Hola chicas. :) sé que tal vez ni siquiera comenten la entrada pero aunque sea quiero que la vean en su escritorio de blogger. :) Las quiero mucho, feliz Nileyvidad & que la pasen súper bien niñas. :D Mi cuenta de Twitter pasó de ser 'NickyandBeatlab' a ser AnnieLovesLeaM, pero sigue siendo la misma. :) Ahora tengo otro blog, es este donde ahora publico algunas cositas. :) no publico novelas completas ni tampoco Niley pero sí pedacitos, para que me den su opinión. :) Las quiero, felices fiestas. x
-AnnieM. / NickyAB.
All that I'm after is a life full of laughter, as long as I'm laughing with you. ♡
lunes, 24 de diciembre de 2012
lunes, 11 de junio de 2012
Happy Niley Day!
Hola mis niñas! Awn, las extraño demasiado. ):
Bueno, les quería escribir esta notita, corta & rápida, porque estoy enferma & me tengo que ir a hacer muuuuuchas tareas si quiero vivir mañana. :S anyways, ah, quieren pastel por la depre Niley? Yo tengo, les doy! Es de sabores & yo lo hice. :D
Me gustaría compartirles esta foto, que es del pastel que yo hice! Se ve delicioso. :D el fondant es hecho de marshmallows(? & es pastel arcoíris, de 4 sabores diferentes: vainilla, naranja, fresa & limón. :D les juro, estoy re enferma, está lloviendo pero eso no me detuvo! Le acabo de ir a comprar las velitas. x) Todo x ustedes, mis hermanas Niley Stayers! :D (PS: me sacaron 20 de 20 en el pastel! wooooo!).
También lo pueden encontrar en este tweet: https://twitter.com/NickyandBeatlab/status/212268236568412160/photo/1
Le puse 6 velitas! :')
Bueno, hermanas! Espero que no se hayan olvidado de mí, porque yo no me he olvidado de ustedes! Las amo, siempre, SIEMPRE las amaré & las recordaré. :')
Oigan, ¿me dan un consejo? Es que estoy asiiiiiiiiiii de regresar con mi ex novio! A ver: él me quiere, yo lo quiero, él quiere estar conmigo, ¿& yo para qué negar que también? Pero tengo miedo de que nos reporten. :S ah re nada que ver. (? ACONSÉJENME! POR FAVOR! D:
Bueno, ah... si les gustaba Don't You Want Me?, la estoy siguiendo! Sólo que en otro blog, ya no es Niley & con otro nombre. Ahora es "So Far From You", aquí. <3 http://welcometothe-blackparade.blogspot.com/ Por si quieren leerlo, claro!
& bueno, tengo que irme a hacer tareas. ): ya les dije, son como 800000000 D: naah, como 6, pero re largas. :S
LAS AMO, NUNCA DEJEN DE CREER, POR NADA DEL MUNDO! El amor verdadero no tiene final feliz, porque el amor verdadero nunca acaba. :')
Las amo mucho...
-AnnieM / NickyAB.
Tal vez les suba una entrada el 20. :] bueno, ese día estoy en exámenes, así que no sé! D: Si no, esta entrada cuenta x 2! ^^
martes, 21 de febrero de 2012
Lo siento.
Hola. Sé que luego de esto querrán matarme. (? &... las entiendo.
Comencemos x aquí: ya no voy a seguir con el blog. No lo voy a cerrar, no voy a eliminarlo ni a eliminar mi cuenta Google ni nada así, simplemente voy a dejarlo ahí. No voy a terminar "Don't You Want Me?", & dudo terminar de subir "True Believer".
Quiero pedirles perdón, pero... ya no tengo tiempo, el instituto me consume, tengo que ganar todas mis clases, sacar mínimo 75 de promedio en todas las clases, obviamente eso incluye matemática también. Tengo que estudiar más que antes.
Quiero que sepan una cosa: no hago esto porque ya no crea en Niley ni nada de eso. Amo a Niley demasiado, es como *-* haaaaaaa :3, & sí, tengo fe en que ellos regresarán algún día. Lo hago porque... tengo que pensar en mi futuro, en mi carrera, en lo que voy a ser en mi vida. Igual, el blog no iba a durar para siempre. Por más que yo quisiera. ):
Me ha tomado mucho tiempo tomar esta decisión (& lloré cuando la tomé :'|) pero honestamente, creo que es lo mejor para mí. Seguiré escribiendo, sí, porque AMO escribir. Pero ahora no quiero estar presionada para escribir, no quiero estar presionada tipo "hace 2 semanas que no subo capítulo!". Simplemente quiero hacerlo porque amo hacerlo.
Ustedes saben que las amo, así, mucho. :3 Gracias a ustedes sé que puedo hacer algo bien, aunque sea una cosa bien. & es una cosa que me gusta hacer. Eso, para mí, significa demasiado. Gracias a ustedes tengo confianza en mí, & wow, no saben. <3 Ustedes siempre significarán mucho para mí, mucho.
Ya no sé qué más decirles, aparte de que espero me comprendan. Plus, quiero saber qué piensan sobre esto. (comenten! :D)
LAS AMO, chicas, en serio, créanme. Nunca podré olvidarlas ni dejarlas atrás. Cuando publique mi libro (publicaré DYWM :D de plano como en 1 año. .-.) las voy a mencionar en mis agradecimientos. :3 tal vez no una x una pero sí, las voy a mencionar. ;)
Espero que no me olviden & que sobre todo, NUNCA DEJEN DE CREER. Niley is true love, & true love never ends, true love lasts forever! :')
Bueno, creo que eso es todo. Esto es muy difícil para mí... renunciar a una parte de mi vida que duró 1 año 3 meses 11 días. )': Por favor, insisto, nunca olviden que LAS AMO demasiado a todas & cada una de ustedes. Nunca las olvidaré, & espero que nunca me olviden a mí. Sobre todo, NUNCA DEJEN DE CREER! Sigan sus sueños hasta donde los lleven, que es lo mejor que pueden hacer.
Esto no es un "adiós". así que...
Hasta pronto. ;) con amor AIMiller / Nicky AB. <3
PS: cuando mi libro salga en unos años, lo compran? (: LOVE YOU ALL! xoxo
domingo, 19 de febrero de 2012
True Believer - Chapter 15
Durante unos segundos ninguno de los dos fue capaz de moverse, hasta que Miley suspiró y apartó la vista. Todavía temblando, levantó la botella de cerveza tímidamente.
—Creo que necesito otra cerveza —dijo con una sonrisa indecisa—. ¿Quieres una?
Nick se aclaró la garganta.
—No, gracias. Ya he cogido otra.
—Vuelvo en un minuto. De paso, echaré un vistazo a la salsa.
