en el bolsillo cuando el ayudante del sheriff se sentó justo en la mesa de enfrente de él.

El individuo tenía cara de pocos amigos, y daba la impresión de estar en una excelente forma física; parecía que sus bíceps hinchados fueran a reventar las costuras de las mangas de su camisa de un momento a otro, y lucía unas gafas de sol pasadas de moda con cristales de espejos. Sí, pensó Nick, las típicas que exhibían los sheriffs en las series televisivas. Su mano se apoyaba en posición de reposo sobre la pistola, y en la boca tenía un mondadientes, que pasaba de un lado a otro sin parar. No dijo nada; se limitó a observarlo quedamente, lo cual le dio a Nick la oportunidad de ver su propio reflejo durante un buen rato.

No podía negar que ese sujeto lo intimidaba.
—¿Deseaba algo? —le preguntó Nick finalmente. El mondadientes se movió de un lado a otro de nuevo. Nick cerró el periódico, preguntándose qué diantre sucedía.
—¿Nick Jonas? —preguntó el oficial.
—¿Sí?
—Me lo había figurado.
Encima del bolsillo de la camisa del oficial, Nick distinguió una placa brillante con el nombre grabado. Otra chapa de identificación.
—Y usted debe de ser el sheriff Miller.
—El ayudante del sheriff.
—Disculpe —dijo Nick titubeando—. ¿He cometido alguna infracción, oficial?
—No lo sé —repuso Miller—. ¿Usted qué opina?
—Creo que no.
El palillo volvió a moverse en la boca del ayudante del sheriff.
—¿Está pensando en quedarse por aquí una temporada?
—Sólo una semana, más o menos. He venido porque quiero escribir un artículo...
—Lo sé —lo interrumpió Miller—. Pero quería confirmarlo. Me gusta charlar con los forasteros que tienen intención de quedarse unos días en nuestro pueblo.

Miller recalcó la palabra «forasteros», haciendo que Nick sintiera que ser forastero era como una especie de pecado. No creía que pudiera aplacar la hostilidad del oficial con ningún comentario, así que se limitó a asentir.
—Ah.
—He oído que piensa pasar muchas horas en la biblioteca.
—Bueno, supongo que debería...
—Ya veo —murmuró el ayudante del sheriff, interrumpiéndolo de nuevo.
Nick asió la taza de café y tomó un sorbo, intentando ganar tiempo.
—Lo siento, oficial, pero lo cierto es que no sé qué le pasa.
—Ya veo —volvió a repetir Miller.
—¡Eh, Joe! ¡Deja en paz a nuestro huésped! —gritó el alcalde desde la otra punta de la sala—. Es un invitado especial, que ha venido para escribir un artículo sobre las costumbres locales.
El ayudante del sheriff no parpadeó ni apartó la vista de Nick. Por alguna razón, parecía completamente enojado.
—Sólo estoy charlando con él, alcalde.
—Pues deja que el señor Jonas disfrute de su desayuno —lo amonestó Gherkin al tiempo que se levantaba de la mesa. Luego saludó con la mano—. Ven, Nick; aquí hay un par de personas que quiero que conozcas.

Miller siguió mirando a Nick con cara de pocos amigos mientras éste se levantaba y se dirigía a la mesa del alcalde.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca, Gherkin lo presentó a los dos hombres que compartían mesa con él. Uno debía de ser el abogado más esquelético del condado, y el otro era un espécimen de médico sumamente grueso, que trabajaba en el hospital de la localidad. Ambos parecieron examinarlo con la misma mirada despectiva que el ayudante del sheriff; con reservas, como se solía decir. Entretanto, el alcalde se deleitaba explicando lo contentos que estaban todos en el pueblo con la visita de Nick. Se inclinó hacia los otros dos y asintió de forma conspirativa.
—Quizá salgamos en Primetime Live —susurró Gherkin.
—¿De veras? —exclamó el abogado. Nick pensó que ese individuo parecía un esqueleto andante.

Nick empezó a balancearse, apoyando todo el peso de su cuerpo en un pie y luego en el otro de forma alternativa.
—Bueno, como ayer intentaba explicarle al señor alcalde...
Gherkin le propinó una fuerte palmada en la espalda, interrumpiéndolo rápidamente.
—¡Qué ilusión aparecer en un programa de tanta audiencia! —exclamó Gherkin.
Los otros asintieron con expresión solemne.
—Y hablando del pueblo —agregó repentinamente el alcalde—, tengo el placer de invitarte a una cena privada esta noche, con un reducido grupo de amigos. Nada especial, no creas, pero puesto que sólo estarás unos días, me gustaría que conocieras a algunas de las personas más destacadas de la localidad.

Nick levantó los brazos.
—No es necesario...
—¡Bobadas! —espetó Gherkin—. Es lo mínimo que podemos hacer. Y recuerda, algunas de las personas que invitaré han visto esos fantasmas con sus propios ojos, así que tendrás la oportunidad de recoger sus vivencias de primera mano. Probablemente sus historias te provocarán pesadillas.
Nick enarcó una ceja. El abogado y el médico lo observaban expectantes. Cuando Nick vaciló, el alcalde aprovechó para zanjar el tema.
—¿Te va bien a las siete? —inquirió.
—Sí... Supongo que sí —convino Nick—. ¿Dónde será la cena?
—Ya te lo comunicaré más tarde. Supongo que pasarás el día en la biblioteca, ¿no?
—Seguramente sí.
Gherkin esbozó una mueca, haciéndose el gracioso.
—Entonces supongo que ya habrás conocido a nuestra adorable bibliotecaria, la señorita Miley.
—Así es.
—Es realmente encantadora, ¿no te parece?

Por el tono, Nick interpretó que se refería a otra serie de posibilidades, algo más en la línea de los típicos comentarios que los hombres suelen hacer sobre las mujeres en los vestuarios de los gimnasios.
—La verdad es que me ha ayudado muchísimo —se limitó a decir Nick.
En ese momento Demi los interrumpió.
—¿Te dejo el desayuno en la mesa, cielo?
Nick miró al alcalde, como solicitándole permiso para marcharse.
—Ya hablaremos más tarde. ¡Ah, y que aproveche! —dijo Gherkin al tiempo que lo saludaba con la mano.
Nick se dirigió nuevamente a su mesa. Afortunadamente el ayudante del sheriff se había marchado, y Nick se dejó caer en la silla con pesadez. Demi depositó el plato delante de él.
—Que aproveche. Le he pedido al cocinero que te prepare la tortilla con mucho cariño, porque vienes de Nueva York. ¡Me encanta ese lugar!
—¿Has estado ahí alguna vez?
—No. Pero siempre he querido ir. Parece tan... glamuroso y excitante.
—Deberías ir. No hay ninguna otra ciudad igual en el mundo.
Ella sonrió, con aire coquetón.
—Pero bueno, señor Jonas... No me digas que me estás invitando.
La mandíbula de Nick se abrió involuntariamente.
—¿Cómo?
Sin embargo, Demi no pareció darse cuenta de su expresión pasmada.
—Bueno, quizás acepte tu oferta —proclamó ella—. Ah, y otra cosa: estaré encantada de enseñarte el cementerio la noche que quieras. Normalmente acabo de trabajar a las tres de la tarde.
—Gracias. Lo tendré en cuenta —balbuceó Nick.
Durante los siguientes veinte minutos, mientras Nick desayunaba, Demi pasó por su mesa al menos una docena de veces, rellenando cada vez su taza con un chorrito de café y sonriéndole efusivamente.
 

Nick se encaminó hacia su coche, recuperándose de lo que se suponía que debía de haber sido un desayuno apacible. El ayudante del sheriff. El alcalde. Tully. Demi. Jed.

Desde luego, esas pequeñas localidades en Estados Unidos podían ofrecer un sinfín de experiencias difíciles de digerir, incluso antes del desayuno.

A la mañana siguiente pensaba tomar café en cualquier otro sitio menos en el Herbs, aunque la comida fuera de primera. Y, tenía que admitir, era mejor de lo que había esperado. Tal y como Doris le había comentado el día previo, todo parecía fresco, como si los ingredientes procedieran directamente del huerto.

Sin embargo, mañana tomaría el café en otro sitio. Y tampoco pensaba hacerlo en la gasolinera de Tully, suponiendo que allí sirvieran café. No deseaba perder el tiempo en una conversación de la que no pudiera escapar cuando tenía cosas que hacer.

De repente se detuvo, sorprendido. «¡Cielo santo! Pero si estoy empezando a pensar como ellos», se dijo, sacudiendo la cabeza.

Sacó las llaves del coche de su bolsillo y reanudó la marcha. Por lo menos había conseguido acabar de desayunar. Echó un vistazo al reloj; ya casi eran las nueve. Perfecto.

 
Miley se sorprendió a sí misma mirando por la ventana de su despacho en el momento exacto en que Nick Jonas aparcaba el coche delante de la biblioteca.

Nick Jonas. No podía dejar de pensar en él, por más que intentara concentrarse en su trabajo. Y ahí estaba de nuevo, esta vez vestido de un modo más informal, como si pretendiera pasar más desapercibido entre los lugareños, supuso ella. Y de algún modo lo había conseguido.

Bueno, ya era suficiente. Tenía que trabajar. Su despacho estaba abarrotado de cajas de libros, apiladas unas sobre las otras tanto en posición vertical como horizontal. Un archivador de acero gris emplazado en una de las esquinas era el único mobiliario que descollaba en la estancia, aparte de una mesa y de una silla típicamente funcionales. El despacho carecía de elementos decorativos, simplemente por falta de espacio. Había montones de papeles apilados por doquier: en los rincones, debajo de la ventana, en una silla apartada en una esquina. Y su mesa también estaba sepultada por enormes pilas de papeles, con todo aquello que consideraba urgente.

