Andrea pasó las siguientes
dos semanas pensando en la proposición de matrimonio tan indignante de Aaron.
Una parte de ella quería decirle
que sí, aunque solamente fuera por el niño. Era, obviamente, la parte de ella
que aún creía en los príncipes azules y en los finales felices. Esa parte suya
era todavía una quinceañera.
Ahora, la parte de ella
que era una universitaria sensata y lógica, y sobre todo fiel a sus creencias,
se negaba a aceptar esa proposición de matrimonio, ya que era solamente por el
bebé en camino.
Pero había una cosa que su
parte quinceañera y su parte sensata no querían negar pero tampoco querían
admitir.
Se había enamorado de
nuevo, del mismo hombre, después de tantos años de no haberlo visto ni de haber
tratado con él.
Ya no era un chico de
dieciséis años, sino que era un hombre hecho y derecho, futuro ingeniero, y el
padre de su hijo.
Realmente, esto no podría
estar pasando.
Casi no habían hablado en
esas últimas dos semanas. Aaron había estado en su casa, pero ella se mostraba
bastante fría con él.
Andrea estaba esperando
que él llegara, ya que ese día la acompañaría al ginecólogo para una ecografía.
Ya que apenas tenía dos meses de embarazo, no se le notaba casi nada que
estuviera embarazada.
Aaron tocó el timbre, y
Andrea agarró sus cosas para irse.
-Hola –dijo Aaron, cuando
abrió la puerta-. ¿Lista?
-Sí, creo…
Llegaron a la clínica de
la ginecóloga y entraron al consultorio.
-Buenos días, chicos –dijo
la ginecóloga-. ¿Vienen por una ecografía?
-Sí –dijo Aaron-. Queremos
ver cómo va el embarazo.
-Bueno. Te voy a pedir,
cariño, que subas quites la ropa y te subas a la camilla. Por allá –señaló una
puerta, seguramente el baño-. Si quieres, tu novio puede ir.
-¡No! –dijo casi
gritando-. Quiero decir, no quiero que venga conmigo. Ni siquiera es mi novio.
-Soy solamente el padre de
su hijo –dijo Aaron, visiblemente herido-.
La ginecóloga asintió en
silencio, mientras le daba a Andrea la bata celeste que tendría que colocarse.
Andrea entró al baño, y salió del mismo dos minutos después, con su ropa en la mano
y la bata puesta. Aaron pareció comerla o desnudarla con la mirada, por lo que
ella le devolvió un gesto muy obsceno con uno de sus dedos. Aaron no dijo nada.
Andrea se subió a la
camilla, y procedieron a hacer la ecografía. Le colocaron una sustancia
gelatinosa celeste a Andrea en el vientre, y la ginecóloga pasó un pequeño
aparato con forma de mango encima. Aaron se sentó junto a Andrea, y ambos
comenzaron a ver la pantalla donde se reflejaban las imágenes. De repente, la
ginecóloga se detuvo.
-Justo eso, ¿lo ven? –señaló
a la mancha gris sobre la pantalla negra-. Eso es su bebé.
-¿En serio? ¡Dios, qué
lindo! –dijo Andrea, ruborizándose-.
-Tienes aproximadamente
ocho semanas.
-Eso es dos meses. ¿A qué
mes podemos saber el sexo del bebé?
-Oh, bueno, más o menos a
los cuatro o cinco meses.
-¿Podemos volver a los
cuatro o cinco meses, Aaron?
-Claro –dijo Aaron, olvidándose
de la señal obscena-.
-Para tener bien
controlado el embarazo, tendrán que venir cada mes. Después, cada quince días,
y después, cada semana. Podríamos intentarlo el próximo mes, pero para más
seguridad, dentro de dos meses.
-¿El bebé está bien,
doctora?
-Todo indica que está
perfecto.
Salieron del consultorio
juntos, con una copia de las imágenes de la ecografía que Andrea seguramente
pondría en su nevera, y en su álbum favorito de fotos.
Al llegar al edificio
donde vivía Andrea, Aaron aceleró y cambió de dirección.
-¿Qué demonios estás haciendo?
-Vaya, es la primera vez
que hablas conmigo desde que salimos del consultorio.
-Aaron, déjame en mi
apartamento.
-Mejor vamos al mío.
-¿Por qué?
-Quiero que lo conozcas.
¿Eso tiene algo de malo?
-¡Quiero estar en mi casa!
¡Cleo no ha comido desde la mañana!
-Es una gata paciente,
seguramente entenderá.
-Eres un estúpido.
-Pero soy el padre de tu
hijo.
-No metas al bebé en esto.
-¿Tengo que recordarte que
el bebé es el por qué estoy aquí contigo?
-¿Por qué no te esfumas?
-Por favor, Andrea. Solo cállate.
Andrea se quedó callada
hasta que llegaron al apartamento de Aaron y entraron.
-Tienes un lindo
apartamento, Aaron –admitió ella, sentándose en el sofá de cuero-.
-Gracias. La verdad es que
estaba cansado ya de ver el rosa por todas partes.
-¡A Cleo le gusta el rosa!
