En el otro extremo del pueblo, en el Herbs, Joe Miller, el ayudante del sheriff, tenía un aspecto apesadumbrado, con la mirada clavada en su taza de café, preguntándose adonde había ido Miley con ese urbanita.
Se había aventurado a presentarse en la biblioteca por sorpresa con la intención de invitar a Miley a comer para que el urbanita supiera exactamente cómo estaban las cosas. Pensó que a lo mejor ella incluso le permitiría escoltarla hasta el coche mientras el forastero los observaba por la ventana, muerto de envidia.
Sabía exactamente lo que a ese tipo le atraía de Miley; había que estar ciego para no verlo. Ella era la chica más guapa del condado, probablemente de todo el estado, incluso quizá del mundo entero.
Normalmente los tipos que decidían encerrarse un par de días en la biblioteca para llevar a cabo alguna investigación no le quitaban el sueño, y tampoco se inquietó la primera vez que oyó hablar del urbanita. Pero entonces empezó a oír cuchicheos por doquier sobre el recién llegado y decidió verlo con sus propios ojos. Y se dio cuenta de que los del pueblo tenían razón: sólo necesitó examinarlo una única vez para cerciorarse de su innegable pinta de seductor empedernido; nada que ver con el típico provinciano. Se suponía que los que se encerraban en la biblioteca eran hombres mayores con aspecto de profesores despistados, ratitas sabias con gafas, con los hombros caídos hacia adelante y con un apestoso aliento a café. Pero el urbanita no era así. Ese tipo parecía como recién salido del Della, el único salón de belleza del pueblo. Pero incluso eso no le habría preocupado demasiado de no ser porque, en esos precisos instantes, ese par andaba paseándose por el pueblo sin ninguna otra compañía; sólo ellos dos.
Joe resopló con rabia. ¿Dónde diantre se habían metido?
No en el Herbs, y tampoco en el Pike's Diner. Había inspeccionado el aparcamiento del otro restaurante, y el coche de Miley no estaba allí aparcado. Podría haberse atrevido a entrar y preguntar si los habían visto, pero probablemente entonces él se habría convertido en la comidilla del pueblo, y no estaba seguro de que fuera una idea demasiado acertada. Todos sus amigos siempre le gastaban bromas sobre Miley, especialmente cuando mencionaba que tenía otra cita con ella. Le decían que se olvidara de ella, que Miley sólo accedía a salir con él para no ser descortés, pero él sabía que no era cierto. Miley siempre aceptaba salir con él cuando él se lo pedía, ¿no? Se quedó meditabundo... Bueno, al menos la mayoría de las veces. Ella jamás le había dado un beso, cierto, pero eso no significaba nada. Joe tenía la paciencia de un santo con Miley, y creía que poco a poco se iban acercando al momento estelar. Cada vez que salían, presentía que daban un paso adelante hacia algo más serio. Lo sabía. Y también sabía que lo único que les pasaba a sus amigos era que estaban celosos.
Deseó que Doris pudiera revelarle algo, pero la vieja no estaba en el local. Le habían dicho que había ido a casa del contable, aunque seguramente no tardaría en volver. El problema era que no podía esperar más; se le acababa el rato de descanso que tenía. Además, probablemente Doris negaría saber nada al respecto. Había oído que a la vieja le gustaba el urbanita, ¿qué raro, no?
—¿Estás bien, cielo? —le preguntó Demi. Joe levantó la vista y la vio de pie delante de él, con la cafetera en la mano.
—Oh, no te preocupes, Demi; es sólo uno de esos días en los que todo parece pesar más de la cuenta.
—¿Los chicos malos te están mareando de nuevo?
Joe asintió.
—Sí, por decirlo de algún modo.
Ella sonrió, y su cara resplandeció con un atractivo especial, aunque Joe no pareció darse cuenta. Hacía tanto tiempo que la conocía, que simplemente era capaz de verla como a una hermana.
—Ya verás como todo se arregla. —Intentó reconfortarlo ella.
Joe volvió a asentir con la cabeza.
—Supongo que sí.
Demi apretó los labios. A veces Joe la preocupaba.
—¿Estás seguro de que no quieres comer nada? Sé que tienes prisa, así que puedo pedirle al cocinero que te prepare algo rápido.
—No, gracias; no tengo hambre. Y en el coche tengo una barra de proteínas por si más tarde me entra apetito. De verdad, no te preocupes. —Le tendió la taza vacía—. Aunque aceptaré encantado otra taza de café.