Había que presentar el presupuesto a final de mes, y tenía que repasar un montón de catálogos de diversos editores para realizar el pedido semanal. Además, todavía debía encontrar al ponente para la cena que organizaba la asociación de los Amigos de la Biblioteca en abril, así como planear todo lo referente a la «Visita guiada por las casas históricas» —en la que la biblioteca intervenía por ser uno de los edificios más emblemáticos del pueblo—, y apenas le quedaba tiempo para hacerlo todo. Contaba con dos empleados a jornada completa, pero había aprendido que era mejor no delegar temas importantes. Los empleados sabían recomendar los títulos más recientes y ayudaban a los estudiantes a encontrar lo que necesitaban, pero la última vez que permitió que uno de ellos decidiera qué libros debían solicitar, acabó con seis títulos diferentes sobre orquídeas, ya que, por lo que averiguó más tarde, ésa era la flor favorita del empleado que realizó el pedido. Previamente, antes de sentarse delante del ordenador, había intentado planificar sus tareas para ese día, pero no lo había conseguido. No importaba lo mucho que intentara concentrarse, sus pensamientos se desviaban hacía Nick Jonas. No quería pensar en él, pero Doris había dicho lo suficiente como para despertar su curiosidad.

«No es como te lo imaginas.»

¿Qué significaba eso? La noche anterior, cuando había intentado que Doris fuera más específica, su abuela se había cerrado en banda, como si no hubiera dicho nada. No volvió a mencionar la vida amorosa de Miley durante el resto de la noche, ni tampoco a Nick Jonas. Las dos evitaron el tema: hablaron sobre el trabajo, sobre personas conocidas, sobre cómo se perfilaba la «Visita guiada por las casas históricas» para el siguiente fin de semana. Doris presidía la Sociedad Histórica local, y la visita era uno de los grandes eventos del año, aunque no precisara de una gran planificación. Prácticamente se trataba de mostrar la misma docena de casas que elegían cada año, además de cuatro iglesias y de la biblioteca. Mientras su abuela se afanaba por hablar sobre esas cuestiones, Miley no podía dejar de pensar en su misteriosa declaración.

«No es como te lo imaginas.»

¿A qué se refería? ¿Al típico urbanita? ¿A su faceta mujeriega? ¿A alguien que sólo buscaba echar una cana al aire? ¿Alguien que se mofaría del pueblo tan pronto como se marchara de allí? ¿Alguien en busca de una historia sensacionalista, dispuesto a cualquier cosa por conseguirla, aunque ello supusiera hacer daño a alguien durante el proceso?

¿Y por qué demonios le preocupaba eso? Sólo se quedaría unos pocos días, y luego desaparecería y todo volvería a su cauce, afortunadamente.

Ya se había enterado de los cotilleos que circulaban por el pueblo. Y en la panadería donde se detenía cada mañana a comprar un mollete había oído a un par de mujeres hablar sobre él. Decían que gracias a ese periodista el pueblo se haría famoso, que las cosas mejorarían considerablemente, sobre todo para los comerciantes. Cuando la vieron, la avasallaron con mil y una preguntas acerca de él y emitieron sus propias opiniones sobre si finalmente descubriría el motivo de las misteriosas luces.

Algunos creían realmente que las luces eran producto de los fantasmas, pero otros no. El alcalde, por ejemplo, Gherkin enfocaba el tema desde un ángulo diferente; veía la investigación de Nick como una especie de apuesta. Si Nick Jonas no encontraba la causa, sería bueno para la economía del pueblo, y ésa parecía la opción por la que apostaba el alcalde. Después de todo, Gherkin sabía algo que sólo unos pocos conocían.

Además de los estudiantes de la Universidad de Duke y del historiador local —quien parecía haber encontrado una explicación plausible, según la opinión de Miley—, por lo menos otros dos individuos o grupos de personas no vinculadas con el pueblo habían investigado el misterio sin éxito. Gherkin había invitado a los estudiantes de la Universidad de Duke para que realizaran una visita al cementerio, con la esperanza de que tampoco encontraran una respuesta lógica. Y no se podía negar que desde entonces se había incrementado el número de visitantes a la localidad.

Miley consideró que igual debería haber mencionado esa cuestión al señor Jonas. Pero puesto que él no había preguntado, ella no había visto la necesidad de darle ninguna explicación. Estaba demasiado ocupada intentando contrarrestar los claros intentos de ese seductor para ligar con ella y, al mismo tiempo, dejarle claro que no se sentía atraída por él. Tenía que aceptar que era encantador, pero eso no cambiaba su firme determinación de ser fuerte y no dejarse llevar por las emociones. Lo cierto era que se había sentido francamente aliviada cuando lo perdió de vista el día anterior.

Y entonces Doris soltó ese maldito comentario, que esencialmente venía a decir que pensaba que Miley debería darle una oportunidad y conocerlo mejor. Pero lo que más la incomodaba era la certeza de que Doris no habría dicho nada si no hubiera estado absolutamente segura de que no se equivocaba. Por alguna razón que desconocía, su abuela había visto algo especial en Nick.

A veces odiaba las premoniciones de Doris. Aunque, claro, no tenía por qué escucharla. Después de todo, ya había sido cortés con ese forastero, y ahora estaba a punto de bajar a recibirlo de nuevo. A pesar de su determinación, tenía que admitir que se sentía un poco apabullada con todo ese asunto. Mientras seguía sumida en esas cavilaciones, oyó el chirrido de la puerta de su despacho al abrirse.
—Buenos días —saludó Nick al tiempo que asomaba la cabeza—. Me ha parecido ver luz debajo de la puerta.
Miley dio media vuelta en su silla giratoria y se fijó en que él se había quitado la chaqueta y la llevaba colgando del hombro.
—Ah, hola —dijo ella educadamente—. Estaba intentando sacarme un poco de trabajo de encima.
Nick agarró la chaqueta con las dos manos.
—¿Hay algún perchero donde pueda colgar esto? En la sala de los originales no hay espacio.
—Deme, ya se la guardaré yo. Hay un colgador detrás de la puerta.

Nick entró en el despacho y le entregó la chaqueta. Ella la colgó junto a la suya en la ristra de colgadores que pendía detrás de la puerta. Nick examinó el despacho con curiosidad.
—¿Así que éste es tu laboratorio, eh? Desde aquí gestionas la biblioteca.
—Así es —confirmó ella—. No hay demasiado espacio, pero es más que suficiente para organizarlo todo.
—Me encanta tu sistema de clasificación —apuntó él, señalando hacia las pilas de papeles sobre la mesa—. Tengo uno muy parecido en casa.

Una sonrisa se escapó de los labios de Miley mientras él se acercaba a la mesa y miraba por la ventana.
—Y además, una vista fabulosa. ¡Vaya primer plano de la casa del vecino y del aparcamiento!
—Me parece que esta mañana está de un óptimo humor, señor Jonas.
—¿Y cómo no voy a estarlo? He dormido en una cámara refrigeradora llena de animales muertos. O mejor dicho, apenas he dormido. Me he pasado la noche escuchando ruidos extraños procedentes del bosque.
—Me preguntaba si le habría gustado Greenleaf. He oído que es un sitio bastante rústico.
—No creo que «rústico» sea el adjetivo más apropiado para describir ese lugar. Y para colmo, esta mañana he coincidido con la mitad del pueblo a la hora del desayuno.
—Entonces supongo que ha ido al Herbs —dedujo ella.
—Pues sí, y no te he visto por allí.
—No, estoy demasiado ocupada. Prefiero empezar el día con un poco de paz.
—Tendrías que haberme avisado.
Miley sonrió.
—No me lo preguntó.

Él se echó a reír, y Miley hizo una señal hacia la puerta con la mano, como invitándolo a que la acompañara.

Mientras se dirigía a la sala de los originales con él, se fijó en que Nick estaba de muy buen humor a pesar de su indiscutible cansancio, pero ese detalle todavía no tenía suficiente peso como para confiar en él.
—¿No conocerás por casualidad a Miller, el ayudante del sheriff? —inquirió él.
Ella lo miró con evidente curiosidad.
—¿Joe?
—Sí, creo que se llama así. ¿Qué le pasa? Esta mañana me ha dado la impresión de que no le gusta nada mi presencia en el pueblo.
—Oh, pero si no es más que un corderito.
—Pues a mí no me lo ha parecido.
Miley se encogió de hombros.
—Probablemente se ha enterado de que piensa pasar bastantes horas en la biblioteca. Siempre adopta esa actitud protectora conmigo. Le gusto desde hace años.
—Pues háblale bien de mí, si no te importa.
—No se preocupe, lo haré.

Nick esperaba algún comentario mordaz, pero cuando vio que Miley respondía con tanta afabilidad, esbozó una mueca en señal de grata sorpresa.
—Gracias —le dijo.
—No hay de qué. Pero no haga nada que me obligue a cambiar de opinión.
Continuaron andando en silencio hasta la sala de los originales. Ella entró primero y encendió la luz.
—Le he estado dando vueltas a su proyecto, y creo que hay algo que debería saber.
—¿Ah, sí?
Ella le refirió las dos investigaciones previas que se había llevado a cabo en el cementerio y acto seguido añadió:
—Si me concede unos minutos, creo que puedo encontrar esa información.
—Te lo agradeceré mucho. Sólo por curiosidad, ¿por qué no me lo contaste ayer?
Ella sonrió sin contestar.
—Deja que lo adivine... ¿Porque no te lo pregunté?
—Sólo soy una bibliotecaria, no puedo leer los pensamientos.
—¿Como tu abuela? Ah, no, espera, tu abuela es adivina, ¿no?
—Pues sí. Y puede predecir el sexo de un bebé antes de que nazca.
—Eso he oído —dijo Nick.
Los ojos de Miley destellaron con fiereza.
—Es cierto, Nick. Lo creas o no, puede hacer esas cosas.
—¡Eh! ¡Me has tuteado! —exclamó él animadamente.
—Sí, pero no te hagas ilusiones. Tú mismo me pediste que lo hiciera, ¿recuerdas?
—Lo sé, Miley —pronunció él.
—Tampoco te excedas en la confianza —proclamó ella, pero mientras hablaba, Nick se dio cuenta de que Miley aguantaba la mirada más rato de lo normal, y eso le gustó.

Le gustó mucho.