Miley se dirigió a la cocina sintiendo un ligero temblor en las piernas, y se detuvo delante de los fogones. La cuchara de madera había dejado una marca de salsa de tomate en la encimera tras asirla para remover el contenido del cazo, y cuando terminó, volvió a colocarla en el mismo sitio. Después abrió la nevera, cogió otra cerveza y la depositó sobre la encimera, junto con las olivas. Intentó abrir el bote, pero sus manos temblorosas no se lo permitieron.
—¿Quieres que te eche una mano? —preguntó Nick.
Miley levantó la vista, sorprendida. No lo había oído entrar, y se preguntó si sus sentimientos eran tan evidentes como ella los sentía.
—Si no te importa...
Nick agarró el bote de olivas, y Miley observó cómo se le tensaban los músculos de los antebrazos mientras forcejeaba con la tapa del bote. Después, él se fijó en la cerveza que descansaba sobre la encimera, la abrió y se la pasó a Miley.
No se atrevió a mirarla a los ojos, ni tampoco a pronunciar ninguna palabra. En el silencio de la estancia, Miley contempló cómo él se apoyaba en la repisa. La luz estaba encendida, pero sin la tenue luz del anochecer que se colaba por las ventanas, parecía como si la luz de la lámpara que colgaba por encima de sus cabezas fuera más suave que cuando habían empezado a cocinar.
Miley tomó un trago de su cerveza, saboreando el gusto, saboreando cada detalle de esa noche: su aspecto, cómo se sentía, y la forma en que él la miraba. Estaba lo suficientemente cerca como para poder tocar a Nick, y por un brevísimo instante tuvo la tentación de hacerlo, pero en lugar de eso, se dio la vuelta y se dirigió a la alacena.
Cogió una botella de aceite de oliva y otra de vinagre balsámico y vertió un poco de ambos contenidos en un cuenco pequeño, luego añadió sal y pimienta.
—Qué olor más delicioso —comentó él.
Cuando Miley terminó de preparar el aliño, tomó el bote de olivas y las vertió en otro cuenco pequeño.
—Todavía queda una hora para la cena —comentó. Hablar parecía mantenerla serena—. Puesto que no esperaba compañía, sólo puedo ofrecerte olivas como aperitivo. Si fuera verano, sugeriría que saliéramos al porche, pero ahora hace demasiado frío. Además, supongo que deberías saber que las sillas de la cocina no son muy cómodas, que digamos.
—Entonces, ¿qué hacemos?
—¿Te parece bien si volvemos a sentarnos en la sala de estar?
Nick pasó delante, se detuvo ante la butaca y cogió la libreta de Doris; vio que Miley depositaba las olivas en la mesita auxiliar y luego intentaba acomodarse en el sofá. Cuando se sentó a su lado, pudo oler el dulce aroma floral del champú que ella había utilizado. Desde la radio les llegaban las notas apagadas de una canción.
—¿Has estado ojeando la libreta de Doris?
Nick asintió.
—Sí, me la ha dejado esta mañana.
—¿Y?
—Sólo he podido echar un vistazo a las primeras páginas. Pero he de admitir que contiene muchos más detalles de los que esperaba encontrar.
—¿Ahora crees que predijo el sexo de todos esos bebés?
—No —contestó él—. Como ya te dije ayer, seguramente Doris sólo anotó los casos en los que acertó.
Miley sonrió.
—¿Y no te has fijado en cómo están escritas esas fichas? Unas veces con lápiz, otras con bolígrafo. A veces incluso se puede intuir que tenía prisa; en cambio, en otras se explaya.
—No digo que la libreta no parezca convincente. Lo único que digo es que no puede predecir el sexo de los bebés con tan sólo coger a alguien por la mano.
—Ya, claro, si tú lo dices...
—No; porque es imposible.
—¿Te refieres a que estadísticamente es improbable?
—No, digo imposible.
—Muy bien, señor escéptico, allá tú. Cambiando de tema, ¿qué tal va tu historia?
Nick empezó a juguetear con la etiqueta de la botella de cerveza, como si pretendiera arrancarla.
—Muy bien. Aunque si me queda tiempo, me gustaría terminar de leer los diarios de la biblioteca, para ver si obtengo alguna anécdota que me sirva para ilustrar la historia.
—¿Has descubierto el motivo?
—Sí. Ahora lo único que tengo que hacer es demostrarlo. Espero que el tiempo se ponga de mi lado y colabore.
—Lo hará. Han dicho que habrá niebla durante todo el fin de semana. Lo he oído por la radio esta mañana.
—Perfecto. Pero la parte negativa es que la solución no resulta tan amena como la leyenda.
—Entonces, ¿ha valido la pena ir hasta Boone Creek?
Nick asintió.
—Sin ninguna duda. No me habría perdido este viaje por nada del mundo —declaró con voz susurrante.
Al oír su tono, Miley comprendió exactamente a qué se refería, y se lo quedó mirando en silencio. Apoyó la barbilla en la mano y estiró una pierna sobre el sofá, complacida con ese ambiente íntimo, con lo deseable que él hacía que se sintiera.
—¿Y cuál es la solución? —preguntó, inclinándose levemente hacia delante—. ¿Puedes darme la respuesta?
La luz de la lámpara a su espalda la rodeaba de un halo difuminado, y sus ojos violetas brillaban debajo de sus oscuras pestañas.
—Prefiero mostrártelo —repuso él.
Miley sonrió.
—Porque esperas que te lleve de vuelta al pueblo, ¿no es así?
—Correcto.
—¿Y cuándo quieres regresar?
—Mañana, si es posible.
Nick sacudió la cabeza, intentando no perder el control de sus sentimientos.
No deseaba echar a perder la velada, pero tampoco quería presionarla demasiado. Lo cierto era que deseaba algo más que rodearla con sus brazos.
—Tengo que ver a Alvin, un amigo. Es un cámara de Nueva York que se ha desplazado hasta el pueblo para realizar una filmación profesional.
—¿Va a ir a Boone Creek?
—Seguramente en estos precisos instantes ya debe de estar llegando al pueblo.
—¿Ahora? ¿Y no deberías estar allí para recibirlo?
—Probablemente —admitió él.
Miley reflexionó sobre lo que él le acababa de contar y pensó en el enorme esfuerzo que él había hecho para llegar hasta Buxton ese día.
—De acuerdo —aceptó finalmente—. Hay un transbordador que sale a primera hora de la mañana. Estaremos en el pueblo a eso de las diez.
—Gracias.
—¿Y piensas filmar mañana por la noche también?
Nick asintió.
—Le he dejado una nota a Alvin indicándole que vaya al cementerio esta noche, pero mañana tendremos que filmar otros puntos del pueblo. Además, todavía existen algunos cabos sueltos que debo resolver.
—¿Y qué pasa con el baile en el granero? Pensé que íbamos a bailar juntos si resolvías el misterio.
Nick bajó la cabeza.