—¡Eso está hecho! —exclamó Demi en un tono animado.
—Oye, ¿por casualidad no sabrás si Miley ha pasado por aquí? ¿Quizá para que le preparasen algo para comer?
Ella sacudió enérgicamente la cabeza.
—No la he visto en todo el día. ¿La has buscado en la biblioteca? Si quieres, puedo pasarme por allí para ver si está; bueno, eso si se trata de algo importante...
—No, no es nada importante.
Demi se quedó inmóvil delante de la mesa, como si estuviera considerando lo que iba a decir a continuación.
—Esta mañana te he visto sentado con Nick Jonas.
—¿Quién? —inquirió Joe, intentando aparentar un aire abstraído.
—El periodista de Nueva York. ¿No te acuerdas?
—Ah, sí. Pensé que lo más cortés era presentarme.
—Es un tipo muy apuesto, ¿no crees?
—Mira, no me fijo en si los otros hombres son apuestos o no —dijo él refunfuñando.
—Pues para que te enteres, lo es. Podría pasarme todo el día contemplándolo. Ese pelo... Me entran unas ganas inmensas de acariciar ese pelo con mis dedos. Todo el mundo habla de él.
—Pues qué bien —murmuró Joe, sintiéndose todavía peor.
—Me ha invitado a ir a Nueva York —dijo Demi vanagloriándose.
Joe levantó la vista y la miró desconcertado, preguntándose si había oído bien.
—¿Ah, sí?
—Bueno, más o menos. Me dijo que debería visitar esa ciudad, y aunque no utilizó las palabras precisas, creo que se refería que quería que fuera a visitarlo a él.
—¿De veras? Eso es fantástico.
—¿Y qué te ha parecido?
Joe se puso tenso en la silla.
—Bueno, tampoco es que hayamos hablado tanto rato...
—Oh, pues deberías hacerlo. Es un tipo muy interesante, muy listo. Y ese pelo... ¿Dijo algo sobre su pelo?
—No —respondió Joe. Tomó otro sorbo de café, intentando ordenar las ideas para comprender lo que sucedía. ¿De veras ese tipo había invitado a Demi a ir a Nueva York? ¿O Demi se había autoinvitado? No estaba del todo seguro. No podía creer que el urbanita la encontrara atractiva, y sin lugar a duda ese tipo era la clase de hombre que volvía locas a mujeres como Demi, pero... Demi solía exagerar y Miley y el urbanita estaban por ahí solos, en algún lugar desconocido. Algo no acababa de cuadrar en toda esa historia.
Joe hizo ademán de levantarse de la silla.
—Bueno, si ves a Miley, dile que he pasado a saludarla, ¿vale?
—No te preocupes. ¿Quieres que te ponga el resto del café en un vaso térmico para que te lo puedas llevar?
—No, gracias. Me parece que ya he tomado suficiente café para el resto del día. Tengo el estómago un poco irritado.
—Oh, pobrecito. Creo que tenemos Pepto-Bismol en la cocina. ¿Quieres un par de pastillas?
—Te lo agradezco, Demz —respondió, intentando henchir el pecho para parecer de nuevo un oficial de policía—. Pero no creo que eso me ayude.
Al otro lado del pueblo, en la puerta de la oficina del contable, Gherkin apretó el paso para atrapar a Doris.
—¡Justo la mujer que quería ver! —exclamó.
Doris se dio media vuelta y observó al alcalde mientras éste le acercaba. Gherkin lucía una americana roja y unos pantalones a cuadros, y Doris no pudo evitar preguntarse si era daltónico. La mayoría de las veces exhibía unos trajes absolutamente ridículos.
—¿Qué puedo hacer por ti, Tom?
—Como seguramente ya habrás oído, o quizá no, estamos preparando una cena especial para nuestro ilustre visitante, el señor Nick Jonas. Está escribiendo una historia sobre el pueblo que puede ser una verdadera bomba, y...
Doris terminó la historia mentalmente, repitiendo las palabras al mismo tiempo que el alcalde.
—... ya sabes lo importante que eso podría ser para el pueblo.
—Sí, eso he oído —aseveró ella—. Y seguramente será especialmente productivo para tu negocio.
—En esta ocasión pienso en toda la comunidad —proclamó él, ignorando el comentario mordaz—. Me he pasado la mañana intentando organizarlo todo para que no haya ni un solo fallo. Y pensaba que igual te gustaría colaborar; por ejemplo, podrías preparar algo para comer.