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Hola (? GIRLS! ESTA ES LA ENTRADA 100 DEL BLOG! WOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!!!!!!!!!!!! *5 seconds party* :') okya

Pues, ya comenzará lo más awesome de la historia :D OHSIII. & dentro de como 1 semana subiré el segundo cap. de "Don't You Want Me?" ;D es el segundo, verdad? haaaaaaaaaa. Ya ni me acuerdo .-. Pues sí... wahaha!

Las quiero mucho, & no me acuerdo qué más... ah, cierto ^^ que ME ENAMORÉ! SIIIIIIII! de 3 hermosos libros :') otros libros xD es que son tan perfectos & tan awesome & son tan aaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhh! & son de Sparks e.e lógico :3 compré 1 & en unos... 4 días, digamos, me compran los otros 2 :') & amo los faros :D mañana es el cumple de mi prima, la que está embarazada :3 cumple 18 ._. lo sé, lo sé... se imaginan si la bebé (es niña :D) nace mañana? OMG! MUERO! :'D es que yo quiero que nazca YAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!! xq está como para los primeros días de diciembre... haaaaa :3 okya .-. es que ya quiero conocerla! :D yes, estoy emocionada :3

HI BARBIE! HI KEN! WANNA GO FOR A RIDE! SURE KEN! JUMP IN! ... I'M A BARBIE GIRL, IN A BARBIE WORLD, LIFE IN PLASTIC IS FANTASTIC! YOU CAN BRUSH MY HAIR, UNDRESS ME EVERYWHERE, IMAGINATION, LIFE IS YOUR CREATION! (8) (? sorry, la estoy escuchando ahorita xD

Bien, eso es todo... las amo, bye, & NUNCA DEJEN DE CREER! :D atte.: AIMiller / Nicky AB.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Happy Birthday Miles!

Hace 19 años... okno xD me voy a poner sentimental si hago mi discurso así xD

& bueno...

No sé qué decir, aparte de que NO QUIERO QUE CREZCA! Aunque si crece sería awesome xq así se casa más rápido con Nick ;D hahaha okya

Hace 19 años nació esa chica maravillosa a la que todas llamamos "ídola". En lo personal no me gusta mucho la palabra, así que la llamo "rolemodel", que es "modelo a seguir". Esa chica que nos inspiró a seguir adelante con sus canciones, a que nunca debes dejar que te hagan de menos, a que tú eres el dueño de tu vida & que nadie te puede hacer sentir mal. Esa chica que nos enseñó que We Can't Be Tamed<3 & que no somos el Robot de nadie. Esa chica a la que nosotros llamamos inspiración. Esa chica que salvó mi vida & a que amo tanto!

¿Saben lo mucho que la amo & lo mucho que ella significa para mí? Ya son 5 años de ser Smiler, de siempre estar ahí para ella, defendiéndola, amándola<3. Siempre recordaré la primera vez que la vi, ahí, en una pantalla, cantando "This Is The Life" un 12 de Nov. 2006. Estaba tan pequeña... tenía 13 años! Awn. Gracias a Miley soy así, gracias a Miley estoy aquí, gracias a Miley he podido superar muchas cosas que me han pasado. Tal vez los demás piensen que estoy loca por amar a alguien que no conozco pero ellos nunca entenderán por qué la amo tanto. Ella significa todo para mí. <3

Bueno, aunque esta entrada es corta, es como un pequeño resumen (? de lo que siento por Miley. Miley es mi todo, es la razón por la que sigo aquí, es la razón por la que escribo. La amo más que a nadie. Nadie nunca va a comprender por qué la amo tanto. Pero no me importan lo que digan los demás. Yo la amo. Siempre estaré ahí para ella aunque ella no sepa que existo. Siempre la amaré.



(Yo hice las fotitas eeehhhh! okya xD intenten leer lo que dice la segunda... hay partes donde no se mira xD yaa)

La amo & no hay día en que no le de gracias a Dios por tenerla en mi vida. Ella es parte de mí. Parte de mi infancia, de mi adolescencia, de toda mi vida. Siempre la amaré.

xoxo Annie Miller<3 & Nicky AB. :3

Ojalá que hoy no me den limit igual que el año pasado xD Bye, girls, las amo! & comenten (?

SMILER FOREVER. RADIATE LOVE. NILEY FOREVER & DON'T STOP BELIEVING! ~

domingo, 20 de noviembre de 2011

Don't You Want Me? - Chapter 1 - Hey, hola.

PRIMERA PARTE.

El domingo por la mañana, Nick despertó a las 8:00 AM con una terrible resaca. Había bebido 6 cervezas el día anterior y él nunca hacía eso. Pero tenía que admitir que nunca antes había tenido que soportar que su novia lo dejara por uno de sus supuestos mejores amigos. De hecho, él era quien las terminaba a ellas. Entonces se dio cuenta de que estaba en el sofá de su departamento, y que sus ojos estaban hinchados. No sabía si la resaca tenía ese efecto o era porque tal vez había llorado. No se recordaba de nada. Sólo se recordaba de la última vez que vio el reloj: 11:20 PM [de hecho eran las 11:23! okno], y recordó que a esa hora fue cuando comenzó con la tercera cerveza. Y luego no recordaba nada.

Se levantó y supo que debía de darse una ducha porque precisamente ese día tenía que trabajar. Aunque tenía que trabajar toda la tarde y la noche y apenas faltaban 4 ó 5 horas para eso, su apartamento estaba hecho un desastre y necesitaba arreglarlo. Como vivía en uno de los edificios más exclusivos del Upper East Side, contaba con una empleada doméstica que llegaba los lunes. Pero ese día era domingo, y no podía dejar todo así para el siguiente día. Y no era una empleada doméstica privada: ella se encargaba de todo el edificio con otras 4 mujeres. Además él tenía una reputación que cuidar, y no iba a dejar que ninguna de esas mujeres le dijera a alguien de la prensa que el Doctor Nicholas Jonas se había emborrachado hasta perder el conocimiento. Aunque fuera la primera vez (y única, se prometió), que lo hacía.

Se hizo un café cargado primero. Luego fue hasta la ducha y salió de allí 20 minutos luego. Luego de secarse se puso la ropa interior, una camisa de cuadros [asdfghjkl Nicholas & sus camisas de cuadros <3] y unos pantalones vaqueros [jeans, pantalones de lona, esossss]. Se puso unos Converse de cuero blancos [como los míos sin la coronita], una chaqueta de los Road Dogs y unos lentes de sol. Se preparó algo rápido en la cocina y desayunó; se lavó los dientes y luego tomó unos guantes de látex, unas bolsas de basura y se dedicó a limpiar.

A las 10:00 ya había terminado de limpiar & acomodar todo.

_*_

Miley se despertó a las 6 AM y dejó que Noah durmiera un poco más. Le dejó el desayuno en el microondas y una nota en la encimera de la cocina, diciéndole que saldría un rato. Tenía que buscar un empleo. Llamó a su mejor amiga, Demi Lovato, y quedaron de verse en un rato en el mismo lugar de siempre: en una banca cerca del lago del Central Park.

A las 7:05 [<3] Miley llegó y Demi ya la estaba esperando. Para no aburrirse estaba jugando con su teléfono celular y luego, al levantar la vista, vio a una Miley despeinada y con los labios resecos. Era Enero, así que ambas tenían frío y llevaban grandes abrigos y guantes. Demi llevaba una gorra de lana.
-Perdón por la demora, Demi. Tuve que arreglar un poco mi recámara.
-No importa, Miley -Demi se levantó de la banca y abrazó a Miley-. ¿Cómo estás? -preguntó con una sonrisa en los labios al separarse de ella-.
-Bien, con algo de frío... pero bien.
-¿Y Noah? -ambas se sentaron en la misma banca-.
-Ella está perfectamente bien.
-Bien... ¿necesitabas hablar conmigo?
-Sí... de hecho... necesito que me des unos consejos.
-¿Consejos? Claro, Miles. ¿Qué tipo de consejos?
-Yo... necesito un empleo. ¿Cuál fue tu primer empleo?
-¿Mi primer empleo? Pues... fue... de mesera en un restaurante.
-¿Mesera en un restaurante? -Miley rió-. Ojalá hubiera tenido el privilegio de ver a la fabulosa Demi Lovato trabajando como mesera.
-Ya... -rió también-. No fue nada agradable y por eso sólo duré 2 meses allí.
-Mmmmm... ¿2 meses? ¿Segura?
-¡Bien! Sólo duré 2 semanas allí -ambas rieron-. Pero... digamos que no era el lugar para mí -le guiñó el ojo-. ¿Ya sabes de algún lugar donde puedas trabajar?
-Pues... no lo sé. Necesito un empleo en la tarde o en la noche, y casi en todos los lugares que he visto, los empleos que ofrecen son en las tardes.
-De hecho, Miley... tendrías que trabajar de noche. El miércoles de la otra semana comenzamos las prácticas en el Hospital desde las 9:00 AM a las 4:30 PM, ¿recuerdas?
-Oh, Dios. ¡Cierto! Tendrá que ser en la noche... ¿me ayudas a buscarlo, Demi?
-Claro... primero, ¿por qué no vamos a tomar un café? Yo pago, vamos...

Demi se levantó de la banca y luego Miley la siguió. Caminaron un poco más hasta llegar a McDonald's, donde pidieron dos desayunos completos; uno para cada una. Mientras desayunaban conversaron sobre lo que les pasaba por la cabeza, como sus carreras y sobre cómo eran sus vidas. Casi al terminar, a las 10:05 AM, a Demi le sonó el teléfono y tuvo que contestar. Hizo una mueca al ver quién era quien la llamaba. "Nicholas".
-¿Hola? ¿Nick?
-Hey, Demi, ah... hola.