—Si puedo hacerlo, lo haré. Créeme. No hay nada que me apetezca más.
Nuevamente, el silencio se adueñó de la habitación.
—¿Cuándo te marcharás a Nueva York? —preguntó Miley finalmente.
—El sábado. La semana que viene tengo una reunión, así que tendré que irme el sábado.
Miley notó cómo se le encogía el corazón ante la noticia. A pesar de que sabía que tenía que suceder, le dolió escuchar la dura realidad.
—De vuelta a la vida bulliciosa, ¿eh?
Nick sacudió la cabeza.
—Mi vida en Nueva York no es nada glamurosa. Me paso la mayor parte del tiempo trabajando, o bien investigando o bien escribiendo, y te aseguro que son tareas solitarias, incluso diría que a veces pueden resultar demasiado solitarias.
Miley enarcó una ceja.
—No intentes que sienta pena por ti, porque no lo conseguirás.
Él la miró fijamente.
—¿Y si te hablo de la bruja de mi vecina?
—Tampoco.
Nick soltó una carcajada.
—Pienses lo que pienses, no vivo en Nueva York por el bullicio. Vivo allí porque mi familia vive allí, porque me siento cómodo allí. Porque para mí es mi hogar, igual que Boone Creek lo es para ti.
—¿Sois una familia muy unida?
—Sí. Cada fin de semana nos reunimos en Queens, en casa de mis padres, para comer. Mi padre sufrió un ataque al corazón hace un par de años, por lo que tiene que ir con cuidado, pero le encantan esas reuniones familiares. Es muy divertido; la casa adopta un aire similar a un zoo: un puñado de críos corriendo arriba y abajo, mi madre cocinando en la cocina, mis hermanos y sus esposas charlando en el patio que hay en la parte posterior de la casa. Todos viven relativamente cerca entre sí, por lo que se ven con mucha más frecuencia que yo.
Miley tomó otro trago mientras intentaba imaginar la escena
—Parece muy agradable.
—Lo es. Pero a veces resulta duro.
Ella lo miró con curiosidad.
—No te entiendo.
Él se quedó pensativo, haciendo girar la botella entre sus manos.
—A veces yo tampoco lo entiendo —dijo finalmente. Quizá fue la forma en que lo dijo lo que llevó a Miley a quedarse callada. En medio del silencio, lo observó detenidamente, esperando que continuara.
—¿Alguna vez has soñado con alguna cosa, algo que anhelas con locura, y cuando crees que estás a punto de lograrlo, de repente pasa algo y se te escapa de las manos?
—Todo el mundo tiene sueños que no llegan a cumplirse —respondió ella con un tono suave.
Nick se encogió de hombros.
—Sí, supongo que sí.
—No estoy segura de comprender lo que intentas decirme —dijo ella para animarlo a proseguir.
—Hay algo que no sabes de mí —anunció Nick, levantando la cabeza y mirándola fijamente—. De hecho, es algo que jamás he contado a nadie.
Con esa confesión, Miley notó que se le tensaban los hombros.
—Estás casado —dijo, echándose hacia atrás.
Nick sacudió enérgicamente la cabeza. —No.
—Tienes novia en Nueva York, una novia formal.
—Tampoco.
Cuando Nick no dijo nada más, a ella le pareció ver una sombra de duda en su rostro.
—No importa —musitó Miley al final—, tampoco es de mi incumbencia.
Nick volvió a sacudir la cabeza y sonrió.
—Te has acercado en la primera intentona. Estuve casado. Y me divorcié.
Miley había esperado una confesión más terrible; casi se echó a reír de alivio, pero la expresión sombría de Nick la detuvo.
—Se llamaba Selena. Éramos muy diferentes, y nadie entendía qué habíamos visto el uno en el otro. Pero más allá de las apariencias, compartíamos los mismos valores y creencias sobre las cosas importantes en la vida, e incluso nuestro deseo de tener hijos: ella quería cuatro; yo, cinco. —Nick vaciló cuando vio la expresión de Miley—. Sé que son demasiados hijos para los momentos que corren, pero era algo a lo que ambos estábamos acostumbrados; ella también provenía de una familia numerosa, —Realizó una pausa—. Al principio no sospechamos que hubiera ningún problema, pero al cabo de seis meses ella todavía no se había quedado embarazada, así que decidimos someternos a unas pruebas. Ella demostró ser fértil, pero yo no. No nos dieron ninguna razón, ninguna respuesta posible; tan sólo que es una de esas cosas que a veces suceden. Cuando ella lo supo, decidió divorciarse. Y ahora... Quiero decir, amo a mi familia, me encanta pasar los fines de semana con ellos, pero cuando estamos todos juntos, siempre pienso en la familia que jamás llegaré a tener. Sé que puede parecer extraño, pero supongo que deberías comprender lo importante que era para mí, lo mucho que deseaba tener hijos.
Cuando terminó, Miley simplemente se lo quedó mirando, intentando encontrar el sentido a lo que él le acababa de contar.
—¿Tu esposa te abandonó porque descubristeis que no podías tener hijos?
—No en ese mismo instante, pero más tarde sí.
—¿Y los doctores no pudieron hacer nada?
—No. —Nick parecía avergonzado—. Tampoco es que dijeran que era totalmente imposible que yo engendrara un hijo, pero nos dejaron claro que había poquísimas posibilidades de que eso sucediera; vaya, que lo más probable era que nunca sucediera. Y eso fue la gota que colmó el vaso.
—¿Y no os planteasteis adoptar a un niño, o encontrar un donante, o...?
Nick sacudió la cabeza.
—Sé que es fácil pensar que ella actuó de una forma desconsiderada, pero no fue así. Tendrías que conocerla para comprenderlo. Ella creció con el sueño de convertirse en madre. Sus hermanas estaban embarazadas, y ella también lo habría estado, tarde o temprano, de no ser por mí. —Clavó la mirada en el techo—. Durante mucho tiempo, me negué a aceptarlo. No podía creer que fuera estéril, pero lo era. Y sé que suena ridículo, pero después de esa experiencia, me sentí como si le faltara algo a mi masculinidad, como si no fuera digno de estar con una mujer.
Nick se encogió de hombros. Su voz iba adoptando un tono más amargo a medida que proseguía con su declaración.
—Es cierto; podríamos haber adoptado a un niño, o podríamos haber encontrado un donante. Le sugerí todas las posibilidades. Pero a ella no le atraía la idea. Deseaba quedarse embarazada, deseaba experimentar el maravilloso momento de ver nacer a su hijo, un hijo de ella y de su esposo. Después de eso, nuestra relación empezó a hacer aguas. Aunque no sólo fue por ella. Yo también cambié. Empecé a acusar cambios bruscos de humor... Empecé a viajar más a causa del trabajo... No lo sé... Quizá la alejé de mí inconscientemente.