—¿Quieres que me encargue de la cena?
—No gratuitamente, por supuesto. El Consistorio estará más que encantado de pagar los gastos. Hemos pensado en organizar una fiestecita en la plantación del viejo Lawson, en las afueras del pueblo. Ya he hablado con los encargados de la plantación, y me han confirmado que estarán más que encantados de prestarnos las instalaciones. Podríamos usar el evento como el pistoletazo de salida de la «Visita guiada por las casas históricas». También he hablado con los del periódico, y uno de los reporteros piensa dejarse caer por allí para...
—¿Y cuándo planeas ofrecer esa fiestecita? —preguntó ella, interrumpiéndolo bruscamente.
El alcalde pareció un poco contrariado ante la abrupta interrupción.
—Esta noche. Pero como iba diciendo...
—¿Esta noche? —volvió a interrumpirlo—. ¿Quieres que prepare la cena para esta noche?
—Es para una buena causa, Doris. Sé que demuestro una enorme desconsideración pidiéndote un favor así, pero te aseguro que esta oportunidad puede reportar unos enormes beneficios para el pueblo, por lo que no podemos perder el tiempo si queremos sacar una buena tajada. Los dos sabemos que tú eres la única persona capaz de organizar una cosa de tal envergadura. Tampoco es que te pida nada especial... Más bien estaba pensando en tu pollo con pesto, pero preparado no como un bocadillo sino...
—¿Nick Jonas sabe lo de la fiestecita?
—Claro que sí. Se lo comenté esta mañana, y pareció muy contento.
—¿De veras? —apuntó ella, apoyándose en la pared y con cara de incrédula.
—Y también había pensado en invitar a Miley. Ya sabes lo importante que es tu nieta para todos los muchachos del pueblo.
—No creo que acepte. Odia ir a esa clase de eventos; sólo asiste cuando es absolutamente necesario, y no me parece que éste sea absolutamente necesario.
—Quizá tengas razón. De todos modos, como iba diciendo, me gustaría aprovechar esta noche para inaugurar el programa del fin de semana.
—Creo que olvidas que estoy en contra de la idea de usar el cementerio como una atracción turística.
—Lo sé —aseveró él—. Recuerdo tus palabras exactamente. Pero tú quieres hacer oír tu voz, ¿no es cierto? Si no te dejas ver, no habrá nadie que represente tu punto de vista.
Doris se quedó mirando al alcalde fijamente durante un buen rato. Sin lugar a dudas, ese hombre sabía perfectamente qué tecla había que pulsar en cada momento. Además, tenía razón. Podía imaginar lo que Nick acabaría escribiendo si ella no asistía a la cena y él sólo recibía información por parte del alcalde. Tom tenía razón: ella era la única que podía organizar una cena en tan poco tiempo.
Al alcalde no se le escapaba que Doris se había estado preparando para el duro fin de semana que se avecinaba, y que en la cocina del Herbs tenía comida de sobras para abastecer a todo un regimiento.
—De acuerdo —capituló Doris—. Me encargaré de la cena, pero ni por un segundo creas que me pondré a servir a toda esa gente. Será un bufé libre, y yo me sentaré en una de las mesas, como el resto de los invitados.
Gherkin sonrió.
—Es que no lo aceptaría de otro modo, Doris.
Joe Miller, el ayudante del sheriff, estaba sentado en su coche, aparcado justo enfrente de la biblioteca, preguntándose si debía entrar o no a hablar con Miley. Podía ver el auto del urbanita en el aparcamiento, lo cual significaba que ya habían regresado de quién sabía dónde, y podía ver luz en el despacho de Miley a través de la ventana.
Se imaginó a Miley sentada delante de la mesa, leyendo, con las rodillas dobladas y los pies sobre la silla, jugueteando con un mechón de pelo con una mano mientras que con la otra pasaba las páginas de un libro. Deseaba verla, pero el problema era que sabía que no tenía ninguna excusa para hacerlo. Jamás se dejaba caer por la biblioteca para charlar con ella porque era consciente de que tal vez Miley no quería que lo hiciera. Ella nunca le había sugerido que fuera a verla, y si alguna vez él intentaba encauzar la conversación en esa dirección, Miley cambiaba de tema. En cierto modo tenía sentido, porque ella tenía que trabajar, pero al mismo tiempo, Joe pensaba que si la convencía para que le permitiera visitarla de vez en cuando, eso supondría otro pequeño paso adelante en su relación.