Nick estaba recostado en su sofá viendo al techo, y aún llevaba puestas las gafas de sol. Luego de haber limpiado su apartamento, no tenía nada que hacer, así que llamó a su prima.
-¿Y me llamaste por...?
-¿Alguna vez has tenido resaca?
-¿Qué? ¿Yo? ¡No! ¿Qué crees? ¿Que soy de las que se emborrachan cada viernes por la noche?
-Anoche fue sábado.
-Pero ese es el punto, ¿no? Si quieres saber lo de la resaca pregúntale a Joe, él sí sabe de eso.
-¿Joe? No voy a dejar que mi hermano se entere que bebí anoche. Se burlaría, y además le diría a todo el mundo. Eso es lo que no quiero.
-Bueno, ¿y si llamas a Kevin?
-Mmm... tal vez.
-Bien, bye.
-Gracias, Demi.
-Como sea...

Demi colgó el teléfono. Miley la observaba divertida y Demi sólo pudo pronunciar:
-Era mi primo. Nicholas.
-Vaya, se nota que no se llevan -Demi rió-.
-Sí nos llevamos, pero... no lo sé. Yo soy hija única, y Joseph, Kevin y Nicholas son como mis hermanos mayores. Todos son mayores que yo. Entonces todos nos tratamos como hermanos... por eso le hablé así.
-Vaya... -suspiró Miley, colocando sus brazos en la mesa-. Yo sólo tengo a Noah.
Demi se apresuró para sostener su mano.
-Y me tienes a mí.

Ambas sonrieron. Demi tenía razón. Demi había llegado a ser su mejor amiga ya que, a pesar de tener dinero, era muy sencilla.
-Sí, te tengo a ti, Demi. No sé qué haría sin ti y Noah.
-Y de seguro si conocieras a mis primos, te caerían muy bien. Algún día los conocerás a los 3. Y conocerás a mi familia.
-Hablas como si fuéramos una pareja.
Demi se echó a reír con el comentario de Miley.
-Lo siento... es sólo que... eres la única amiga real que he tenido, ¿sabes? Y es lindo saber que cuento contigo. Quiero que mi familia sepa que eres mi mejor amiga.
-¿Tan... tan importante soy?
-Sí. Eres muy importante para mí. Te prometo que nunca te voy a ocultar nada ni a mentir y que siempre te ayudaré. En lo que sea.
-Yo también, Demi...

Ambas rieron y luego separaron sus brazos.
-Tienes razón, parecemos una pareja... -rió Demi-. Hablando de parejas... ¿has tenido novios?
-¿Yo? Pues... no, nunca. ¿Tú?
-No... tuve uno hace 2 años, pero no era nada formal. De ahí... los libros y mi teléfono han sido mis mejores amigos. Y entonces te conocí.

Ambas sonrieron.

Salieron de McDonald's y fueron al apartamento de Demi. Estaba en uno de los edificios más prestigiosos. Cerca del Plaza y del edificio de Nick. Miley se sintió avergonzada del de ella, ya que no se podía comparar nada con el de su amiga. No era la primera vez que iba al de Demi, claro, pero siempre se quedaba asombrada de lo perfecto que todo parecía estar. Sin polvo, sin cosas tiradas en el piso, sin nada que arreglar.
-Vaya, siempre que vengo me impresiono de lo perfecto que es.
-Ya. Esto no es perfecto. Deberías ver el apartamento de Nicholas.

Miley continuó viendo la sala. Había una foto de ella con un chico. Uno de sus primos. Tal vez fuera...
-¿Quién es él? -preguntó Miley señalando la foto-.
-Ah, él es Joseph. Es con el que me llevo mejor.
-¿Cuántos años tiene?
-Joe tiene 29, Kevin tiene 31 y Nick tiene 26.
-¿26? ¿Es el menor?
-Sí... digamos.
-¿Se llevan tanto tiempo ustedes?
-Mmm... sí. Digamos. Yo siempre fui "la hermanita menor" de ellos. Siempre me defendían, siempre estaban conmigo... hasta fueron muy duros con los chicos que querían salir conmigo. Siempre me cuidaron.
-Vaya... me hubiera gustado tener una familia así.
-Lo sé... bueno, ¿quieres café?

_*_

Nick estaba comenzando su jornada en el Hospital. Tenía puesta la típica bata blanca, abajo tenía el "uniforme" celeste que usaba siempre, y unos tennis blancos muy limpios. Tenía ojeras pero nadie nunca le preguntó qué pasaba.

Nick era el hijo de Denise y Paul Jonas. Hermano de Kevin y Joseph Jonas. Paul era dueño de una de las aerolíneas más grandes de todo New York. Nick y sus hermanos desde pequeños se habían criado de una manera lujosa, en una grande mansión en Queens. El padre de Demi era uno de sus socios, así que la familia Lovato habían vivido bien. Demi también fue criada en una mansión en Queens con sus padres. [o sea... a verrr. La mamá de Demi es la hermana de Paul, & el esposo de la mamá de Demi es socio de Paul, okay? Nicky me dijo que les dijera esto xD]

Nick, Joe, Kevin y Demi eran como "celebridades" en todo New York. La prensa y los paparazzis los seguían, aunque casi nunca lo hacían. A veces redactaban artículos sobre ellos en la sección de "Sociedades" en el New York Times.

Kevin estaba casado con una adorable chica, Danielle, pero habían decidido tener hijos en unos años y no precisamente ahora. A Joe le encantaba estar siempre de fiesta y siempre con chicas extravagantes y hermosas. Y Nick... bueno, él... acababa de terminar con Delta. Aunque la prensa no lo sabía. Aunque pronto se enterarían.

Nick estaba en ese momento en su pequeña oficina, y se quedó viendo a la pared. En esa pared habían fotos de él con sus padres, con sus hermanos y con Demi. No habían de él con ninguna otra mujer. Además estaban sus diplomas, sus reconocimientos como médico del Upper East Side.

Cuando era pareja de Delta pensó que había encontrado a la mujer de sus sueños. Era rubia, alta, delgada, tenía la misma edad que él, tenía un cuerpo perfecto y parecían estar enamorados. Su relación había durado 11 meses. Nick incluso pensó en arrodillarse y pedirle que se casara con él. Comenzar una familia con ella en unos años, e irse a vivir a Queens luego de pedir su transferencia a otro Hospital.

Aunque habían unos inconvenientes con Delta...

Nick amaba viajar. A Delta no le gustaba viajar, y no le impresionaban las cosas caras que Nick le compraba. Pensaba que el apartamento de Nick era "inferior" al suyo. Era algo arrogante y superficial.

Nick buscaba a una chica real. Una chica que no se preocupara por dietas, peso, maquillaje, apariencia. Que le gustara lo mismo que a él y que fuera ella misma. Una chica a la que no le preocupara comer una hamburguesa en McDonald's enfrente de él. Una chica a la que le impresionara hasta el más mínimo detalle. Y una chica diferente a todas con las que había salido en estos años.

Bueno, aunque logró ver a través de las imperfecciones... Delta era "perfecta" para él.

Y entonces la encontró besándose con Joshua Wells, uno de sus ex mejores amigos.

-¿Jessica? -llamó él por el comunicador con su asistente-.
-¿Sí, Doctor Jonas?
-Tráigame un café cargado.
-En seguida.

_*_

-Estaba pensando, entonces, en buscar un empleo de noche... podría ser de mesera.
-Pues... no lo sé, Miles. Hay muchos más empleos de noche.
-Ah, ¿sí? ¿Cuáles, Demi?
-Pues... ah...
-Te escucho...
Demi se quedó pensando unos momentos hasta que finalmente se rindió.
-Está bien. No se me ocurre ninguno.
-¿Ves? Además los restaurantes están abiertos toda la noche.
-Miley, es muy peligroso. No tienes auto y no me gustaría que estuvieras sola en las calles de la ciudad a altas horas de la noche. Tienes 18 años.
-Hay taxis. Ya sabes, esos amarillos.
-Miley, no. Tienes 18 años.
-Te estás comportando como si fueras mi madre.
-Miley...
-Ya, ya... es que no quiero que te pase nada.
-No me pasará nada. Te lo aseguro.
-Aunque podrías trabajar conmigo... verás. Yo trabajo en Queens, en el aeródromo de mi familia. Podríamos trabajar ambas en fin de semana. Pagan bien, y es sólo medio día los 2 días.
-No lo sé...
-Bien... entonces...
-Mira, Demz. Buscaré trabajo hoy y si no encuentro o no me gusta, voy a aceptar lo que me dices.
Demi sonrió.
-Está bien.

Unas horas luego, Miley estaba fuera del apartamento de Demi, buscando empleo. Fue a varios restaurantes pero en todos, los turnos eran de día. Ninguno de noche. Al final, cuando ya casi se rendía, Miley se fijó en un letrero de un pequeño restaurante/cafetería cerca del Central Park en el que se necesitaba mesera [camarera (?] para el turno de las 6 a las 9 PM de lunes a viernes. Sonrió y luego entró.

30 minutos después, Miley salió del restaurante/cafetería. Había conseguido el empleo. Y comenzaría mañana. Le dieron su uniforme y le pidieron que por favor, estuviera puntual.

Llegó a su apartamento sonriendo y vio a Noah sentada en la mesa, haciendo su tarea.
-Hola, Noah -dijo Miley-. ¿Haces la tarea?
-Sí. No es muy difícil.
-¿Segura? Ya sabes, puedo ayudarte en todo lo que quieras...
-No. Esto es fácil, gracias.
-Bien... Noah, tengo que hablarte de algo.
-¿Algo?
-Sí. Bien... el miércoles comenzaré las prácticas en el Hospital, ¿recuerdas?
-Mmm... sí.
-Y el lunes comenzaré a trabajar de 6 a 9 PM.
-Oh...
-Necesito ese trabajo, Noah. Y casi no estaré en casa. Quiero que me prometas que vas a portarte bien y que no te meterás en problemas.
-Hermana, ya sabes que no soy así.
-Bien. Llamaré a casa cada vez que pueda. Espero que contestes.
-Sí, lo haré.
-Y entonces... creo que eso era todo. Si me necesitas estaré en la recámara -Miley besó a Noah en la cabeza-. Te quiero.
-Y yo a ti.

Miley entró a su recámara. Dejó el uniforme encima de la cama junto a su bolso. Entró al baño, se quitó la ropa y entró a la ducha. Se dio un baño rápido y luego salió. Se cambió en menos de 3 minutos y luego fue directo a su recámara, donde comenzó a leer un libro de biología.