Miley lo observó durante un largo momento.
—¿Por qué me cuentas esas intimidades?
Nick tomó un sorbo de su cerveza y volvió a juguetear con la etiqueta de la botella.
—Quizá sea porque quiero que sepas con quién te metes, saliendo con un tipo como yo.
Tras esas palabras, Miley sintió cómo se sonrojaba irremediablemente. Entonces sacudió la cabeza y desvió la vista.
—No digas cosas que no sientes.
—¿Qué te hace pensar que no lo siento?
En el exterior de la cabaña, el viento empezaba a arreciar con intensidad, y ella escuchó los tonos apagados de las campanitas del móvil de metal que colgaba en la puerta de la entrada.
—Porque no es así. Porque no puedes. Porque no se trata de quién eres, ni tampoco de por qué me lo has contado. Tú y yo... no somos iguales, por más que quieras creer que lo somos. Tú estás allí; yo estoy aquí. Tú tienes una gran familia a la que ves con frecuencia; yo sólo tengo a Doris, y ella me necesita aquí, especialmente ahora, por su delicado estado de salud. A ti te gustan las ciudades; a mí los pueblos pequeños. Te encanta tu trabajo, y yo..., bueno, tengo lo de la biblioteca, y también me encanta. Si uno de los dos se viera forzado a abandonar lo que tiene, lo que hemos elegido hacer con nuestras vidas... —Entornó los ojos—. Sé que algunas personas lo consiguen, pero resulta difícil cuando se trata de consolidar una relación. Me has dicho que la razón por la que te enamoraste de Selena era que compartíais los mismos valores. Pero en nuestro caso, uno de los dos tendría que sacrificarse. Y yo no quiero sacrificarme, ni tampoco creo que sea justo esperar que tú te sacrifiques.
Miley bajó la vista, y en la quietud reinante, él pudo oír el monótono ruido del reloj que coronaba la repisa de la chimenea. La hermosa cara de Miley estaba ahora surcada de arrugas de tristeza, y de repente a Nick le asaltó la terrible sospecha de que estaba a punto de perder toda oportunidad de estar con ella. Se incorporó hacia delante y puso el dedo índice en la mejilla de Miley, obligándola a girar la cara y a mirarlo.
—¿Y qué pasa si yo no lo interpreto como un sacrificio? —dijo él—. ¿Y si te digo que preferiría quedarme contigo en lugar de volver a mi vida de siempre?
El contacto del dedo de Nick le provocó a Miley una sensación eléctrica. Intentando ignorar la impresión, contestó procurando que no se le quebrara la voz.
—Entonces te respondería que he pasado dos días maravillosos contigo, que conocerte ha sido algo increíble. Y que sí, que me encantaría creer que lo nuestro puede funcionar, que me siento agasajada.
—Pero no quieres arriesgarte a ver si funciona o no.
Miley sacudió la cabeza lentamente.
—Nick..., yo...
—No pasa nada. Lo comprendo.
—No —sentenció ella—. No lo comprendes. Has oído lo que te he dicho, pero no me has escuchado. Lo que quería decir era que me encantaría que lo nuestro saliera bien. Eres inteligente y encantador... —Resopló, abatida—. Muy bien, puede que a veces seas demasiado directo...
A pesar de la tensión, Nick no pudo evitar echarse a reír.
Ella continuó, eligiendo cada una de sus palabras con cautela.
—Estos dos últimos días han sido maravillosos; sin embargo, no puedo evitar pensar en ciertas cosas que me pasaron hace años y que me dejaron unas profundas heridas.
Sin perder la calma pero con gran rapidez, Miley le refirió la historia del señor sabelotodo. Cuando terminó, su cara reflejaba el sentido de culpabilidad que la ahogaba.
—Quizá por eso estoy intentando ser lo más práctica posible en esta ocasión. No digo que vayas a desaparecer igual que hizo él, pero ¿eres capaz de asegurarme, con toda franqueza, que seguiremos sintiendo lo mismo el uno por el otro si tenemos que viajar para poder estar juntos?
—Sí —afirmó él con voz solemne—. Te lo aseguro.
Ella pareció entristecerse ante su respuesta.
—Es fácil decirlo ahora, pero ¿qué pasará mañana? ¿Y qué pasará de aquí a un mes?
Fuera de la cabaña, el viento silbaba con fuerza. La arena chocaba contra los cristales, y las cortinas se movían ligeramente mientras el viento intentaba colarse por los resquicios de las viejas ventanas.
Nick miraba a Miley fijamente, reafirmándose una vez más en sus sentimientos hacia ella: sí, la amaba.
—Miley —empezó a murmurar, sintiendo una terrible sequedad en la boca—. Yo...
Como adivinando lo que él le iba a decir, Miley alzó las manos para detenerlo.
—No sigas, por favor. Todavía no estoy lista, ¿de acuerdo? ¿Qué tal si nos dedicamos a saborear la cena? ¿Crees que podemos hacerlo? —Dudó antes de poner con cuidado la botella de cerveza en la mesa—. Será mejor que vaya a echar un vistazo a la salsa.
Con un sentimiento de absoluto abatimiento, Nick la observó mientras ella se levantaba del sofá. Cuando llegó a la puerta de la cocina, Miley se volvió y lo miró a los ojos.
—Y sólo para que lo sepas, creo que tu ex mujer actuó de una forma abominable y que no hace falta que la intentes excusar por su comportamiento injustificable. Uno no abandona a su pareja por una cuestión como ésa, y el que todavía seas capaz de hablar bien de ella confirma que fue ella la que cometió el error. Créeme; sé lo que es ser un buen padre. Tener hijos significa cuidar de ellos, educarlos, quererlos y apoyarlos, y ninguna de esas cosas está vinculada con quién los engendra una noche en una habitación o con la experiencia de estar embarazada.
Miley se dio la vuelta en dirección a la cocina y desapareció, Nick podía oír a Billie Holiday cantando I’lll Be Seeing You en la radio. Con un nudo en la garganta, se levantó para seguirla, consciente de que si no aprovechaba ese momento, quizá nunca más se le presentaría la misma oportunidad. De repente había comprendido que Miley era la razón por la que había ido hasta Boone Creek; Miley era la respuesta que había estado buscando durante tanto tiempo.
Se apoyó en la puerta de la cocina y observó cómo ella colocaba otro cazo en el fuego.
—Gracias por tu sinceridad —musitó él.
—No hay de qué —respondió ella, evitando mirarlo a los ojos
Nick sabía que, en el fondo, aunque intentaba ser fuerte, Miley estaba experimentando las mismas emociones que él, y admiró tanto su pasión como sus reservas. Entonces se decidió a dar un paso hacia ella. Sabía que tenía que correr ese riesgo.
—¿Te puedo pedir un favor? —preguntó Nick—. Ya que quizá no pueda hacerlo mañana —dijo, al tiempo que levantaba la mano—, ¿quieres bailar conmigo ahora?
