domingo, 15 de enero de 2012

True Believer - Chapter 12

—¡Vaya por Dios! ¡Pero si es mi queridísimo amigo! —gritó Alvin a través del teléfono—. ¿Cómo te va la vida por el sur?
A pesar de que el teléfono móvil de Nick sufría interferencias, Alvin sonaba extraordinariamente alegre.
—Oh, muy bien. Te llamaba para ver si todavía estás interesado en venir a ayudarme con la historia de los fantasmas.
—¡Ahora mismo estaba haciendo la maleta! —repuso Alvin, con un tono de voz exultante—. Nate me llamó hace una hora y me lo contó todo. Nos veremos en el Greenleaf esta noche; Nate ha hecho la reserva. Mi avión sale de aquí a un par de horas, y créeme si te digo que me muero de ganas por llegar. Unos cuantos días trabajando más aquí y te juro que me habría vuelto tarumba.
—¿Por qué? ¿Qué pasa?
—¿No has leído los periódicos ni has visto las noticias por la tele?
—Claro que sí. He leído el Boone Creek Weekly de cabo a rabo.
—¿El qué?
—Nada, olvídalo; no es importante —aclaró Nick.
—Desde que te marchaste, el viento no ha dejado de soplar. Las consecuencias han sido devastadoras —informó Alvin—. Y me refiero a una ventisca del Polo Norte, de esas en las que ni siquiera la nariz roja de Rudolph sirve para nada... Ya sabes, Rudolph..., el reno de Papá Noel... ¡Qué chiste más bueno!, ¿eh? Bueno, como te decía, la isla de Manhattan ha quedado prácticamente sepultada. Te largaste justo a tiempo. Desde que te marchaste, hoy es el primer día que los aviones están saliendo más o menos a la hora prevista. He tenido que recurrir a mis influyentes para conseguir el vuelo que quería. ¿Cómo es posible que no le hayas enterado?

Mientras Alvin hablaba, Nick pulsaba algunas teclas del ordenador para acceder al Canal del Tiempo a través de internet. En el mapa de Estados Unidos que apareció en pantalla, la zona del nordeste no era más que una tupida mancha blanca.

«Caramba. ¿Quién se lo iba a imaginar?», pensó.
—Es que he estado muy ocupado —balbuceó a modo de excusa.
—¡Ya! Pues a mí me parece que has estado escurriendo el bulto —comentó Alvin—. Pero espero que la chica valga la pena.
—¿De qué estás hablando?
—A mí no me engañas, chaval. Somos amigos, ¿recuerdas? Nate estaba al borde de un ataque de nervios porque no conseguía contactar contigo; tú no has leído la prensa, ni tampoco has mirado las noticias. Ambos sabemos lo que eso significa. Siempre actúas igual cuando conoces a un nuevo pimpollo.
—Mira, Alvin...
—¿Es guapa? Me apuesto lo que quieras a que sí. Siempre te han gustado las más espectaculares. Qué rabia que me da...

Nick dudó antes de responder, pero al final acabó por ceder. Si Alvin iba a venir, era mejor que se lo contara cuanto antes.
—Sí, es muy guapa. Pero no es lo que crees. Sólo somos amigos.
—¡Anda ya! —espetó Alvin, riendo—. Lo que pasa es que tu idea de amistad no coincide con la mía.
—No, esta vez es distinto —reconoció Nick.
—¿Tiene hermanas? —preguntó Alvin, ignorando el comentario.
—No.
—Pero tendrá alguna amiga, supongo. Y te recuerdo que no estoy interesado en bailar con la más fea.
Nick notó un incipiente dolor de cabeza, y su tono de voz cambió de forma radical.
—Mira, no estoy de humor para esas tonterías, ¿vale?