Vio pasar una figura cerca de la ventana y se preguntó si el urbanita estaba en el despacho con ella.
Súbitamente se puso tenso. Eso sería terrible. Primero una cita para comer —algo que él y Miley jamás habían hecho—, y ahora una visita de confianza en el trabajo. Apretó los dientes con rabia ante tal pensamiento. En menos de un día ese tipo había logrado abrir una brecha e instalarse plácidamente en la vida de Miley. Bueno, quizá tendría que intercambiar unas cuantas palabras con él y dejarle las cosas claras, para que comprendiera exactamente la situación.
Por supuesto, con esa actitud constataría que la relación entre Miley y él iba en serio, algo de lo que no estaba tan seguro. Hasta el día anterior se había mostrado satisfecho con el estado de su relación; bueno, si era franco consigo mismo, quizá no del todo satisfecho. Habría preferido que las cosas avanzaran con un poco más de rapidez, pero eso era otra cuestión. El asunto ahora era que hasta el día anterior estaba convencido de no tener ningún adversario, y en cambio, hoy, ese par estaba sentado ahí arriba, ¡los dos juntos! Probablemente reían y bromeaban, disfrutando como enanos, mientras él estaba sentado en el coche, con el motor parado, espiándolos desde la calle.
Pero claro, quizá Miley y el urbanita no estaban juntos en el despacho. Quizá Miley estaba haciendo..., bueno, su trabajo de bibliotecaria, mientras él se hallaba en la otra punta de la biblioteca, sentado, con el cuerpo encorvado, leyendo algún libro más que aburrido. A lo mejor Miley sólo pretendía ser cortés con él, ya que no podía obviar el hecho de que era forastero. Consideró un par de veces dicha posibilidad, y admitió —no sin alivio— que tenía sentido. Maldición; todo el mundo se esmeraba por intentar que ese tipo se sintiera como en casa, el alcalde el primero. Esa mañana, cuando tenía acorralado al urbanita, justo en el momento en que iba a dejar claras las reglas del juego, el alcalde (¡el alcalde!) había ayudado a ese energúmeno a escapar airoso. Y ahora, ese desgraciado y Miley estaban recogiendo flores y contemplando juntos el arco iris.
Pero a lo mejor no era así, tuvo que recordarse a sí mismo. Odiaba no saber qué era lo que pasaba, y justo en el momento en que se preparaba para salir del coche y dirigirse al edificio, sus pensamientos se vieron truncados por unos golpecitos secos en la ventana del coche. Necesitó unos instantes para enfocar la cara que había al otro lado del cristal.
El alcalde. ¡Vaya con ese plasta inoportuno! Era la segunda vez que lo interrumpía en el mismo día.
Joe bajó el cristal, y una bocanada de aire helado penetró en el coche. El alcalde se apoyó en el marco de la ventana usando sus manos como soporte.
—¡Justo el hombre que andaba buscando! —exclamó Gherkin—. Pasaba por aquí y he visto tu coche aparcado, y de repente he pensado que esta noche necesitaremos a un representante de las fuerzas de la ley.
—¿Para qué?
—Para la fiestecita que estoy organizándole a Nick Jonas, nuestro ilustre visitante, esta noche, en la plantación de Lawson.
Joe parpadeó varias veces seguidas.
—Bromeas, ¿verdad?
—No, de ningún modo. De hecho, le he pedido a Gary que le haga una copia de la llave de la ciudad.
—La llave de la ciudad —repitió Joe.
—Por supuesto, pero no se lo cuentes a nadie. Es una sorpresa. Pero ya que todo este tema está adoptando un cauce demasiado oficial, te agradecería mucho que vinieras esta noche. De ese modo conferiríamos a la velada un aire más... más solemne. Mira, podrías estar a mi lado cuando le entregue la llave de la ciudad.
Joe hinchió el pecho, sintiéndose adulado. No obstante, no había ninguna posibilidad de que aceptara la proposición.
—Me parece que eso debería hacerlo mi jefe, ¿no te parece?
—Bueno, sí. Pero ambos sabemos que estos días está en la montaña cazando, y puesto que tú asumes el cargo cuando él no está, es una de esas cosas que te toca hacer.
—No sé, Tom. Tendría que buscar a alguien para que me reemplazara. Es una pena, pero no creo que pueda hacerlo.