—¿Aquí? —Ella lo miró perpleja, sintiendo cómo se le aceleraba el corazón—. ¿Ahora?
Sin mediar otra palabra, Nick se le acercó y le cogió la mano, sonriendo, luego se la llevó a la boca y le besó los dedos antes de dejarla en la posición correcta. Después, sin apartar la vista de sus ojos, deslizó el otro brazo alrededor de su espalda y la acercó hacia él con ternura. Mientras Nick empezaba a acariciarle la parte inferior de la espalda con el dedo pulgar y a susurrar su nombre, Miley se dejó llevar, siguiendo el ritmo que él marcaba.
Los dos empezaron a moverse en círculos al son de la lenta melodía, y a pesar de que al principio ella se sintió incómoda, finalmente se relajó y se apoyó en él, perdida en el distintivo aroma que emanaba de su cuerpo. Miley notaba el cálido aliento de Nick en su cuello, y mientras él le recorría lentamente la espalda con su mano, ella entornó los ojos y se apoyó más en él, reclinando la cabeza sobre su hombro y sintiendo cómo se acababan de desvanecer sus últimos intentos de resistencia. Se dio cuenta de que eso era precisamente lo que había deseado desde el principio, y en la diminuta cocina, los dos continuaron moviéndose al son de la música, cada uno perdido en las sensaciones que le provocaba el otro.
Tras las ventanas, las olas continuaban su danza airada, anegando la tierra hasta las dunas. El gélido viento soplaba alrededor de la cabaña, confundiéndose con la noche totalmente oscura. Mientras tanto, la cena se cocía lentamente en el fuego.
Cuando Miley finalmente levantó la cara para mirarlo a los ojos, él la abrazó con dulzura y se inclinó hacia ella para rozar sus labios con los suyos, una vez, y después otra, antes de atreverse a besarla. Se separó un poco de ella para asegurarse de que Miley estaba bien, y acto seguido volvió a besarla. Ella también lo besó y sintió cómo se derretía entre sus brazos. Saboreó su lengua, jugueteando con la suya, su excitante humedad, y le acarició el rostro con la mano, siguiendo el perfil de su mejilla. Nick respondió a la caricia besándola en la mejilla y en el cuello, mordisqueándola con su boca sensual.
Se besaron en la cocina durante un largo rato, saboreándose mutuamente sin prisa ni premura, hasta que Miley finalmente se echó hacia atrás. Apagó el fuego que había detrás de ella y, a continuación, tomó a Nick de la mano y lo condujo hasta su habitación.
Hicieron el amor lentamente. Mientras se movía encima de ella, él susurraba lo mucho que la quería y repetía su nombre como una plegaria. Sus manos no dejaban de moverse, como si quisieran asegurarse de que ella era real. Estuvieron en la cama durante horas, haciendo el amor y riendo silenciosamente, saboreando las caricias con que se colmaban mutuamente.
Varias horas más tarde, Miley se levantó de la cama y se envolvió en un albornoz. Nick se calzó sus vaqueros y fue detrás de ella hasta la cocina, donde terminaron de preparar la cena. Después de que Miley encendiera una vela, él la observó fijamente por encima de la pequeña llama, maravillándose del ligero rubor de sus mejillas, mientras él devoraba la cena más deliciosa que jamás había probado. Comer juntos en la cocina, él sin camisa y ella con nada más que ese delgado albornoz, le parecía incluso más íntimo que cualquier otra cosa que había sucedido esa noche.
Después regresaron otra vez a la cama, y Nick la abrazó con fuerza, satisfecho por el simple hecho de sentir el calor que desprendía su cuerpo. Cuando finalmente Miley se quedó dormida, él la observó dormir. De vez en cuando le apartaba el pelo de los ojos, rememorando la noche, recordando cada detalle, y sabiendo que había encontrado a la mujer con la que quería pasar el resto de su vida.
Nick se despertó justo antes del amanecer y vio que Miley no estaba a su lado. Se sentó en la cama, palpó el edredón como para asegurarse de que estaba solo, y a continuación se incorporó de un salto y se puso los vaqueros. La ropa de Miley continuaba esparcida por el suelo, pero el albornoz que llevaba puesto durante la cena no estaba a la vista. Se alisó los vaqueros con las manos, se estremeció ligeramente al notar el aire fresco y cruzó los brazos mientras se dirigía hacia el pasillo.
La encontró en la butaca que había cerca de la chimenea, con un vaso de leche a su lado, encima de una mesita. Tenía la libreta de Doris en la falda, abierta prácticamente por el principio, pero no la estaba ojeando. En lugar de eso, su mirada estaba perdida en un punto de la oscuridad.
Nick se acercó a ella; al hacerlo, el suelo crujió con sus pasos, y el ruido sacó a Miley de su ensimismamiento. Cuando vio a Nick, sonrió.
—Ah, hola —lo saludó.
Bajo la tenue luz, Nick adivinó que algo no iba bien. Se sentó en el reposabrazos de la misma butaca que ocupaba Miley y la rodeó con su brazo.
—¿Estás bien? —murmuró.
—Sí, no te preocupes.
—¿Qué estás haciendo? Todavía es de noche.
—No podía dormir —se excusó Miley—. Y además, tenemos que estar de pie temprano para no perder el transbordador.
Nick asintió, a pesar de que no estaba absolutamente satisfecho con la respuesta.
—¿Estás enfadada conmigo?
—No.
—¿Te arrepientes de lo que ha sucedido?
—No, no es eso.
No añadió nada más, y Nick la abrazó con más fuerza, deseando creerla. Entonces clavó la vista en la libreta de Doris.
—Es una obra interesante —comentó él, sin querer presionarla más—. Tengo ganas de leerla con detenimiento.
Miley sonrió.
—Hacía tiempo que no la ojeaba. Me trae recuerdos de la infancia.
—¿Y cómo es eso?
Ella dudó unos instantes, luego señaló la página abierta sobre su regazo.
—¿Antes llegaste a esta entrada?
—No —contestó él.
—Léela —le pidió ella.
Nick leyó la entrada rápidamente. En muchos aspectos parecía idéntica a las demás: los nombres de pila de los padres, la edad, de cuántos meses estaba embarazada la mujer, y la confirmación de que el bebé que esperaba sería una niña. Cuando terminó, levantó la cabeza y la miró.
—¿No ves nada interesante? —inquirió ella.
—No estoy seguro de qué es lo que me estás preguntando —admitió él.
—¿Los nombres de Jim y Clarie no te dicen nada?
—No. —Nick estudió su cara—. ¿Acaso deberían?
Miley bajó la vista.
—Eran mis padres —dijo con una voz suave—. Ésta es la entrada en la que Doris predijo que yo sería una niña.