Alvin se quedó mudo al otro lado del aparato.
—¿Qué te pasa? Simplemente estaba bromeando.
—Lo que me pasa es que no me hacen gracia algunas de tus bromas.
—Te gusta, ¿eh?
—Ya te he dicho que sólo somos amigos.
—No te creo. Te estás enamorando como un pardillo.
—No —replicó Nick.
—Te conozco como si te hubiera parido, así que no intentes negarlo. Y me parece genial; raro, pero genial. Desgraciadamente, tendremos que continuar hablando de este tema tan interesante más tarde, porque si no, perderé el avión. El tráfico está fatal, como puedes imaginar. Pero de verdad, me muero de ganas por ver a la mujer que finalmente ha conseguido domarte.
—No me ha domado —protestó Nick—. ¿Por qué no haces el favor de escucharme?
—Pero si es lo que estoy haciendo. Lo que sucede es que también oigo las cosas que no quieres contarme.
—Bueno, dejémoslo ahí, ¿vale? ¿Cuándo llegarás?
—Hacia las siete de la tarde. Nos vemos luego, ¿de acuerdo? Ah, y salúdala de mi parte. Dile que me muero de ganas por conocerla, a ella y a su amiga...

Nick colgó antes de que Alvin tuviera la oportunidad de acabar, y, como si quisiera rematar el incómodo diálogo, introdujo el móvil en el fondo del bolsillo.

Por eso lo había mantenido desconectado. Debía de haber sido una decisión del subconsciente, basada en el hecho que sus dos mejores amigos a veces mostraban una tendencia a ser unos auténticos pesados. Primero Nate, el conejito incombustible de las pilas Energizer y su interminable búsqueda de la fama. Y ahora esto.

Alvin no tenía ni idea de acerca de qué estaba hablando. Quizá habían sido amigos en el pasado, habían pasado muchos viernes por la noche mirando a mujeres descaradamente por encima de las jarras de cerveza, a lo mejor habían hablado sobre temas trascendentales durante horas y, sin lugar a dudas, Alvin había llegado a creer que tenía razón. Pero en esta ocasión no era así, simplemente porque no podía serlo.

Después de todo, los hechos hablaban por sí solos. Básicamente, porque Nick no había amado a ninguna mujer desde hacía una eternidad, y a pesar de que había llovido mucho desde la última vez que estuvo enamorado, todavía recordaba lo que había sentido. Estaba seguro de que habría reconocido ese sentimiento de nuevo, y francamente, no era así. Y puesto que prácticamente acababa de conocer a Miley, la idea le parecía absolutamente ridícula. Incluso su madre, italiana de pura cepa y exageradamente sentimental, no creía en el amor a primera vista. Como con sus hermanos y sus cuñadas, su madre sólo deseaba que Nick se casara y tuviera hijos; pero si él apareciera por la puerta y anunciara que había conocido a la mujer de su vida dos día antes, su madre le propinaría un fuerte escobazo, proferiría insultos en italiano, y lo arrastraría derechito a la iglesia, convencida de que le ocultaba algunos pecados más serios que necesitaban ser confesados.

Su madre conocía a los hombres. Se había casado con uno, había criado a sus seis hijos —todos varones—, y tenía la certeza de que lo había visto todo. Sabía exactamente qué era lo que los hombres pensaban cuando miraban a una mujer, y a pesar de que se fiaba más del sentido común que de la ciencia, estaba completamente segura de que era imposible enamorarse en tan sólo un par de días. El amor podía ser un dispositivo que se disparaba rápidamente, pero el verdadero amor necesitaba tiempo para madurar hasta convertirse en algo más fuerte y duradero. El amor era, por encima de todo, un sentimiento que requería compromiso y dedicación y la creencia de que el compartir años con una determinada persona derivaría a algo más trascendental que la suma de lo que las dos almas podrían conseguir por separado. Únicamente el tiempo, sin embargo, sería capaz de demostrar si uno había tomado la decisión acertada al elegir a su pareja.

La lujuria, en cambio, podía suceder casi instantáneamente, y ése era el motivo por el que su madre le habría pegado con la escoba. Para ella, la descripción de lujuria era simple: dos personas se dan cuenta de que son compatibles, nace una atracción entre ellas y se activa el instinto primitivo de preservar la especie. Y todo eso significaba que mientras la lujuria era una posibilidad, él no podía amar a Miley.

Así estaban las cosas. Caso cerrado. Alvin se equivocaba, Nick tenía razón, y de nuevo la verdad le daba alas para ser libre. Sonrió con satisfacción por un momento antes de fruncir el ceño.

Sin embargo...