_*_

Nick seguía en su oficina. Ese día era uno de esos cuando, según él, "las personas decidían no enfermarse". No llegaron muchas personas, y además, él pidió que los demás las atendieran ya que tenía que ocuparse de asuntos personales.

Como olvidar a su ex, por ejemplo...

Y llamar a Joe.
-¿Joe?
-Hey, hola -dijo su hermano-. ¿Cómo estás?
-Bien, aquí... en el Hospital.
-Oh...
-Mira, ya no quiero ir a un bar mañana en la noche. Mejor vamos a ese pequeño restaurante cerca del Central Park, ¿sí?
-¿Cuál de todos, Nick?
-El de siempre... ya sabes.
-Ah... sí, claro. ¿A qué hora?
-¿Te parece a las 7:00? De la noche, claro.
-Sí, está bien. Entonces te veo allí, Nick.
-Adiós, Joe.

Ambos cortaron la llamada. Nick se quedó viendo la pared una vez más. Vio de nuevo sus diplomas, reconocimientos, y sus fotos. Las únicas dos mujeres que aparecían allí eran, efectivamente, su prima y su madre.

Y luego de ver todo eso por enésima vez, pidió otro café.

_*_

El lunes había comenzado normal para Miley. Había ido a la Universidad, donde recibió todas las clases del día. Estuvo junto a Demi todo ese tiempo. Al llegar a su apartamento, a las 3:30, Noah ya estaba allí y había hecho algo de comer para ambas. Luego de comer hizo la tarea. Casi nunca le dejaban mucha así que la terminó en una hora. Arregló un poco el apartamento y luego se bañó. Al salir se vistió con el uniforme de la cafetería y encima se puso un abrigo. Noah estaba viendo televisión en la sala. Eran ya las 5:30.
-Noah, tengo que ir a trabajar.
-Ah... ¿a qué hora regresarás? -le preguntó Noah a su hermana mayor-.
-Más o menos como a las... 9:30 PM.
-Está bien...

Miley besó la cabeza de Noah y luego fue hacia la puerta.
-Sólo una cosa más -dijo Noah y Miley se volteó-.
-Dime.
-Sé que soy la menor pero... cuídate. No quiero que te pase nada.
Miley sonrió. Caminó a donde estaba Noah y la abrazó.
-Gracias, cariño. Te quiero mucho.
-Yo también, Miles.

Miley salió. Se fue caminando hacia el pequeño restaurante y en menos de 15 minutos, ya estaba allí. La dueña del local, la Sra. Parker, le presentó a su otra compañera: Lindsey Hudson. Lindsey tenía 19 años y parecía ser muy agradable.
-Mucho gusto -dijo Lindsey y ambas se dieron la mano-.
-Igualmente. Llámame Miley.
-Y tú puedes decirme Liz.

A las 6:00 comenzó el turno de ambas. No habían muchas personas, y Miley y Lindsey se turnaban para atender a los clientes. En total habían unas 6 mesas con personas de las 16 que tenía el restaurante.

_*_

A Joe le encantaban los restaurantes lujosos. Siempre era reconocido y siempre le daban una mesa al lado de una ventana, con una vista agradable. A él le gustaban así. Casi siempre que iba llevaba una chica diferente. Pero a Nick le gustaban los lugares pequeños. Un lugar pequeño, agradable, con buena comida y no le importaba si era reconocido o no. Un lugar donde no importaran las clases sociales y que trataran a todos por igual.

A las 7:00, Nick y Joe entraron al pequeño restaurante cerca del Central Park que a Nick tanto le gustaba. Cuando eran niños, su padre siempre los llevaba a ese mismo restaurante cuando los llevaba al trabajo con él. Ambos disfrutaban mucho estando allí, y la Sra. Parker los trataba con mucho cariño. Luego de varios años de ir, los trataba como si fueran sus propios hijos. Y ahora, cuando la Sra. Parker tenía 65 años, Nick sentía como si fuera su segunda madre. Y sabía que Joe y Kevin también, aunque no quisieran admitirlo.

Entraron al restaurante y se sentaron en el lugar predilecto de siempre. Una de las chicas, visiblemente nueva, fue a atenderles. Como era típico de ellas, se presentó. Su nombre era Lindsey. Ambos pidieron una hamburguesa con papas fritas y Coca-Cola.
-Sigo sin saber por qué te gustan los restaurantes pequeños -dijo Joe cuando Lindsey les sirvió lo que pidieron-.
-Fácil. Crecimos aquí.
-Pero ya no somos niños.
-No me importa. La Sra. Parker siempre nos trató como hijos. Deberías guardarte esos comentarios estando aquí en su restaurante.
-Bien, Nick, lo haré. Pero tendrás que soportarme en el auto.

Ambos siguieron hablando. Al otro extremo del restaurante, Lindsey llegó al lado de Miley casi desmayándose.
-¿Sabes quiénes son ellos? -preguntó Lindsey y Miley movió la cabeza en forma de negación-. ¡Son Nicholas y Joseph Jonas!
-Ajá, ¿y ellos son...?
-¿Acaso no lo sabes? ¡Son prácticamente celebridades!
-Ah...

¿Nicholas y Joseph Jonas? ¿Acaso no eran... los primos de Demi? Miley no sabía el apellido de ellos, pero sí sabía que Demi tenía 2 primos llamados Nicholas y Joseph. También sabía que Demi y sus primos eran casi celebridades. Y...

No, no podían ser ellos.

¿O sí?

¿Pero por qué estarían cenando en ese pequeño restaurante cuando pudieron ir a cualquier otro?

Miley apartó esos pensamientos, fue hacia la barra se recostó detrás [de la barra]. Estaba escribiendo algunas cosas que debía recordar cuando sintió que le tocaron el hombro.
-¡Lindsey! -exclamó ella-. ¿Por qué me...?

Miley se dio la vuelta y no vio a Lindsey. Vio a un chico de unos 25 años viéndola fijamente. Sus ojos eran café, su cabello era rizado y sus labios eran en forma de corazón.
-Hey, hola -dijo Nick sonriendo-.

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La voy a dejar ahí para picarlas & dejarlas con las ganas de más xD okno


Heey :3 Blogger maldito ¬¬ okya xD IT'S MY BIRTHDAY! woooooo! Party! (8) xD okya amn... hola (? & pues... les voy a explicar algo de la nove (:

-Lo de "Primera Parte" es x la primera parte de la nove. Es así como una "Primera Temporada". NO la primera parte del cap. xD que me quedó larguito o.O LOL

-Como en #wcmilf vamos a usar unas canciones para los caps. :3 Bieen como ya les dije en el prólogo, esas 3 ("Mine", "Who Knew" & "Don't You Want Me") & estas, que todas son de Swift!

1. If This Was a Movie - Taylor Swift
2. Ours - Taylor Swift
3. Superman - Taylor Swift
4. Enchanted - Taylor Swift
5. Last Kiss - Taylor Swift
6. Jump Then Fall - Taylor Swift
7. I'm Only Me When I'm With You - Taylor Swift
8. Should've Said No - Taylor Swift
9. Back To December - Taylor Swift [esta tal vez!]

Yessssssssss, amo a Taylor Swift <3 xD ohsiii :3 estas son para que las escuchen si quieren ahorita & se den cuenta de cómo será la historia... será romántica, fresa, partes tristes... ohsiii :P para el otro cap. creo sólo usaré "Enchanted" :D :3

Creo sólo xD ¿saben? Creo esta es la nove más larga que haré :O tengo muchas ideas! :D

HAPPY BIRTHDAY KETTY! :D No sé si algún día leerás esto (? pero igual xD FELIZ CUMPLEAÑOS GEMELA PERDIDA! Es awesome compartir el cumpleaños contigo :3 hahaha TE QUIERO<3 :P

¿Se acuerdan que hace unos días les dije que no tenía muchos ánimos & que estaba triste? Es que... Raiza se mudará ): es que o sea, es cierto lo que dijo Fer, que de todos modos casi ni la veo, pero igual! Ahorita no vivimos taaaaaan lejos que digamos pero si ella se muda se irá lejos ._. No tanto, en la capital, & vivimos a 22 kms. de la capital, pero o sea... NO QUIERO QUE SE VAYA! ): & bueeno.... :/ además en 3 años se irá a Cuba a estudiar! Qué cruel mi vida D: okno xD ._.

Preguntas! :D

1. ¿Les gustó el cap.?
2. ¿Alguna parte favorita? :P
3. ¿Qué creen que pasará? :3
4. Escriban algo ;)

So, BUENAS NOCHES! MADRUGADAS! D: Me tengo que dormir YAAAAAAA!!!!!!! hahahaha xD :P ojalá esto me publique bien o me frustro .-. hahaha bye, loge you all! NUNCA DEJEN DE CREER! :D atte: AIMiller / Nicky AB. :P


PS: MUCHAS MUCHAS MUCHAS GRACIAS x todas sus felicitaciones hasta ahora! Gracias girls :') LAS AMO! :'D ayy les traigo pastel ;) :3 :*

jueves, 17 de noviembre de 2011

True Believer - Chapter 5

Quince minutos más tarde, después de conducir por una carretera asfaltada que dio paso a un camino de gravilla —por lo visto, a los del pueblo les encantaban los caminos de gravilla—, Nick aparcó el coche en medio de una ciénaga, justo delante de un cartel pintado a mano que anunciaba los búngalos de alquiler de Greenleaf Cottages. En esos momentos recordó que jamás debía fiarse de las promesas de las Cámaras de Comercio locales.

Definitivamente, el lugar no tenía nada de moderno. Quizá se podría haber considerado moderno treinta años atrás. En total divisó seis pequeños búngalos en fila dispuestos a lo largo del margen del río. Con la pintura ajada, las paredes erigidas con tablones de madera y el techo de hojalata, las casitas estaban conectadas entre sí a través de unos pequeños senderos descuidados que confluían en un camino más ancho que conducía a un búngalo central, el cual debía de albergar la oficina de recepción, pensó Nick. Tenía que admitir que el paisaje era bucólico, pero de rústico sólo debía de tener lo referente a los mosquitos y a los caimanes, y ninguno de esos dos bichos despertaba en él tanto interés como para querer pasar unos cuantos días allí encerrado.