Nick la miró con una enorme curiosidad.
—En eso estaba pensando —continuó—. Creemos que nos conocemos el uno al otro, pero tú ni siquiera sabías los nombres de mis padres. Y yo tampoco sé cómo se llaman los tuyos.
Él sintió que se le empezaba a formar un nudo en el estómago.
—¿Y eso te preocupa? ¿Crees que no nos conocemos lo suficiente?
Acto seguido, ella lo abrazó con una ternura que a Nick le provocó un intenso dolor en el corazón. Se quedaron sentados en la butaca durante un largo rato, abrazados, mientras ambos deseaban en silencio que el tiempo se detuviera y les permitiera quedarse en ese dulce momento para siempre.
Nonono, van a matarme, lo sé. ;) bueno, creo que eso es todo. ._. quise subirles los 2 caps. estos juntos xq ohsiii. Al fin me abrió el internet explorer! No me gusta editar en el Firefox ni en el Chrome. Esta es una de las últimas entradas. ): bueno...
THE JONAS BROTHERS ARE BACK!!!!!! SDJHGFHBASUKDGHJFHBSWUIFGHJSWUIDFHJKKLASDJFHIASDHJKGFB
ASDHJFGBSDHSDJAFGNHSDKAFHJHSDNILFUKHJSDNIFHJKJSDIUFHJNS
DIFUHJSDUIFYWEHUIFTYHJSDHJFGHSDUIFJKHSDNJFKHBDNSFHJGKAS
NDLIJFKGHSDAILFUKJHWERUIFJHKDSFN!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! *fangirleando*.
Ustedes saben que las amo MUCHO! Así de mucho, mucho, demasiado. :'3 son una parte muuuuuuuy importante para mí. <3 :') nunca las olvidaré. <3
Las amo, NUNCA DEJEN DE CREER! ;) & NILEY FOREVER, OHSIII. :'D atte: AIMiller / Nicky AB.
True Believer - Chapter 14
Miley pestañeó varias veces seguidas para confirmar que no estaba soñando. No, no podía ser él, simplemente porque él no podía estar allí. La idea le parecía tan descabellada, tan inesperada, que se sintió como si estuviera presenciando la escena a través de los ojos de otra persona.
Nick sonrió cuando depositó su bolsa de viaje en el suelo.
—¿Sabes? No deberías mirarme de ese modo tan descarado —dijo él—. A los hombres nos gustan las mujeres que saben comportarse con más sutileza.
Miley continuaba mirándolo, estupefacta.
—Eres... tú —acertó a pronunciar.
—Soy yo —asintió Nick con un movimiento de la cabeza.
—Estás... aquí.
—Estoy aquí —volvió a asentir.
Ella lo observó fijamente bajo la tenue luz del atardecer, y Nick pensó que Miley era incluso mucho más guapa de cómo la recordaba.
—¿Qué estás...? —Miley se quedó dubitativa, intentando encontrar el sentido a su repentina aparición—. Quiero decir, ¿cómo has conseguido...?
—Es una larga historia —admitió él. Ella no hizo ningún gesto para aproximarse a él, y Nick señaló con la cabeza hacia el faro—. ¿Así que éste es el faro donde se casaron tus padres?
—Vaya, recuerdas ese detalle.
—Lo recuerdo todo —dijo él, dándose un golpecito en la sien—. Es cuestión de activar algunas neuronas aquí arriba y ya está. ¿Dónde se casaron exactamente?
Nick hablaba con un tono relajado, como si se tratara de la situación y de la conversación más normal del mundo, lo cual sólo consiguió incrementar la sensación de surrealismo que sentía Miley.
—Ahí —respondió ella, señalando con un dedo—, al lado del océano, cerca de donde rompen las olas.
—Debió de ser una ceremonia preciosa —comentó él, mirando hacia esa dirección—. Todo esto es precioso. Ahora entiendo por qué estás enamorada de este lugar.
En lugar de responder, Miley soltó un prolongado suspiro, intentando contener sus emociones turbulentas.
—¿Qué haces aquí, Nick?
El tardó unos instantes en responder.
—No sabía si regresarías, así que pensé que si quería volver a verte, lo mejor que podía hacer era venir a buscarte.
—Pero ¿por qué?
Nick continuó con la mirada fija en el faro.
—Tenía la impresión de que no me quedaba ninguna otra alternativa.
—Me parece que no te entiendo.
Nick observó sus propios pies, luego levantó la vista y sonrió como si pretendiera excusarse.
—Para serte sincero, me he pasado prácticamente todo el día intentando entenderlo yo también.
Mientras seguían cerca del faro, el sol empezó a ocultarse tras la línea del horizonte, confiriendo al cielo unas tonalidades grises. La brisa, húmeda y fría, barría la superficie de la arena y empujaba suavemente la espuma de las olas en la orilla.
En la distancia, una figura embutida en una enorme chaqueta oscura daba de comer a las gaviotas, lanzando trozos de pan al aire. Mientras Miley la observaba, de repente sintió cómo la fuerte impresión que había tenido al ver aparecer a Nick empezaba a disiparse. En cierta manera deseaba enfadarse con él por haber ignorado su deseo de estar sola, aunque por otro lado se sentía más que adulada de que él hubiera venido. Avery jamás habría salido en su busca, ni tampoco el señor sabelotodo. Ni siquiera Joe sería capaz de hacer una cosa así, y tan sólo diez minutos antes, si alguien le hubiera sugerido que Nick vendría a buscarla, ella se habría echado a reír ante la ocurrencia. En cambio, empezaba a darse cuenta de que Nick era distinto a todos los hombres que había conocido hasta entonces, por lo que nada de lo que hiciera debería sorprenderle.
A lo lejos los caballos habían empezado a retirarse, comiendo la hierba que encontraban a su paso mientras desaparecían lentamente detrás de la duna. La neblina proveniente del mar empezaba a avanzar hacia la costa, confundiendo el mar con el cielo. Las golondrinas escarbaban la arena en la orilla, moviendo sus larguiruchas patas rápidamente en busca de pequeños crustáceos.
En medio del silencio imperante, Nick se llevó ambas manos a la boca e intentó calentarlas con una bocanada de aire, pues empezaban a dolerle del frío.
—¿Estás enfadada porque he venido? —preguntó finalmente.
—No —respondió ella—. Estoy sorprendida, pero no enfadada.
Él sonrió, y Miley también relajó los músculos de la cara.
—¿Cómo has conseguido llegar hasta aquí?
Nick hizo una señal con la cabeza en dirección a Buxton.
—He convencido a un par de pescadores que venían hacia aquí para que me dejaran subir a su barca. Me han dejado en el puerto.
—¿Te han dejado subir a su barca sin más?
—Así es.
—Pues has tenido mucha suerte. Los pescadores suelen ser personas muy ariscas.