Bueno, la cuestión era que tampoco estaba seguro de que fuera lujuria lo que sentía por Miley, al menos no esa mañana. Porque más que desear abrazarla o besarla, simplemente sentía unas inmensas ganas de volver a verla, de pasar un rato con ella, de hablar con ella. Quería ver esa divertida mueca de fastidio cuando él soltaba alguna tontería, quería volver a sentir la calidez de su mano sobre su brazo como el día previo. Deseaba observar cómo se arreglaba nerviosamente el pelo detrás de la oreja, y escucharla mientras ella le contaba anécdotas de su infancia. Anhelaba preguntarle cuáles eran sus sueños y sus esperanzas para el futuro, descubrir sus secretos.

No obstante, eso no era lo más extraño de todo. Lo más extraño era que no podía percibir un motivo oculto para sus impulsos. Cierto, no diría que no si Miley le insinuara que quería acostarse con él, pero aunque ella no quisiera, con sólo pasar un rato con ella se daba por satisfecho, al menos de momento.

En el fondo, simplemente le faltaba un motivo oculto. Ya había tomado la decisión de que nunca más pondría a Miley en un aprieto, como había hecho la noche previa. Se requería un enorme coraje, más del que él tenía, para decir lo que ella había dicho. Después de todo, en los dos días que hacía que se conocían, Nick no había sido capaz de contarle que ya había estado casado.

Pero si eso no era amor ni tampoco parecía que fuera lujuria, ¿qué era? ¿Que le gustaba Miley? Por supuesto; pero esa explicación tampoco definía exactamente lo que sentía. Era demasiado imprecisa. A la gente le gustaban los helados; a la gente le gustaba mirar la tele. No, era una expresión demasiado vaga, y francamente no reflejaba por qué, por primera vez, él sentía la necesidad de contarle a alguien la verdad sobre su divorcio. Sus hermanos no sabían el motivo, ni tampoco sus padres. Pero, si bien no sabía por qué, no podía dejar de pensar que deseaba contárselo a Miley; y justo en ese momento ella se hallaba en algún lugar que él desconocía.

Dos minutos más tarde sonó el teléfono de Nick, y él reconoció el número en la pantalla de su móvil. A pesar de que no estaba de humor, sabía que tenía que contestar, o si no a ese pobre hombre le daría un ataque al corazón.
—¿Qué tal? —saludó Nick—. ¿Cómo te encuentras?
—¡Nick! —gritó Nate. La voz llegaba entrecortada a causa de las interferencias—. ¡Tengo unas noticias increíbles! ¡No te vas a creer lo ocupado que he estado! ¡Esto es peor que una casa de locos! ¡He concertado una teleconferencia con los de la ABC a las dos del mediodía!
—Genial —respondió Nick.
—Espera, un momento. Te oigo fatal.
—Lo siento. Es por la escasa cobertura.
—¿Nick? ¿Estás ahí? No te oigo.
—Sí, Nate, estoy aquí.
—¿Nick? —gritó Nate. Obviamente no había oído su respuesta—. Escucha, si todavía me oyes, busca un teléfono público y llámame a las dos. ¡A las dos! ¡Tu carrera profesional depende de esa llamada! ¡Tu futuro profesional depende de esa llamada!
—Vale, de acuerdo.
—¡Oh, no me lo puedo creer! ¡Qué desastre! —exclamó Nate contrariado, como si hablara consigo mismo—. No oigo nada. Escucha, pulsa una tecla si has entendido todo lo que he dicho.

Nick pulsó la tecla del número 6.
—¡Fantástico! ¡Perfecto! ¡A las dos! ¡Y habla con la máxima naturalidad posible!, ¿vale? Esta gente parece bastante estirada y...
Nick cortó la llamada, preguntándose cuánto tiempo tardaría Nate en darse cuenta de que ya no lo escuchaba.
 

Nick esperó. Luego esperó un rato más.

Se paseó por la biblioteca, pasó por delante del despacho de Miley, miró por la ventana para ver si había señales de su coche, sintiendo una creciente sensación de inquietud a medida que transcurrían los minutos. Sólo era una corazonada, pero que Miley se hubiera ausentado esa mañana le parecía bastante extraño. No obstante, hizo todo lo posible por convencerse a sí mismo de que se equivocaba. Se dijo que tarde o temprano aparecería, y probablemente más tarde se reiría de su ridícula corazonada. Sin embargo, ahora que había concluido su búsqueda —a no ser que le interesara la posibilidad de hallar alguna anécdota excepcional en alguno de los diarios, que por cierto todavía no había acabado de leer—, no sabía qué hacer.