Mientras se preguntaba si valía la pena entrar y confirmar su reserva —había pasado por delante de una cadena de hoteles en Washington, a unos cuarenta minutos de Boone Creek—, oyó el ruido del motor de un coche que se acercaba por la carretera y vio un Cadillac de color granate que se dirigía hacia el lugar donde estaba él, brincando sobre los numerosos baches. El automóvil se detuvo justo detrás de su coche, con un frenazo tan brusco que levantó una enorme nube de polvo y de gravilla.

Un tipo orondo y medio calvo salió disparado por la puerta, con semblante nervioso. Iba ataviado con unos pantalones verdes de poliéster y un jersey de cuello alto de color azul, por lo que parecía como si hubiera elegido la ropa a ciegas.
—¿Señor Jonas?
Nick lo miró sorprendido.
—¿Sí?
El individuo bordeó el coche y se le acercó. Todo lo referente a ese sujeto parecía estar en una moción acelerada.
—¡Qué suerte que le haya encontrado! ¡Qué ganas tenía de verle! ¡No se puede ni imaginar lo contentos que estamos con su visita!
Parecía visiblemente alterado. Extendió el brazo y le propinó un vigoroso apretón de manos.
—¿Nos conocemos? —inquirió Nick.
—No, no, por supuesto que no —dijo riendo el individuo—. Soy Tom Gherkin, el alcalde de Boone Creek. Pero por favor, llámeme Tom. —Volvió a reír—. Sólo quería darle personalmente la bienvenida a nuestra ilustre localidad. Perdón por mi apariencia, pero es que vengo directamente del campo de golf. Tan pronto como me he enterado de que usted estaba aquí, me he dicho: «Tom, no hay ni un minuto que perder». Aunque de haber sabido que tenía la intención de pasar por Boone Creek, lo habría organizado todo para recibirlo con todos los honores en mi despacho consistorial.

Nick lo observó con detenimiento, todavía aturdido. Por lo menos eso explicaba el modo en que iba vestido.
—¿Usted es el alcalde?
—Sí, señor. Desde 1994. Es una tradición familiar. Mi padre, Owen Gherkin, fue alcalde durante veinticuatro años. Mi querido padre siempre mostró un interés especial por el pueblo. Lo sabía todo sobre esta localidad. Pero claro, el trabajo de alcalde es sólo de media jornada; es más bien una posición honoraria. Yo en realidad me dedico más a mis negocios, si quiere que le diga la verdad. Soy el dueño del bazar y de la emisora de radio del pueblo, ya sabe, con los viejos temas de siempre. ¿Le gusta esa clase de música?
—Sí, claro —respondió Nick.
—Bien, bien; me lo figuraba. Desde el primer momento en que le he visto, me he dicho: «Aquí tenemos a un hombre que aprecia la buena música». No soporto ese ruido espantoso al que algunos se empecinan en llamar «música» estos días. Me provoca dolor de cabeza. La música debería aplacar el alma. ¿Verdad que me entiende?
—Sí, claro —repitió Nick, haciendo un enorme esfuerzo para no perder el hilo.
Gherkin se echó a reír.
—Sabía que me comprendería. Bueno, como le decía, no se imagina lo contentos que estamos de que haya decidido venir para escribir un artículo sobre nuestro querido pueblo. Eso es precisamente lo que necesitamos. Quiero decir, ¿a quién no le gusta una buena historia sobre fantasmas, eh? El tema nos tiene a todos excitadísimos, se lo aseguro. Primero fueron esos muchachos de la Universidad de Duke, luego la prensa local. ¡Y ahora un periodista de la gran ciudad! La historia empieza a ser conocida, y eso es bueno. Mire, justo la semana pasada recibimos una llamada de un grupo de Alabama que quería pasar unos días en el pueblo para realizar la «Visita guiada por las casas históricas» este fin de semana.

Nick asintió con la cabeza lentamente al tiempo que pensaba qué podía hacer para apaciguar a ese individuo tan acelerado.
—¿Cómo se ha enterado de que estaba aquí?
Gherkin depositó la mano sobre su hombro con un aire cordial, y antes de que Nick se diera cuenta, lo estaba conduciendo hacia la oficina de recepción de los búngalos.
—Ah, señor Jonas, las noticias en el pueblo corren como la pólvora. Siempre ha sido así; forma parte del atractivo de este lugar. Eso y la belleza natural. Tenemos algunos de los mejores parajes para pescar y cazar patos de todo el estado, ¿lo sabía? La gente viene de todas partes. ¡Incluso gente famosa! La mayoría se aloja en Greenleaf. Es como una estancia en el paraíso, sí señor. El estar a solas en un búngalo tranquilo, rodeado por la naturaleza... Imagínese, toda la noche oirá el delicioso canto de los pájaros y los grillos. Seguro que a partir de ahora pensará que todas esas cadenas hoteleras de Nueva York no son más que unos lugares insulsos.
—Es cierto —admitió Nick. Sin lugar a dudas, ese tipo era un político nato.
—Ah, y no se preocupe por las serpientes.
Nick abrió los ojos como un par de naranjas.
—¿Serpientes?
—Seguro que habrá oído ya la historia, pero ha de pensar que todo lo que pasó el año pasado fue fruto de unos desafortunados malentendidos. Algunos tipos no saben comportarse como Dios manda. Pero como ya le he dicho, no se preocupe por los serpientes. Normalmente no aparecen hasta el verano. De tollos modos, será mejor que no se meta entre los arbustos para buscarlas. La mordedura de una serpiente boca de algodón puede ser muy seria.
—Ah —respondió Nick, buscando la respuesta apropiada mientras intentaba no pensar en esos desagradables reptiles. Odiaba a las serpientes incluso más que a los mosquitos y a los caimanes—. La verdad es que estaba pensando en...

El alcalde soltó un bufido lo suficientemente potente como para interrumpir a su interlocutor, y luego miró a su alrededor, como si quisiera asegurarse de que Nick veía lo satisfecho que estaba de poder disfrutar de ese entorno tan privilegiado.
—Así que dime, Nick... Supongo que no te importará si! te tuteo...
—No.
—Muchas gracias. Eres muy amable. Así que... Nick, me preguntaba si los de la tele podrían estar interesados en nuestra historia.
—No tengo ni idea.
—Es que si estuvieran interesados, los trataríamos a cuerpo de rey. Les mostraríamos la genuina hospitalidad sureña. Incluso les daríamos alojamiento en el Greenleaf gratis y, por supuesto, tendrían una primicia que contar. Mucho mejor que lo que tú hiciste en Primetime. Nuestra historia sí que tiene gancho.
—¿Se da cuenta de que básicamente soy sólo un columnista? Normalmente no tengo ninguna relación con la televisión...
—No, claro que no. —Gherkin le guiñó el ojo; obviamente no le creía—. Bueno, haz lo que tengas que hacer, y luego ya veremos qué pasa.
—Hablo en serio —aseveró Nick. El alcalde volvió a guiñarle el ojo.
—Sí, sí, claro.

Nick no sabía qué decir para convencerlo —en cierta manera porque quizá tenía razón—, y un momento más tarde, el alcalde empujó la puerta de la oficina de recepción, si a ese espacio se le podía llamar así.

Parecía como si no lo hubieran rehabilitado en más de cien años. En la pared situada detrás de un mostrador ruinoso había un róbalo de boca grande. En cada una de las esquinas, a lo largo de las paredes, y encima del archivador y del mostrador se podían ver criaturas disecadas: castores, conejos, ardillas, comadrejas, mofetas y hasta un tejón. A diferencia de la mayoría de exposiciones similares que había visto, todos esos animales habían sido disecados en una actitud como si estuvieran acorralados e intentaran defenderse. Las bocas abiertas parecían dispuestas a gruñir de forma inquietante; los cuerpos estaban arqueados; los dientes y las garras, a la vista. Nick estaba todavía asimilando las imágenes cuando vio un oso en una esquina y dio un respingo del susto. Al igual que los otros animales, exhibía unas garras amenazadoras, como si estuviera a punto de atacar. El lugar era el Museo de Historia Natural transformado en una película de terror y reducido al tamaño de una caja de cerillas.

Detrás del mostrador, un enorme tipo barbudo, sentado y con las piernas levantadas, miraba la tele que tenía delante de él. Las imágenes no eran nítidas; cada dos segundos aparecían unas rayas verticales que atravesaban la pantalla de lado a lado, por lo que era prácticamente imposible ver lo que pasaba.

El individuo se levantó lentamente, y siguió irguiéndose hasta que superó a Nick con creces. Debía de medir más de dos metros, y sus hombros eran más fornidos que los del amenazador oso disecado que lo vigilaba desde la esquina. Iba vestido con un mono y una camisa a cuadros. Sin mediar palabra, agarró un portapapeles y lo colocó bruscamente sobre la mesa.

Con el dedo hizo una señal a Nick y luego al portapapeles.

No sonrió; lo cierto es que tenía toda la pinta de querer arrancarle los brazos y usarlos a modo de bate para propinarle una buena tunda, antes de colgarlo en la pared como un trofeo con el resto de los animales expuestos.

Gherkin se echó a reír, cosa nada extraña. Nick se fijó en que el hombretón se reía de buena gana.
—No dejes que te intimide, Nick —terció Gherkin rápidamente—. A Jed no le gusta demasiado hablar con desconocidos. Sólo rellena la ficha con tus datos, y seguidamente podrás instalarte en tu pequeña habitación en el paraíso.
Nick no podía apartar los ojos de Jed, pensando que era el tipo más temible que había visto en su vida.
—Jed no sólo es el dueño del Greenleaf, también trabaja en el Ayuntamiento y es el taxidermista local —continuó Gherkin—. ¿No te parece un trabajo increíble?
—Increíble —asintió Nick, esforzándose por sonreír.
—Si le pegas un tiro a cualquier bicho viviente que encuentres por aquí, tráeselo a Jed. No te defraudará.
—Intentaré no olvidarlo.
El alcalde pareció animarse súbitamente.
—Así que te gusta la caza, ¿eh?
—No mucho, lo siento.
—Bueno, quizá podamos cambiar un poco tus gustos mientras te alojas aquí. ¿Te había dicho que la caza de patos es espectacular en esta parte del estado?