—Seguramente, pero al fin y al cabo, no son más que personas. Aunque no me considere un experto en psicología, creo que todo el mundo, incluso los desconocidos, puede notar la sensación de urgencia en una petición, y la mayoría de la gente reacciona del modo debido. —Carraspeó unos instantes antes de proseguir—. Pero cuando he visto que eso no funcionaba, les he ofrecido dinero.
Miley sonrió socarronamente ante su confesión.
—Deja que lo averigüe —dijo ella—. Te han timado, ¿no?
Nick esbozó una mueca de corderito.
—Bueno, supongo que eso depende de cómo se mire. No me ha parecido demasiado dinero para darme un paseíto en barco...
—Hombre, es más que un paseíto. Sólo con el gasto de gasolina ya resulta caro. Y luego está el trajín del barco...
—Sí, lo mencionaron.
—Y además, hay que agregar el tiempo que han dedicado esos hombres y el que, irremediablemente, mañana tendrán que salir a faenar antes de que amanezca.
—Sí, también mencionaron eso.
A lo lejos, los últimos caballos desaparecieron detrás de la duna.
—Y sin embargo, has venido.
Nick asintió, tan sorprendido como ella.
—Pero me dejaron claro que sólo era un viaje de ida, no de vuelta. No pensaban esperarme, por lo que supongo que tendré que quedarme aquí.
Miley enarcó una ceja.
—¿De veras? ¿Y cómo piensas regresar?
Nick puso cara de travieso.
—Te contaré un secreto: conozco a alguien que está pasando unos días aquí, y mi intención es recurrir a mi encanto personal y convencerla para que me lleve de vuelta.
—¿Y qué pasa si mi intención es quedarme varios días, o si te respondo que te las apañes tú sólito?
—Todavía no me he planteado esa posibilidad.
—¿Y dónde piensas alojarte mientras estés aquí?
—Tampoco he pensado en esa cuestión.
—Por lo menos eres franco —dijo ella, sonriendo—. Pero dime, ¿qué habrías hecho si yo no hubiera estado aquí?
—¿A qué otro sitio habrías ido?
Ella desvió la vista, y le gustó que él se acordara de lo que le había contado sobre ese lugar. A lo lejos vio las luces de un barco rastreador, que avanzaba de forma tan lenta que prácticamente parecía que estuviera estático.
—¿Tienes hambre? —preguntó Miley.
—La verdad es que sí; no he comido nada en todo el día.
—¿Quieres cenar?
—¿Conoces algún sitio agradable?
—Estoy pensando en uno en particular.
—¿Aceptan tarjetas de crédito? Es que he usado todo el dinero en efectivo que llevaba encima para poder llegar hasta aquí.
—Estoy segura de que podremos arreglar esa cuestión de un modo u otro.
Se alejaron del faro, bajaron hasta la playa y empezaron a caminar sobre la arena compacta cerca de la orilla. Había un espacio entre ellos que ninguno de los dos parecía querer invadir. En lugar de eso, y con la punta de la nariz roja por el frío, continuaron avanzando como autómatas hacia el lugar que parecían predestinados a compartir.
En silencio, Nick recordó mentalmente su periplo hasta allí, y sintió una punzada de culpabilidad por Nate y por Alvin. No había podido realizar la llamada telefónica —no había cobertura mientras cruzaba el Pamlico Sound—, por lo que pensó que intentaría llamar tan pronto como pisara tierra firme, a pesar de que no tenía ganas de hacerlo. Suponía que Nate llevaba bastantes horas con los nervios de punta, soñando con la esperada llamada para estallar loco de alegría, pero Nick había pensado en sugerir una reunión con la productora para la semana siguiente, en la que les presentaría todo el material completo: la filmación y el esbozo de la historia; una idea que, suponía, no casaba en absoluto con la intención que Nate llevaba sobre la conferencia. Y si eso no era suficiente para aplacarlos, si por no realizar una llamada arriesgaba su próspero futuro laboral, entonces no estaba seguro de que quisiera trabajar en televisión, después de todo.
Y Alvin... Bueno, con él todo era más fácil. Nick no conseguiría regresar a Boone Creek esa noche —había llegado a esa conclusión cuando los pescadores lo dejaron en el puerto—, pero Alvin siempre llevaba el móvil encima, así que le explicaría lo que sucedía. A Alvin no le haría ninguna gracia trabajar solo esa noche, pero seguramente mañana ya se le habría pasado el enfado. Alvin era una de esas pocas personas que tenía la habilidad de no permitir que ningún tema le quitara el sueño más de veinticuatro horas seguidas.
Siendo honesto consigo mismo, Nick admitió que en ese momento la reacción de Nate y Alvin le traía sin cuidado. Lo único que le importaba era que se hallaba paseando con Miley por una playa desierta en medio de la nada, y mientras la brisa marina le acariciaba la cara, sintió que, sutilmente, ella deslizaba su brazo hasta entrelazarlo con el suyo.
Miley lo guió hasta arriba de los deformados peldaños de madera del viejo bungaló y colgó la chaqueta en el perchero que había detrás de la puerta. Nick hizo lo mismo, y también colgó su bolsa. Mientras ella se adentraba en el comedor, Nick la observó y nuevamente pensó que era muy hermosa.
—¿Te gusta la pasta? —le preguntó, sacándolo de su ensimismamiento.
—¿Bromeas? Me crié comiendo pasta a todas horas. Mi madre es italiana.
—Perfecto, porque eso es lo que pensaba preparar.
—¿Cenaremos aquí?
—Supongo que no nos queda otra alternativa —profirió ella por encima del hombro—. Estás sin blanca, ¿recuerdas?
La cocina era pequeña, con la pintura de color amarillo pálido que empezaba a despuntar por las esquinas donde el papel con motivos florales había comenzado a pelarse, y con los armarios desconchados. Debajo de la ventana Nick divisó una mesita pintada a mano. En las estanterías destacaban las bolsas en las ella había traído las provisiones, y Miley sacó de una de ellas una caja de cereales y una barra de pan. Desde su posición cerca del fregadero, Nick estudió su bonita silueta cuando ella se puso de puntillas para guardar la comida en un armario.
—¿Necesitas que te eche una mano? —preguntó él.
—No, ya está, gracias —contestó Miley al tiempo que se daba la vuelta. Se alisó la camisa con ambas manos y asió otra bolsa de la que tomó dos cebollas y dos latas grandes de tomates San Marzano—. ¿Quieres beber algo mientras preparo la cena? En la nevera encontrarás un paquete de seis latas de cerveza, si te apetece.
Sorprendido, Nick abrió los ojos exageradamente.
—¿Tienes cervezas? Pensaba que no bebías.
—No suelo beber.
—Pues para tratarse de alguien que no bebe, seis cervezas pueden resultar ciertamente dañinas. —Sacudió la cabeza antes de continuar—. Si no te conociera, pensaría que este fin de semana tenías intención de emborracharte.