Regresar a Greenleaf quedaba descartado. No quería pasar más rato del necesario en ese lugar, aunque tenía que admitir que le empezaban a gustar los extravagantes toalleros. Alvin no llegaría hasta la tarde, y lo último que deseaba era merodear por el pueblo, ante el temor de que el alcalde lo acorralara. Pero tampoco quería pasarse todo el día encerrado en la biblioteca.

Deseó que Miley hubiera sido un poco más explícita sobre cuándo pensaba volver, o al menos que le hubiera indicado dónde estaba. Había algo en la nota que no acababa de encajar, ni incluso después de haberla leído por tercera vez. ¿Miley no se había parado a pensar en la absoluta falta de detalles del mensaje, o acaso lo había hecho adrede? Ninguna de las dos opciones le hizo sentirse mejor. Tenía que salir de ese edificio; le costaba horrores no pensar en lo peor.

Recogió sus cosas, bajó las escaleras y se detuvo delante del mostrador de recepción. La anciana que hacía las veces de conserje permanecía oculta detrás de un libro. Nick carraspeó para llamar su atención. La mujer levantó la vista y sonrió.
—¡Hombre, señor Jonas! Le he visto cuando llegaba esta mañana, pero no le he dicho nada porque parecía preocupado. ¿En qué puedo ayudarle?

Nick apretó las notas debajo del brazo e intentó hablar con un tono lo más distendido posible.
—¿Sabe dónde está la señorita Cyrus? Me ha dejado una nota diciéndome que tenía que salir, y me preguntaba cuándo volverá.
—¡Qué curioso! —exclamó ella—. Estaba aquí cuando llegué. —Revisó un calendario que había sobre el mostrador—. Hoy no tiene ninguna reunión, y tampoco veo que haya anotado ninguna otra cita. ¿Ha mirado en su despacho? Igual se ha encerrado ahí dentro. A veces lo hace, cuando se le empieza a amontonar el trabajo.
—Ya lo he hecho —confirmó él—. ¿Sabe si tiene un teléfono móvil para que pueda localizarla?
—No, no tiene móvil; de eso estoy más que segura. Siempre dice lo mismo, que lo último que quiere es que alguien la encuentre cuando ella no desea ser encontrada.
—Entiendo. Bueno, gracias de todos modos.
—¿Hay algo que pueda hacer por usted?
—No, sólo necesitaba la ayuda de la señorita Cyrus para el proyecto que estoy llevando a cabo.
—Siento no poder ayudarle.
—No se preocupe.
—¿Por qué no se pasa por el Herbs? Igual está allí, ayudando a Doris a prepararlo todo para este fin de semana. O quizá se ha ido a su casa. El problema con Miley es que uno nunca sabe qué es lo que piensa hacer. A mí ya no me sorprende nada de lo que hace esa muchacha.
—Gracias. Si regresa, ¿me hará el favor de decirle que la he estado buscando?

Nick se marchó de la biblioteca con un profundo desasosiego.
 

Antes de dirigirse al Herbs, Nick pasó por la casa de Miley, y se fijó en que las cortinas de la ventana estaban echadas y que no había rastro de su coche. Aunque no observó nada extraordinario en la escena que tenía delante, de nuevo le pareció que algo no iba bien, y la sensación de intranquilidad se acrecentó cuando condujo de vuelta por la carretera hacia el pueblo.

El trajín matutino en el Herbs había culminado, y el restaurante ofrecía el ambiente de calma contenida que siempre hay en esa clase de locales entre el desayuno y el almuerzo, cuando es hora de recoger todas las mesas y prepararlas para el siguiente turno. El personal superaba a los clientes que todavía ocupaban unas pocas mesas en una proporción de cuatro contra uno, y Nick sólo necesitó un momento para comprobar que Miley tampoco se hallaba allí. Demi estaba limpiando una mesa y, al verlo, alzó el trapo que tenía en la mano a modo de saludo.
—¿Qué tal, corazón? —le dijo al tiempo que se le acercaba—, Es un poco tarde, pero estoy segura de que todavía podemos prepararte algo para desayunar, si tienes hambre.