—Sí, es una pena, pero lo comprendo. El deber es lo primero.
Joe suspiró aliviado.
—Gracias.
—Estoy seguro de que a Miley le sabrá mal no verte.
—¿Miley?
—Sí, claro. Es la bibliotecaria, y eso la convierte en una de las dignatarias que tiene que asistir. Precisamente venía para comunicárselo. Bueno, probablemente no le importará pasar la noche charlando con nuestro huésped, si tú no estás. —El alcalde se incorporó—. Pero no te preocupes; lo comprendo, de veras.
—¡Un momento! —gritó Joe mientras su cerebro intentaba procesar la información rápidamente—. Has dicho que es esta noche, ¿verdad?
Gherkin asintió.
—No sé en qué estaba pensando, pero creo que Bruce tiene guardia, así que seguramente podré organizarme para venir un rato.
Gherkin sonrió.
—Me alegro mucho. Y ahora, si me perdonas, me voy a la biblioteca a charlar con la señorita Cyrus. ¿Tenías intención de hablar con ella? Porque si es así, puedo esperar.
—No —repuso Joe—. Simplemente dile que la veré más tarde.
—Se lo diré, no te preocupes.
Tras conseguir alguna información adicional para Nick y hacer una rápida incursión en su despacho, Miley se halló rodeada de una veintena de niños, algunos cómodamente instalados en las faldas de sus madres. Sentada en el suelo, Miley empezó a leer su tercer libro. En la sala había un gran alboroto, como siempre. En una mesita baja situada en un rincón había galletas y ponche; en la esquina más alejada, algunos de los niños que mostraban menos interés por la narración jugaban con los juguetes que Miley había colocado en las estanterías. Otros se dedicaban a pintar con los dedos sobre un tapete que ella había diseñado. La sala estaba decorada con colores intensos; las estanterías se asemejaban a divertidos lápices de colores, y a pesar de las protestas de algunos de los voluntarios más veteranos y de los empleados —que querían que los niños se sentaran en silencio mientras duraba la sesión de lectura, tal y como habían hecho siempre—, Miley deseaba que los pequeños se lo pasaran en grande en la biblioteca. Quería que tuvieran ganas de venir, aunque eso implicara abarrotar las estanterías de juguetes y disponer de una sala menos silenciosa. A lo largo de los años había tenido la satisfacción de ver cómo docenas de niños disfrutaban jugando durante un año o más antes de descubrir el placer de las historias, y eso le parecía un gran logro. Siempre y cuando siguieran yendo a la biblioteca, claro.
Pero hoy, mientras leía, su mente estaba ausente, en otro lugar lejos de la sala y de lo que allí sucedía, pensando en el rato que había compartido con Nick durante la hora de la comida. Aunque no pudiera definirse como una cita, para ella había tenido casi el mismo efecto, lo cual era francamente desconcertante. Reviviendo esos momentos, se dio cuenta de que había revelado más cosas de sí misma de las que quería, y trató de recordar cómo había sucedido. Él no había intentado sonsacarle ninguna información; simplemente había pasado y punto. Pero ¿por qué diantre seguía todavía dándole vueltas al asunto?
No se consideraba una neurótica; no era propio de ella realizar esa clase de análisis inacabable. Y además, se dijo a sí misma, ni siquiera había sido una cita formal. No obstante, no importaba lo mucho que intentara no pensar en él, la imagen de Nick continuaba apareciendo en su mente irremediablemente, con su sonrisa socarrona y su expresión genuinamente divertida ante las anécdotas que ella le contaba. ¿Qué debía de pensar sobre su vida en el pueblo? ¿Y qué pensaba sobre ella? Recordó que incluso se había ruborizado cuando él le había dicho que la encontraba encantadora. ¿Qué demonios le pasaba? Quizá, pensó, se debía a que se había sincerado más de la cuenta con él hablándole sobre su pasado, y eso la había dejado en una posición vulnerable.
Se dijo a sí misma que no volvería a caer en el mismo error. Sin embargo...
No podía negar que no lo había pasado nada mal. Charlar con un desconocido, con alguien que no conocía nada ni a nadie del pueblo, le había resultado un ejercicio sencillamente refrescante. Casi había olvidado lo especiales que esas situaciones podían llegar a ser. Y se sintió gratamente sorprendida. Doris tenía razón. Ese individuo era más interesante de lo que le había parecido a simple vista, y si bien continuaba mostrándose del todo incrédulo respecto a la existencia de misterios sobrenaturales, había demostrado gozar de un excelente humor a la hora de abordar sus creencias y sus formas de vida tan divergentes. Incluso había sido capaz de reírse de sí mismo, lo cual le pareció un hecho francamente destacable.