Mientras Gherkin hablaba, Jed daba golpecitos impacientes en el portapapeles con uno de sus gigantescos dedos.
—Vamos, Jed, no intentes intimidar al señor —lo amonestó el alcalde—. Es de Nueva York. Es un periodista de la gran ciudad, así que trátamelo bien.
Gherkin desvió la atención hacia Nick otra vez.
—Ah, sólo para que lo sepas, Nick, será un placer pagar tu estancia en el Greenleaf.
—Gracias, pero no hace falta...
—¡No se hable más! —lo acalló moviendo nerviosamente los brazos—. La decisión ya está tomada por el jefe del Consistorio, que, por si no lo sabías, soy yo. —Le guiñó el ojo—. Es lo mínimo que podemos hacer por un huésped tan distinguido.
—Oh, muchas gracias.
Nick asió el bolígrafo. Empezó a rellenar la hoja de la reserva, sintiendo cómo Jed lo taladraba con la mirada; súbitamente tuvo miedo de lo que podría suceder si cambiaba de opinión y decidía no quedarse en el Greenleaf. Gherkin apoyó su brazo en el hombro de Nick con un exceso de confianza.
—¿Te he dicho lo contentos que estamos de tenerte aquí?


En una calle tranquila en la otra punta de la localidad, en un búngalo blanco con las persianas pintadas de color azul, Doris estaba salteando beicon, cebollas y ajos mientras que en el otro fogón hervía un cazo con pasta. Miley estaba lavando tomates y zanahorias en el fregadero para luego cortarlos a dados. Después de terminar su trabajo en la biblioteca, se había dejado caer por casa de Doris, como solía hacer un par de días a la semana. A pesar de que su casa quedaba muy cerca, a menudo cenaba en casa de su abuela. Era una vieja costumbre que no se resignaba a perder.

En la repisa de la ventana la radio sonaba al ritmo de jazz, y aparte de las típicas conversaciones de familia, las dos mujeres no tenían muchas cosas que contarse. Para Doris, la razón era que estaba cansada después de un largo día de trabajo. Aunque le costara admitirlo, desde que sufrió el ataque de corazón dos años antes, se cansaba con mucha más facilidad. Para Miley, el motivo era Nick Jonas, pero conocía a Doris lo suficientemente bien como para saber que era mejor no comentar nada al respecto. Su abuela siempre había mostrado una curiosidad desorbitada por su vida personal, y Miley había aprendido que lo más indicado era evitar hablar de ciertos temas con ella siempre que fuera posible.

Sabía que Doris no lo hacía con mala intención. Simplemente no alcanzaba a comprender cómo era posible que una mujer de veintiséis años no hubiera sentado todavía la cabeza, y últimamente no hacía más que preguntarle a qué esperaba para casarse. Aunque su abuela era una mujer sumamente inteligente, pertenecía a la vieja escuela; se casó a los veinte años y pasó sus siguientes cuarenta y cuatro años con un hombre al que adoraba, hasta que él falleció tres años antes.

Miley se había criado con sus abuelos, así que conocía a Doris los suficientemente bien como para prácticamente condensa todas sus preocupaciones en una frase: ya iba siendo hora de que su nieta encontrara a un chico decente, se fuera a vivir con él a una casita rodeada por una verja blanca de madera, y tuviera hijos.

Lo que su abuela pedía no era tan extraño, después de todo, y Miley lo sabía. En el pueblo eso era lo que se esperaba de cualquier mujer. Y las veces que se sinceraba consigo misma, se decía que también anhelaba llevar esa clase de vida. Bueno, al menos en teoría. Pero primero tenía que encontrar al compañero ideal, alguien con quien se sintiera a gusto y del que se enorgulleciera de llamarlo «su hombre». En ese punto difería de su abuela. Doris pensaba que bastaba con encontrar a un hombre decente, honrado y con un buen trabajo. Y quizás en el pasado fuera así. Pero Miley no ansiaba estar con alguien simplemente porque fuera cortés y tuviera un buen trabajo. Quizás albergaba falsas expectativas, pero también deseaba estar enamorada de él. No le importaba si era increíblemente afable o responsable; si no existía un mínimo de pasión, no podía —ni quería— imaginar pasar la vida junto a él. No sería justo ni para ella ni para él. Quería un hombre que fuera tierno y afable, pero que al mismo tiempo la hiciera vibrar, sentirse viva. Soñaba con un compañero que le masajeara los pies después de un largo día en la biblioteca, pero que también estuviera a la misma altura intelectual que ella; alguien romántico, por supuesto, que le comprara flores sin ninguna razón en particular.

Tampoco era pedir demasiado, ¿no?

Según Glamour, Ladies' Home Journal, y Good House-keeping —revistas que Miley recibía en la biblioteca—, sí que era pedir demasiado. En cada artículo se aseguraba que mantener viva la chispa en una relación dependía única y exclusivamente de la mujer. Pero ¿no se suponía que una relación se basaba precisamente en eso, en un pacto entre dos personas? ¿No tenía cada uno de los implicados que procurar colmar las expectativas del otro?

Ese era precisamente el problema de muchas de las parejas casadas que conocía. En todo matrimonio debía de existir un equilibrio entre hacer lo que a uno le apetecía y lo que la pareja quería, y mientras que el hombre y la mujer aceptaran ese compromiso, todo iba bien. Pero los problemas surgían cuando ambos empezaban a hacer lo que querían sin tener en cuenta las necesidades del otro. Un marido decidía de repente que necesitaba más sexo y lo buscaba en un contexto ajeno a la pareja; una esposa decidía que necesitaba más afecto, y actuaba del mismo modo que su marido. Para que un matrimonio funcionara, como en cualquier otra relación, era necesario subordinar las necesidades propias a las del otro, con la esperanza de que el cónyuge actuaría consecuentemente. Y mientras los dos miembros mantenían el pacto, todo iba viento en popa en su universo particular.

Sin embargo, ¿cómo era posible actuar de ese modo si una no estaba enamorada de su marido? Miley no estaba segura. Doris, en cambio, tenía la respuesta: «Mi pequeña Miley, esos sentimientos desaparecen tras los dos primeros años de casados», aseveraba ella, a pesar de que para Miley la relación de sus abuelos había sido más que envidiable. Su abuelo era el típico hombre romántico por naturaleza. Hasta prácticamente el final de sus días, siempre se afanaba por abrirle la puerta del coche a Doris y darle la mano cuando salían a pasear. Jamás le había sido infiel, la adoraba y a menudo soltaba algún que otro comentario acerca de lo afortunado que era de haber encontrado a una mujer como ella. Cuando falleció, una parte de Doris también empezó a morirse. Primero fue el ataque al corazón, y ahora su artritis, que cada vez se agravaba más. Era como si estuvieran predestinados a vivir juntos. Cuando comparaba la relación de sus abuelos con los consejos que Doris le daba, se quedaba meditativa, pensando si Doris había sido simplemente afortunada al encontrar a un hombre como él, o si había sabido intuir alguna cosa más en su esposo de antemano, algo que le corroborara que él era su pareja ideal.

Y lo que era aún más importante, ¿por qué diantre le daba a Miley por pensar en el matrimonio otra vez?

Probablemente porque estaba allí, en casa de Doris, el hogar donde se había criado tras la muerte de sus padres. Se sentía cómoda, arropada en ese espacio tan familiar, cocinando con su abuela. Recordó cuando de niña pensaba que un día viviría en una casa similar, resguardada de las inclemencias del tiempo por un tejado de hojalata, sobre el que la lluvia resonaba de un modo tan virulento al caer que parecía que no podía llover con tanta tuerza en ninguna otra parte del mundo, y con unas ventanas antiguas con los marcos repintados tantas veces que casi resultaban imposibles de abrir. Y ahora vivía en una casa parecida. bueno, por lo menos a simple vista podría parecer que la casa de Doris y la suya eran similares. Estaban construidas en la misma área, aunque Miley jamás había conseguido duplicar los aromas estofados de los domingos al mediodía, el suave perfume de las sábanas secadas al sol, el penetrante olor de la vieja mecedora donde su abuelo había descansado durante tantos años: esa clase de olores reflejaba una existencia cómoda, lenta y tranquila; y cada vez que abría la puerta de esa casa, se sentía invadida por un sinfín de recuerdos de la infancia.

Miley siempre se había imaginado que de mayor acabaría rodeada por su propia familia, incluso con retoños, pero no había sido así. Había tenido dos noviazgos serios: la larga relación con Avery, que había iniciado en la universidad, y después otra con un muchacho de Chicago que un verano vino al pueblo a visitar a sus primos. Era el típico hombre ilustrado: hablaba cuatro idiomas y había estudiado un año en la London School of Economics gracias a una beca universitaria de béisbol. Era encantador y exótico, y ella se enamoró perdidamente, como una boba. Soñó que él se quedaría en Boone Creek, pues parecía sentirse a gusto en el pueblo, pero un sábado por la mañana se despertó y se enteró de que el señor sabelotodo había decidido regresar a Chicago. Ni siquiera se molestó en despedirse de ella.