Nick jugueteó con las llaves dentro del bolsillo.
—No, gracias. No tengo hambre. ¿Está Doris? Me gustaría hablar un momento con ella.
—Otra vez la necesitas, ¿eh? —Demi sonrió y con la cabeza señaló hacia la cocina por encima del hombro—. Está ahí dentro. Voy a decirle que estás aquí. Ah, y cambiando de tema, menudo exitazo la fiestecita de anoche. Todo el mundo hablaba de eso esta mañana, y el alcalde se ha dejado caer por aquí para ver si te habías recuperado. Me ha dado la impresión de que se ha quedado bastante decepcionado al no verte.
—La verdad es que me lo pasé estupendamente.
—Mientras esperas, ¿quieres que te sirva una taza de té o de café?
—No, gracias —contestó él.

Demi desapareció detrás de las puertas oscilantes, y un minuto más tarde apareció Doris, secándose las manos en el delantal. Tenía una mejilla sucia de harina, pero incluso a distancia, Nick pudo distinguir las ojeras que denotaban su cansancio, y parecía moverse más lentamente que de costumbre.
—Perdón por la apariencia —se disculpó ella, señalándose a sí misma—. Me has pillado preparando la masa para las tartas. Voy un poco retrasada con los preparativos, por lo de la cena de anoche. Necesitaré bastantes horas para tenerlo todo listo antes de que la marabunta inunde el local mañana.
Nick recordó lo que Miley le había dicho y preguntó:
—¿Cuántas personas crees que vendrán el fin de semana?
— ¡Quién sabe! —respondió ella—. Normalmente llegan unas doscientas personas por lo de la gira, a veces incluso más. El alcalde esperaba poder reunir aproximadamente a un millar de personas para la gira de este año, pero siempre me resulta complicado calcular cuántos vendrán a desayunar y a almorzar.
—Si el alcalde tiene razón, este año la congregación será desorbitada, en comparación con otros años.
—Bueno, Tom siempre tiende a ser demasiado optimista, y por eso mismo tiene la necesidad de crear una sensación de premura, para que todo esté listo. Además, incluso si la gente no se apunta a la gira, a todos les gusta asistir al desfile del sábado para ver a la familia Shriner al completo, exhibiendo sus innumerables coches, ¿sabes? A los niños les encanta. Y este año también organizarán un zoo de animales domésticos por primera vez.
—¡Vaya, cuántas actividades!
—Sería mucho mejor si no cayera en pleno invierno. El festival de Pamlico siempre atrae a más gente, pero claro, es en junio, y nosotros normalmente tenemos uno de esos carnavales itinerantes que abre las puertas ese mismo fin de semana. Son días en que un comerciante puede hacerse rico o arruinarse por completo. Me refiero al estrés que originan. Estoy hablando de un montaje diez veces superior a lo que yo estoy preparando ahora.
Nick sonrió.
—La vida aquí nunca deja de sorprenderme.
—Ah, uno nunca sabe si le gustará hasta que no lo prueba, aunque tengo la impresión de que a ti te agradaría vivir aquí.

Doris dijo la frase en un tono asertivo, como si estuviera poniendo a Nick a prueba, y él no estuvo seguro de qué responder. Detrás de ellos, Demi estaba enfrascada limpiando una mesa mientras charlaba animadamente con el cocinero, que se hallaba en la otra punta de la sala. Ambos se reían de las constantes ocurrencias del uno y del otro.
—Bueno, de todos modos —continuó Doris, intentándolo sacar del compromiso de responder—, estoy muy contenta de que hayas venido. Miley me explicó que te había contado lo de mi libreta. Dijo que probablemente no creerás ni una sola de las entradas que contiene; pero si te apetece consultarla, estaré más que encantada de enseñártela. La tengo ahí detrás, en la cocina. —Me gustaría echarle un vistazo —confesó él—. Miley me comentó que habías anotado hasta el más mínimo detalle de todos los casos.
—Así es. Quizá no esté a la altura de lo que puedas esperar de una base de datos informática, pero la verdad es que jamás pensé que a nadie le interesaría leerlo.
—Seguro que me sorprenderá. Y hablando de Miley, precisamente ése es el motivo de mi visita. ¿La has visto esta mañana? No está en la biblioteca.
Doris asintió.
—Pasó por mi casa muy temprano. Por eso he traído la libreta. Me contó que visteis las luces ayer por la noche.
—Sí, así es.
—¿Y?
—Fue una experiencia increíble. Pero tal y como tú aseguras, no se trata de fantasmas.