Mientras continuaba leyendo historias a los niños —gracias a Dios, no era un libro complicado—, su mente se negaba a abandonar tales pensamientos.
De acuerdo. Le gustaba Nick; lo admitía. Y la verdad era que deseaba pasar más tiempo con él. Pero incluso esa aseveración no consiguió convencer a su vocecita interior, que le recordaba que no debía arriesgarse demasiado si no quería salir herida.
Tenía que andar con sumo cuidado, ya que —aunque parecían llevarse bien— Nick Jonas le haría daño irremediablemente si ella bajaba la guardia.
Nick estaba sentado con el cuerpo encorvado sobre una serie de mapas de Boone Creek que se remontaban a 1850. Cuanto más antiguos eran, más detalles parecían contener, y mientras examinaba cómo el pueblo había cambiado década tras década, se dedicó a apuntar notas adicionales. Desde la pequeña villa tranquila que había nacido al abrigo de una docena de carreteras, el pueblo se había ido expandiendo sin parar por todos lados.
El cementerio, tal y como ya sabía, estaba ubicado entre el río y Riker's Hill, y lo que era más importante: si trazaba una línea recta entre Riker's Hill y la fábrica de papel, dicha línea pasaba por el cementerio. La distancia total era de un poco más de tres millas, y sabía que era posible que una luz se refractara en esa distancia, incluso en una noche con niebla. Se preguntó si la fábrica contaba con un tercer turno de trabajo, porque eso implicaría que el lugar estaría totalmente iluminado incluso por la noche. Con la capa adecuada de niebla y con suficiente luminosidad, podría explicar todo el misterio en un santiamén.
En cuanto a la posibilidad del reflejo de la luz, pensó que debería haberse fijado en la línea recta entre la fábrica de papel y Riker's Hill cuando se hallaba en la cima de la colina. En lugar de eso, se había dedicado a disfrutar de la panorámica, reconocer diversos enclaves del pueblo y pasar el rato con Miley.
Todavía intentaba comprender el repentino cambio en el comportamiento de ella. Ayer no quería saber nada de él, y hoy..., bueno, hoy era un nuevo día, ¿no? Y lo más preocupante era que no podía dejar de pensar en ella, y no precisamente en los aspectos habituales, como por ejemplo: qué tal se comportaría en la cama. No podía recordar la última vez que le había sucedido algo similar. Probablemente desde Selena, pero de eso hacía mucho tiempo. Casi toda una vida, cuando él era una persona completamente distinta a la que era ahora. Mas hoy la conversación había fluido de una forma tan natural, tan cómoda, que a pesar de que sabía que debía acabar de analizar esos mapas que tenía delante, todo lo que deseaba era pasar más tiempo con ella para conocerla mejor.
«¡Qué raro!», pensó, y antes de que pudiera pararse a pensar en lo que estaba sucediendo, se levantó de la mesa y se encaminó hacia las escaleras. Sabía que ella estaba leyendo historias a un puñado de niños, y no tenía intención de molestarla, pero de repente le entraron unas enormes ganas de verla.
Bajó las escaleras y enfiló hacia las puertas de cristal. Sólo necesitó un instante para divisar a Miley sentada en el suelo, rodeada de niños.
Leía de un modo muy animado, y Nick no pudo evitar sonreír al ver sus exageradas muecas: los ojos abiertos como un par de naranjas, la boca abierta, su forma de inclinarse hacia delante cuando quería enfatizar algo en la historia. Las madres estaban sentadas con las caras complacidas. Había un par de niños tan quietos como estatuas; el resto tenía pinta de haberse tomado alguna pastilla para estar en movimiento constante.
—Realmente es especial, ¿eh?
Nick se dio la vuelta, sorprendido.
—Alcalde, ¿qué está haciendo aquí?
—He venido a verte, por supuesto, y también a la señorita Miley, por lo de la cena de esta noche. Prácticamente ya está todo organizado; me parece que te quedarás bastante impresionado.
—No me cabe la menor duda —apuntó Nick.
—Pero tal y como te decía, ella es realmente especial, ¿eh?