¿Y después de eso? Nada serio. Un par de idilios que habían durado unos seis meses y que la habían dejado absolutamente impasible; uno con un médico de la localidad, y el otro con un abogado. Los dos se le habían declarado, pero Miley no había sentido ni la magia ni el cosquilleo o lo que se suponía que una debía sentir para decidirse a dar un paso más en esa clase de relaciones. En los dos últimos años, sus salidas con hombres habían sido más bien limitadas, a menos que contara a Joe Miller, el ayudante del sheriff del pueblo. Había salido con él una docena de veces, una vez al mes aproximadamente, normalmente al alguna fiesta benéfica a la que deseaba asistir. Al igual que ella, Joe había nacido y se había criado en Boone Creek, y de chiquillos habían compartido muchas horas de juegos en los columpios del parque situado detrás de la iglesia episcopal. El bebía los vientos por ella, y en alguna ocasión la había invitado a tomar una copa en el Lookilu. A veces Miley se preguntaba por qué no se decidía a salir con él en serio, pero es que Joe... Joe estaba demasiado interesado en pescar, cazar y levantar pesas, y en cambio no mostraba ningún interés por los libros o por cualquier cosa que sucediera más allá de los confines del pueblo. Sí, era un chico agradable, y a veces pensaba que sería un buen marido; pero no para ella.

Así pues, ¿qué opciones le quedaban?

En casa de Doris, tres veces a la semana, se perdía en esos pensamientos, esperando las inevitables preguntas sobre el amor de su vida.
—¿Qué te ha parecido? —le preguntó Doris súbitamente.
Miley no pudo evitar sonreír.
—¿Quién? —inquirió, haciéndose la despistada.
—Nick Jonas. ¿A quién crees que me refería?
—No lo sé. Por eso te lo he preguntado.
—Deja de evitar el tema. Me he enterado de que ha pasado un par de horas en la biblioteca.
Miley se encogió de hombros.
—Parece afable. Le he ayudado a encontrar algunos libros que necesitaba para su investigación, eso es todo.
—¿No has hablado con él?
—Claro que hemos hablado. Como tú misma has dicho, se ha pasado bastante rato en la biblioteca.
Doris esperó a que Miley agregara algo más, pero al ver que no lo hacía, lanzó un prolongado suspiro.
—Pues a mí me ha parecido encantador —precisó Doris—. Todo un caballero.
—Ya, todo un caballero —reiteró Miley.
—Por el tono en que lo dices, no pareces muy convencida.
—¿Qué más quieres que diga?
—Bueno... ¿Lo embaucaste con tu arrolladora personalidad?
—¿Y eso qué importa? Sólo se quedará en el pueblo un par de días.
—¿Te he contado alguna vez cómo conocí a tu abuelo?
—Innumerables veces —contestó Miley, recordando perfectamente la historia. Se habían conocido en un tren de camino a Baltimore; él era de Grifton, y ese día iba a una entrevista para un puesto de trabajo, pero nunca llegó a hacer esa entrevista, porque prefirió quedarse con ella.
—Entonces ya sabes que hay muchas posibilidades de conocer a alguien cuando uno menos se lo espera.
—Eso es lo que siempre predicas.
Doris le guiñó el ojo.
—Claro, porque creo que necesitas que alguien te lo repita constantemente.
Miley llevó la ensaladera a la mesa.
—No te preocupes por mí. Soy feliz. Me encanta mi trabajo, tengo buenos amigos, dispongo de tiempo para leer y salir a correr y hacer las cosas que me gustan.
—Y no olvides la suerte que tienes de tenerme a tu lado.
—Exactamente —afirmó Miley—. ¿Cómo podría olvidarme de ese detalle tan importante?

Doris soltó una carcajada y se concentró nuevamente en la sartén. Por un momento la cocina quedó sumida en un silencio absoluto, y Miley respiró aliviada. Por lo menos el tema había quedado zanjado; y gracias a Dios, Doris no había sido demasiado insistente. Ahora, pensó, podrían disfrutar de una cena tranquila.
—Pues yo lo encuentro bastante atractivo —Doris volvió a la carga.
Miley no dijo nada; en lugar de eso tomó un par de platos y algunos utensilios antes de dirigirse a la mesa. Quizás era mejor si fingía no oírla.
—Y para que te enteres, hay más cosas de él que no sabes —continuó—. Por ejemplo, que no es como te lo imaginas.

Fue la forma de expresarse lo que provocó que Miley se detuviera en seco. Había oído ese mismo tono un par de veces en el pasado: una vez que quiso salir con sus amigos del instituto y Doris la previno para que no lo hiciera, y cuando quiso hacer un viaje a Miami unos años antes y Doris intentó evitarlo. En la primera ocasión, los amigos con los que tenía que salir sufrieron un accidente de tráfico, y en la segunda ocasión, la ciudad de Miami se vio sumida en un caos y el hotel donde planeaba alojarse sufrió graves disturbios.
Sabía que a veces Doris podía presentir cosas. No tanto como la propia madre de Doris, pero a pesar de que casi nunca daba demasiadas explicaciones, Miley tenía la certeza de que su abuela presentía cosas que iban a suceder.
 

Completamente ajeno al hecho de que las líneas de teléfono del pueblo estaban prácticamente bloqueadas a causa de la algarabía que había provocado su presencia en la localidad, Nick yacía tumbado en la cama, arrebujado con la colcha, mirando las noticias locales mientras esperaba ver la información sobre el tiempo, maldiciéndose por no haber seguido su impulso inicial y haberse alojado en otro hotel. De haberlo hecho, ahora no estaría rodeado por las escalofriantes obras de arte de Jed.

Obviamente, ese tipo tenía mucho tiempo libre.

Y muchas balas, o perdigones, o un robusto parachoques en su camioneta, o el cacharro que utilizara para matar a todos esos bichos. En su habitación había doce especímenes; con la excepción de un segundo oso disecado, le estaban haciendo compañía los representantes de todas las especies zoológicas de Carolina del Norte. Sin duda, si Jed hubiera contado con otro ejemplar de oso, lo habría incluido en la exposición.

A pesar de ese pormenor, la habitación no estaba tan mal, siempre y cuando no se le ocurriera intentar conectarse a internet con su portátil, calentar la habitación por otra vía que no fuera la chimenea, solicitar el servicio de habitaciones, mirar la tele por cable, o incluso marcar un número de teléfono en un aparato de teclas. ¿Cuánto tiempo hacía que no veía un teléfono de disco? ¿Diez años? Incluso su madre había sucumbido al mundo moderno en esa cuestión.

Pero Jed no. Ni hablar. Obviamente, el bueno de Jed tenía sus propias ideas sobre qué era importante para hacer la vida más cómoda a sus clientes.

El único atractivo de la habitación era un porche acogedor en la parte trasera del búngalo, con una buena panorámica del río. Había incluso una mecedora, y Nick consideró la posibilidad de sentarse un rato fuera hasta que se acordó de las serpientes. Entonces se preguntó qué había querido decir Gherkin cuando comentó que todo había sido por culpa de unos malos entendidos. No le había gustado nada esa excusa tan escueta. Debería de haberle pedido más explicaciones, del mismo modo que también debería de haber preguntado dónde podía encontrar leña para la chimenea. La habitación era un témpano de hielo, pero tenía la desagradable sospecha de que Jed no contestaría al teléfono si intentaba contactar con recepción. Y además, Jed le daba miedo.

Justo entonces apareció el hombre del tiempo en la tele. Armándose de valor, Nick se incorporó de un salto de la cama para subir el volumen del aparato. Moviéndose con tanta celeridad como pudo y sin dejar de temblar, ajustó el volumen y después se metió rápidamente otra vez debajo de la colcha.

Los anuncios reemplazaron inmediatamente al meteorólogo. ¡Cómo no!

Se estaba preguntando si esa noche debía sacar la nariz por el cementerio, pero quería averiguar si habría niebla. Si no, se dedicaría simplemente a dormir. Había sido un día muy largo; lo había iniciado en el mundo moderno, había retrocedido cincuenta años, y ahora estaba durmiendo entre bichos muertos dentro de una nevera. Indudablemente no era algo que le sucediera cada día.

Y, por supuesto, no podía olvidarse de Miley. Miley a secas, ya que no sabía su apellido. Miley la misteriosa, a la que le gustaba flirtear para luego batirse en retirada, para luego flirtear otra vez. Porque había flirteado con él, ¿no? La forma en que se dirigía a él como «señor Jonas», el comentario mordaz sobre el entierro... Sí, definitivamente estaba flirteando con él.

¿O no?

El hombre del tiempo volvió a aparecer, con aspecto fresco, como recién salido de la universidad. No podía tener más de veintitrés o veinticuatro años, y no le cabía la menor duda de que se trataba de su primer trabajo. Exhibía esa mirada de cervatillo deslumbrado por los faros de un coche pero entusiasta a la vez.

Por lo menos parecía competente. No tartamudeaba, y Nick supo casi de inmediato que no abandonaría la habitación. Se esperaban cielos despejados durante toda la noche, y tampoco mencionó nada sobre la posibilidad de niebla al día siguiente.

«¡Vaya con mi racha de suerte!», pensó.

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Hey there. Blogger maldito ¬¬ okya creo que aquí es cuando ya todo se está poniendo fresa & meloso LOL xD hahaha ya saben quién es Joe Miller ;) so, como será ayudante de sheriff, pueden imaginárselo así como en la película de los JB en 3D cuando anda x el Central Park cantando "Love Is On Its Way", creo, vestido de policía... incluyendo el bigote & todo ;D LOL OKNO! xD Amo este libro <3 ayer estaba leyendo este libro & su continuación once again. Es que lo amo! Mi historia de amor favorita :') escrita x Sparks, obviamente ;D

¿Saben? No estoy de muy buen humor que digamos... es que... miles de cosas están pasando & bueno, me gustaría que todo fuera como antes, cuando todo era simple & no tenía problemas. Aka cuando no iba a cumplir 15 años .-. ¿Acaso no puedo tener 14 para siempre? D: O saltarme de una vez a los 16 e.e es que... bueeno. :/ Además Raiza me dijo algo hoy que me puso peor! Con decirles que me duelen la cabeza & los ojos x tanto llorar... :'( pero trataré de no pensar en eso... se los diré el 20. Hoy no puedo. ):

Ya casi termino el primer cap. de "Don't You Want Me" & pues... creo lo subiré el 20 :D en la madrugada. Ese día será full stress. & pues... haha. Ojalá les guste :3 & quiero McDonalds .-. En fin... nos vemos en 3 días :P

Bye, las amo, & NUNCA DEJEN DE CREER! :D atte: AIMiller / Nicky AB.