Ella lo miró con cara de satisfacción.
—Me da la impresión de que ya has averiguado el motivo; si no, no estarías aquí.
—Creo que sí.
—Perfecto —dijo Doris. A continuación hizo una señal por encima del hombro—. Siento no poder quedarme más rato a charlar contigo, pero estoy muy ocupada. Si te parece bien, iré a buscar la libreta. Quién sabe, a lo mejor te da por escribir una historia sobre mis poderes sobrenaturales cuando acabes con la de los fantasmas.
—Nunca se sabe —se rio él.

Mientras Nick observaba cómo Doris desaparecía en la cocina, se puso a pensar en la conversación que acababan de mantener. Había sido muy agradable, pero curiosamente impersonal. Y cayó en la cuenta de que Doris no había contestado realmente a su pregunta sobre el paradero de Miley. Al final no había logrado averiguar nada, lo cual parecía sugerir que —por alguna razón—, de repente, Doris no deseaba hablar sobre Miley. Y eso no le daba buena espina. Levantó la vista y vio que se acercaba de nuevo a la mesa. Esbozaba la misma sonrisa agradable que antes, pero esta vez Nick sintió una sensación de malestar en el estómago.
—Bueno, si tienes alguna pregunta sobre las entradas —dijo ella, entregándole la libreta—, no dudes en llamarme. Y si quieres, puedes copiar lo que quieras; sólo te pido que me la devuelvas antes de que te marches. Le tengo mucho aprecio.
—Así lo haré —prometió él.

Doris se quedó de pie delante de él, y Nick tuvo la impresión de que era su forma de indicarle que la conversación estaba a punto de terminar. En cambio, él no pensaba dar el brazo a torcer tan fácilmente.
—Una cosa más —agregó Nick.
—¿Sí?
—¿Te parece bien si le devuelvo la libreta a Miley, si la veo hoy?
—Ningún problema —respondió ella—. De todos modos, ya sabes dónde encontrarme, por si acaso.
Nick comprendió la indirecta y sintió que el estómago se le encogía todavía más.
—¿Ha mencionado algo sobre mí cuando la has visto esta mañana? —preguntó él.
—No, no me ha contado casi nada. Sin embargo, me ha dicho que seguramente pasarías por aquí.
—¿Estaba bien?
—A veces —empezó Doris lentamente, como si estuviera midiendo las palabras— comprender a Miley es difícil, así que no estoy segura de si puedo responderte o no. Aunque creo que se recuperará, si eso es lo que te interesa.
—¿Estaba enojada conmigo?
—No, de eso sí que estoy segura. No estaba enojada.

Esperando recibir más información, Nick no dijo nada. Un silencio incómodo se formó entre ellos, y Doris lanzó un prolongado suspiro. Por primera vez desde que se habían conocido, Nick se fijó en que las arrugas alrededor de sus ojos delataban su edad.
—Me gustas, Nick, y lo sabes —declaró ella con una voz suave—. Pero me estás poniendo entre la espada y la pared. Tienes que comprender que soy leal a ciertas personas, y Miley es una de ellas.
—¿Y eso qué significa? —preguntó él, notando una repentina sequedad en la boca.
—Significa que sé lo que quieres y lo que estás intentando averiguar, pero no puedo contestarte. Lo único que puedo decirte es que si Miley hubiera deseado que tú supieras dónde estaba, te lo habría dicho.
—¿La veré de nuevo, antes de irme?
—No lo sé. Supongo que eso lo decidirá ella.
Con ese comentario, Nick empezó a asimilar que Miley se había marchado del pueblo.
—No entiendo por qué ha reaccionado de ese modo —dijo Nick, consternado.
Doris sonrió con tristeza.
—Sí —contestó ella—, creo que sí que lo entiendes.
 

Miley se había ido.

Como un eco, las palabras resonaban en su cabeza una y otra vez. Sentado detrás del volante y de vuelta al Greenleaf, Nick intentó analizar los hechos con serenidad. No se alarmó. Jamás sentía pánico. Las ganas que le habían entrado de sonsacarle a Doris el paradero de Miley no tenían importancia, ni tampoco la sensación de desesperación que lo había invadido, simplemente dio las gracias a Doris por su ayuda y se dirigió al coche, como si no hubiera esperado nada diferente.