Nick no contestó, y el alcalde le guiñó el ojo antes de proseguir.
—Me he fijado en el modo en que la miras. Los ojos pueden delatar los sentimientos de un hombre. Los ojos siempre dicen la verdad.
—¿Qué se supone que significa eso?
El alcalde sonrió burlonamente.
—No lo sé. ¿Por qué no me lo cuentas tú?
—No hay nada que contar.
—Claro que no —dijo el alcalde al tiempo que esbozaba una mueca de complicidad.
Nick sacudió la cabeza repetidas veces.
—Mire, señor alcalde... Tom...
—Oh, no importa. Sólo estaba bromeando. Pero déjame que te diga un par de cosas acerca de la fiestecita de esta noche.
El alcalde le refirió dónde se celebraría la cena y luego le explicó cómo llegar hasta allí.
—¿Crees que serás capaz de encontrar el lugar? —le preguntó el alcalde cuando terminó de darle las indicaciones.
—Tengo un mapa —murmuró Nick.
—Seguramente te ayudará, pero no olvides que esas carreteras no están muy iluminadas, que digamos. Resulta muy fácil perderse si uno no va con cuidado. Lo más aconsejable sería que fueras con alguien que sepa cómo llegar hasta allí.
Cuando Nick lo observó con curiosidad, Gherkin miró insistentemente a través de los cristales de la puerta.
—¿Cree que debería pedirle a Miley que me acompañe? —preguntó Nick.
Los ojos del alcalde parpadearon.
—Eso es cosa tuya. Si piensas que ella accederá... Muchos hombres la consideran el bien más preciado de todo el condado.
—Ella aceptaría —proclamó Nick, sintiéndose más esperanzado que seguro.
El alcalde lo miró con porte dubitativo.
—Me parece que sobreestimas tus habilidades. Pero si estás tan seguro, entonces supongo que será mejor que no me interponga. Precisamente venía a invitarla para que fuera conmigo. Pero puesto que tú te ocuparás de ella, me retiro. Ya nos veremos esta noche.
El alcalde se dio la vuelta para marcharse, y unos minutos más tarde Nick observaba cómo Miley daba por terminada la sesión. Cerró el libro, y mientras los padres se levantaban del suelo, se sorprendió por lo nervioso que se sentía. ¿Cuándo fue la última vez que había sentido una subida de adrenalina similar?
Algunas madres empezaron a llamar a los pocos niños que no habían estado atentos a la narración, y unos breves momentos más tarde Miley se incorporó al grupo que estaba a punto de abandonar la sala infantil. Cuando vio a Nick, fue directamente hacia él.
—Supongo que estás listo para empezar a examinar los diarios —conjeturó.
—Si todavía te queda tiempo para buscarlos, perfecto, aunque aún no he terminado con los mapas. De todos modos, hay otra cosa de la que quería hablarte.
—¿Ah, sí?
Miley irguió la barbilla ligeramente.
Mientras Nick pensaba en el modo de pedirle que fuera con él a la fiesta, se sintió invadido por una sensación de embriaguez absolutamente extraña.
—El alcalde ha venido para contarme lo de la fiesta de esta noche en la plantación de Lawson, y no está seguro de si seré capaz de encontrar el lugar yo solo, así que me ha sugerido que busque a alguien que sepa llegar hasta allí. Y bueno, ya que tú eres la única persona que conozco en el pueblo, me preguntaba si no te importaría acompañarme.
Durante un larguísimo momento que pareció eterno, Miley no dijo nada.
—¡Cómo no! —exclamó finalmente.
La respuesta cogió a Nick desprevenido.
—¿Cómo has dicho?
—Oh, perdona; no me refería a tu propuesta. Estaba pensando en la forma tan maquiavélica que tiene el alcalde de hacer las cosas. Sabe que evito asistir a eventos como el de esta noche siempre que puedo, a menos que no estén directamente vinculados con la biblioteca. Habrá pensado que le diría que no si él me lo pedía, así que ha urdido un plan para que me lo pidas tú. Y mira por dónde se ha salido con la suya, ya que eso es precisamente lo que acabas de hacer: pedirme que te acompañe porque el alcalde te lo ha dicho.
Nick parpadeó varias veces, intentando comprender el sentido de la disertación que acababa de escuchar, aunque sólo lo logró a medias. ¿Quién había sugerido que él fuera con Miley? ¿El alcalde, o él?