-¡Cleo es una gata! ¡Los
gatos no ven en colores!
-Bueno, ¡pues a ella le
gusta! Además, si el bebé es niña su habitación será rosada.
-Estás loca.
Andrea lo miró desafiante,
y él apartó la vista.
-Mira, Andrea. Has tenido
dos semanas para pensarlo, y quiero saberlo. ¿Quieres casarte conmigo?
-No quiero casarme contigo
por el bebé.
-Pero es evidente que
solamente existe eso entre nosotros dos.
-¿Además del odio muto que
nos tenemos?
-Andrea, no hagas las
cosas más difíciles.
-¿Pues sabes algo?
-¿Qué?
-Acepto casarme contigo –las
palabras salieron de su boca antes de poder evitarlo-. Pero no quiero vivir
contigo. Bueno, tal vez vivir contigo sí, pero no planeo compartir mi cama contigo.
Aaron estaba sorprendido.
¿Ella había aceptado?
-¿En serio?
-Sí. En serio.
-Vaya…
-¿Qué? ¿Te asombra?
-Sí. La verdad es que sí.
-Pero de una vez te digo
una cosa. Nos casemos o no por la iglesia, en mi religión no están bien vistos
los divorcios.
-¿Y si lo nuestro no
funciona?
-Entonces no deberíamos
casarnos, ¿o sí?
-Andrea…
-Podríamos casarnos ahora
mismo.
-¿Cómo?
-Podríamos ir al juzgado,
podríamos llamar a unos amigos y que ellos fueran los testigos.
-Andrea, ¿te sientes bien?
Andrea se quedó callada.
-Mejor hagámoslo antes de
que me arrepienta.
-*-
-…Y como decretan las
leyes de este país, ya son marido y mujer –dijo el juez que se encargaba de los
matrimonios en el juzgado-.
Ambos ya habían firmado
los papeles, junto con la mejor amiga de Andrea y el mejor amigo de Aaron como
testigos.
-Finalmente –dijo Andrea,
exasperada-.
-Ya estamos casados –susurró
Aaron, aún sin poder digerir la noticia.
-Gracias por su atención –le
dijo Andrea al juez, y los cuatro salieron del lugar-. Vaya, pensé que eso
nunca acabaría –le dijo a su mejor amiga, Devonnie-. Dev, gracias por todo.
-No hay de qué, Andrea –dijo,
y la abrazó-. Bueno, ya tengo que irme. ¡Me tienes que contar todo por
teléfono! –gritó, aunque supuestamente estaba susurrando. Devonnie no sabía
nada-.
-Que te vaya bien, Dev.
Ambas se despidieron, y
Devonnie se fue.
-Felicidades, hermano –le dijo
Mark a su mejor amigo-. Aunque me tienes que contar todo por teléfono.
-Claro –dijo Aaron, riendo
y despidiéndose-. Cuídate, ¿eh?
-Claro, gracias. Y cuida a
tu esposa ahora –le dijo, guiñándole a Andrea-. Ha sido un placer conocerla,
señorita.
-Gracias, Mark.
Mark se fue, y Aaron y
Andrea se quedaron solos afuera del juzgado. Entonces, ella se dirigió al auto
de Aaron.
-Vámonos, por favor. ¿Sí?
-Claro, pero tendré que
pasar un momento a un centro comercial. ¿Te importaría quedarte unos veinte
minutos en el auto?
-¿Qué? ¿Estás loco?
¿Quieres que me secuestren y me maten?
-Andrea…
-Yo pasaré contigo al
centro comercial, ¿entendido?
-Pero no estarás conmigo
mientras compre lo que tengo que comprar, ¿no?
-Estaba pensando en ir a
buscar vestidos para embarazadas. Pronto los que tengo no me van a quedar.
-Está bien.
Aaron condujo hasta el
centro comercial, donde Andrea fue a buscar vestidos y ropa pre-mamá, y Aaron
fue a comprar un juego de anillos para ella y para Andrea.
Al terminar de comprar los
que él consideró perfectos, buscó a Andrea en el local “Bebé y Mamá”, donde
ella le había dicho que estaría. La encontró ya pagando unas cosas, la esperó y
se fueron.
Puesto a que ya eran más
de las siete de la noche, Andrea había accedido a quedarse a dormir en casa de
Aaron. Él tenía una recámara para invitados. Y aunque su preocupación había
sido la pequeña Cleo, Andrea decidió que la recompensaría al día siguiente por
no haberse pasado por allí.
-Andrea, ahora que ya
estamos casados… -comenzó a decir Aaron, nervioso, mientras entraban al
apartamento. Andrea se le quedó viendo-.
-¿Qué? –preguntó,
confundida. Aún no estaba acostumbrada a la idea de estar casada-.
-Hay algo de lo que quiero
hablarte.
-¿Sí?
-Sí. Yo, eh, bueno…
-¿Qué cosa?
-Se supone que esta es la
noche de bodas, ¿verdad?
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Hello, goodbye señoritas. O/ Espero les haya gustado! Las quiero. :3
-Ana A.
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