Y además, se recordó a sí mismo, no había razón alguna para alarmarse. A Miley no le había sucedido nada grave. Simplemente no quería volver a verlo, y eso le dolía. Quizá debería de haberlo supuesto. Le había pedido demasiado, incluso cuando ella le dejó perfectamente claro desde el principio que no estaba interesada en él.

Sacudió enérgicamente la cabeza, pensando que no le extrañaba que ella se hubiera ido. Aunque pudiera ser moderna en ciertos aspectos, en otros era tradicional, y probablemente estaba cansada de tener que hacer frente a sus tácticas seductoras tan transparentes. Probablemente para ella resultaba mucho más fácil marcharse del pueblo que tener que dar explicaciones a alguien como él.

Así pues, ¿qué pensaba hacer? Quizá Miley regresara, o quizá no. Si regresaba, perfecto. Pero si no..., bueno, ahí era cuando empezaba a complicarse todo. Podía quedarse de brazos cruzados y aceptar su decisión, o podía ir a buscarla. Si en algo era diestro era en encontrar a gente. Con la ayuda de información pública, de conversaciones amistosas y de las páginas electrónicas adecuadas, había aprendido cómo seguir la pista de alguien hasta llegar a su mismísima puerta. Sin embargo, pensaba que con Miley no sería necesario recurrir a todas esas artimañas. Después de todo, ella misma le había dado la respuesta que necesitaba. Sí, estaba seguro de que sabía su paradero; lo cual significaba que podía afrontar la cuestión del modo que quisiera.

De nuevo no supo qué pensar.

El hecho de poder afrontar la cuestión no logró aliviarlo de la angustia que sentía. Se recordó a sí mismo que en un par de horas tenía una teleconferencia pendiente, una con importantes ramificaciones para su carrera periodística, y si se marchaba a buscar a Miley, probablemente no sería capaz de hallar una cabina telefónica en el momento preciso. Alvin llegaría esa misma tarde —posiblemente la última de las noches con niebla—, y a pesar de que su amigo podía encargarse de la filmación solo, tendrían que ponerse a trabajar juntos a la mañana siguiente. Además, tampoco podía olvidar que necesitaba dormir un rato, ya que sin duda se avecinaba otra larga noche, y podía sentir el peso del cansancio hasta en el hueso más diminuto de su cuerpo.

Por otro lado, no quería que la historia con Miley acabara de ese modo. Quería ver a Miley, necesitaba verla. Una vocecita en su interior le ordenaba que no se dejara llevar por las emociones y, racionalmente, sabía que no podía esperar nada bueno si salía disparado a buscarla. Aunque la encontrara, probablemente ella no le haría ni caso, o peor aún, pensaría que era un perturbado. Y mientras tanto, a Nate seguramente le daría un síncope, Alvin se sentiría abandonado y furioso, y él echaría por la ventana la historia de los fantasmas y su brillante futuro profesional.

Al final la decisión era más que sencilla. Aparcó el coche delante del búngalo que ocupaba en el Greenleaf, y asintió con cara de satisfacción. Haber analizado la cuestión bajo ese prisma le había permitido ver con claridad lo que tenía que hacer. Después de todo, no se había pasado los últimos quince años recurriendo a la lógica y a la ciencia sin aprender nada en todo el proceso.

Ahora, se dijo a sí mismo, todo lo que tenía que hacer era preparar la maleta.

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Hola! (? Estoy publicando de esta novela porque... es sólo copiar, pegar & editar. :B OHSIII. LOL. Hoy son los Golden Globes :D creo son en TNT, aunque ni idea de a qué hora empiezan xq lo estoy viendo nada D: aún... hahaha okya. (: Bien, eso es todo. :P

Bye, las amo & NUNCA DEJEN DE CREER! atte: AIMiller / Nicky AB. <3

2 comentarios:

  1. no puedes dejarla ahi >:c lkasjf pucha la miley DDDDDDDD: alksa que le habra pasado(? alkksjfas
    sube pronto por favor!!!! jflkajslfa cuidate c: tq

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  2. NOOOO ME LA DEJES AHI QUE SE ESTA PONIENDO MUY INTERESANTE LA ADORE SEGUILAA Y NO TE OLVIDES DE LA OTRA NOVE QUE TABIEN ME ENCANTA..BESOSS

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