—¿Por qué tengo la terrible sensación de estar en medio de un culebrón?
—Porque lo estás. Se llama vivir en una pequeña localidad sureña.
Perplejo, Nick se quedó callado un momento, y después agregó:
—¿De veras crees que el alcalde ha planeado todo esto?
—Sé que lo ha hecho. De entrada puede parecerte un pobre zoquete, pero tiene la habilidad de conseguir que todos hagan exactamente lo que él quiere, haciéndoles creer que la idea no parte de él sino de ellos. ¿Por qué otra razón crees que todavía te alojas en el Greenleaf?
Nick hundió las manos en los bolsillos y consideró la explicación de Miley.
—Mira, no te preocupes. No tienes que venir. Estoy seguro de que encontraré el lugar yo solo.
Ella se llevó las manos a las caderas y lo miró fijamente.
—¿Me estás diciendo que no quieres que te acompañe?
Nick se quedó paralizado, sin saber qué responder.
—Bueno, sólo pensé que ya que el alcalde...
—¿Quieres que vaya contigo o no? —insistió Miley.
—Claro, pero si tú no...
—Entonces vuélvemelo a pedir.
—¿Cómo has dicho?
—Pídeme que te acompañe esta noche. Pero esta vez sin nombrar al alcalde; y no uses la excusa de que me necesitas para no perderte. Di algo como: «Me encantaría que me acompañaras a la cena esta noche. ¿Te parece bien si paso a recogerte más tarde?».
Nick la miró fijamente, intentando descifrar si ella estaba hablando en serio.
—¿Quieres que diga esas palabras?
—Si no lo haces, interpretaré que es idea del alcalde, y entonces no iré. Pero si tú me lo pides, tiene que ser porque quieras que te acompañe, así que usa el tono adecuado.
Nick se sintió tan nervioso como un chiquillo ante el primer día de escuela.
—Me encantaría que me acompañaras a la cena esta noche. ¿Te parece bien si paso a recogerte más tarde?
Ella sonrió y apoyó la mano en el hombro de Nick.
—Caramba, señor Jonas —gorjeó—. Estaré más que encantada.
Unos minutos más tarde Nick todavía se sentía aturdido, mientras observaba cómo Miley agrupaba los diarios guardados en un arcón cerrado con llave que había en la sala de los originales.
Las mujeres en Nueva York simplemente no le hablaban del modo en que lo hacía ella. No estaba seguro de si Miley había sido razonable o no, o ni una cosa ni la otra. «Vuélvemelo a pedir y usa el tono adecuado.» ¿Qué clase de mujer decía una cosa así? ¿Y por qué diantre le había parecido una petición tan... ocurrente?
No estaba seguro, y de repente, la historia de las luces y la oportunidad de aparecer en televisión le parecieron simplemente unos detalles irrisorios. Mientras seguía contemplando a Miley, sólo podía pensar en la calidez de su mano cuando la había puesto con tanta dulzura sobre su brazo.
Hola personas :B ¿saben? Yo creo que publicaré el cap. 2 de DYWM el 13 :D yes, el martes ^^ x el cumpleaños de Swift :3 wahaha!
Así que aquí es cuando esta historia se pone asdfghjkl buena :D OHSIII. Amarán el resto de la nove <3 :P así como yo la amé cuando la leí :') juro me ponía en los períodos libres en el insti a leer el libro, igual en recreo xD es que es HERMOSA! :D okya... <3
Ayer nació mi sobrinita :B se llama Sofía :') hoy la vi & es taaaaaaaaaaaaan bonita! asdjdhbfghjsdfbgdshjf <3 awnnnn :P & bueno, ya .-. hahaha
Creo que no tengo nada más que decirles .-. así que bye (: las amo, & nunca dejen de creer! :D atte: AIMiller / Nicky AB.
me encanto esta novela espero el siguiente caps
ResponderEliminaresta super buena y ya quiero saber que va a pasar con el triagunlo amoroso!!! de miley nick y joe!!!
TKM
Male :)
me dio demasiada risa lo ultimo! aslhakljdada que bien que habra 1313? xD okno, pero si
ResponderEliminardjashkda sube prontooooooooooooo! y que coincidencia, mi hermana tambien le quiere poner sofia a su hija D: (si es mujer) kajsdhsakd congratulations :D
cuidate mucho c: tq
Me encanto!!! ya quiero saber que sucedera en la cena!!!! xD el otro pronto por fisss
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