Miley le lanzó una mirada mordaz, aunque al igual que el día anterior, su semblante revelaba que lo hacía más en broma que enojada.
—Con seis cervezas tengo para todo un mes. Bueno, ¿quieres una o no?
Él sonrió, aliviado al ver que ella adoptaba un tono más familiar.
—Sí, me gustaría tomarme una, gracias.
—¿Te importa cogerla tú mismo? Tengo que preparar la salsa.
Nick abrió la nevera y separó dos botellas de Coors Light del paquete de cervezas. Abrió una y luego la otra antes de ponerla delante de ella. Miley se quedó mirando la botella y se encogió de hombros.
—Lo siento, pero es que no me gusta beber solo —se excusó él.
Nick levantó la botella para hacer un brindis, y Miley lo imitó. Chocaron los cascos de las botellas sin pronunciar ni una palabra, después él se apoyó en la encimera al lado de ella y cruzó una pierna por encima de la otra.
—Sólo para que lo sepas, se me da muy bien trocear las verduras; lo digo por si necesitas ayuda.
—Lo recordaré —repuso Miley.
Él sonrió.
—¿Cuánto hace que este lugar pertenece a tu familia?
—Mis abuelos lo compraron después de la segunda guerra mundial. En esa época ni siquiera existía una carretera en toda la isla. Tenías que conducir a través de la arena para llegar hasta aquí. Hay algunas fotos en el comedor en las que se puede apreciar cómo era este lugar en esos años.
—¿Te importa si les echo un vistazo?
—No, adelante. Yo continuaré preparándolo todo. El baño está al final del pasillo, por si te apetece asearte un poco antes de cenar. Está en la habitación de invitados, a la derecha.
Nick se fue hasta el comedor y examinó las fotos de la vida rústica en la isla, entonces se fijó en la maleta de Miley cerca de la butaca. Tras dudar unos instantes, la agarró y se la llevó hasta el final del pasillo. A mano izquierda vio una habitación aireada con una enorme cama sobre un pedestal, coronada por un edredón con dibujos de conchas marinas. Las paredes estaban decoradas con fotos adicionales de la Barrera de Islas. Supuso que ésa era la habitación de Miley y depositó la maleta justo detrás de la puerta.
Cruzó el pasillo y entró en la otra habitación. Estaba decorada con motivos náuticos, y las cortinas de color azul marino le conferían un agradable contraste con las mesitas y la cómoda de madera. Mientras se descalzaba y se quitaba los calcetines sentado en uno de los extremos de la cama, se preguntó cómo se sentiría al dormir allí esa noche, al saber que Miley estaba sola al otro lado del pasillo.
Se dirigió al lavabo, se miró en el espejo ubicado encima del lavamanos e intentó acicalarse el pelo despeinado con las manos. Tenía la piel cubierta por una fina capa de sal y, después de lavarse las manos, se echó agua en la cara. En cuestión de segundos empezó a sentirse mejor, acto seguido regresó a la cocina y escuchó las notas melancólicas de la canción de los Beatles Yesterday, provenientes de una pequeña radio que descansaba en la repisa de la ventana.
—¿Seguro que no necesitas ayuda? —se ofreció él de nuevo.
Al lado de Miley había un bol de ensalada de tamaño mediano con tomates cuarteados y olivas. Ella estaba ocupada lavando la lechuga y señaló las cebollas.
—Casi ya he terminado con la ensalada, ¿te importaría pelar las cebollas?
—Claro que no. ¿Quieres que también las corte a dados?
—No, sólo pélalas. Encontrarás un cuchillo en ese cajón de ahí abajo.
Nick sacó un cuchillo afilado y se afanó con las cebollas que había encima de la encimera. Por un momento, los dos trabajaron sin hablar mientras escuchaban la música. Cuando ella terminó con la lechuga y la apartó a un lado, intentó ignorar el cosquilleo que le provocaba el estar tan cerca de él. Sin embargo, no pudo evitar observarlo con el rabillo del ojo, y admirar su gracia natural, junto con un primer plano de sus caderas y de sus piernas, de sus hombros fornidos y de sus angulosos pómulos.
Nick cogió una cebolla pelada, sin darse cuenta de lo que ella estaba pensando.
—¿Está bien así?
—Perfecto.
—¿Seguro que no quieres que la corte a dados?
—No; si lo haces, echarás a perder la salsa, y eso es algo que jamás te perdonaría.
—Pero si todo el mundo corta las cebollas a dados. Mi madre italiana lo hace así.
—Pues yo no.
—¿Así que piensas echar esta oronda cebolla entera en la salsa?
—No, hombre. Primero la cortaré por la mitad.
—¿Me dejas que la parta, por lo menos?
—No, gracias. No me gustaría darte demasiado trabajo. —Miley sonrió—. Y además, soy la cocinera, ¿recuerdas? Tú dedícate a observar y a aprender. De momento considérate el... pinche de cocina.
Nick la miró fijamente. La temperatura en la cabaña era agradable; la cara de Miley ya no estaba sonrosada por el frío, sino que su piel mostraba un brillo fresco y natural.
—¿El pinche de cocina?
Ella se encogió de hombros.
—Mira, me parece muy bien que tu madre sea italiana, pero yo me he criado con una abuela que tenía el defecto de probar cualquier receta de cocina que cayera en sus manos.
—¿Y por eso te consideras una experta?
—Yo no, pero Doris sí que lo es, y durante mucho tiempo fui su pinche de cocina. Aprendí a través de osmosis, y ahora te toca a ti.
Nick cogió otra cebolla.
—Y dime, ¿por qué es tan especial esta receta? Aparte de que incluye cebollas del tamaño de una pelota de béisbol.
Miley cogió la cebolla pelada y la partió por la mitad.
—Puesto que tu madre es italiana, estoy segura de que habrás oído hablar de los tomates de San Marzano.
—Claro. Son tomates, de San Marzano.
—Qué ingenioso. Para que te enteres, son los tomates más dulces y sabrosos que existen, especialmente en salsas. Ahora mira y aprende.
Miley asió un cazo que había dentro del horno y lo dejó a un lado, entonces encendió el gas y colocó una cerilla en el borde de uno de los fogones. La llama azul tomó vida, y después depositó el cazo vacío encima del quemador.
—He de admitir que me estás dejando impresionado —dijo Nick en tono burlón, mientras terminaba de pelar la segunda cebolla y la apartaba a un lado. Agarró su cerveza y volvió a apoyarse en la encimera—. Deberías de montar tu propio programa de cocina por televisión.
Sin prestarle atención, Miley vertió el contenido de las dos latas de tomate en el cazo, luego agregó una cucharada de mantequilla a la salsa. Nick echó un vistazo por encima del hombro de Miley y vio cómo la mantequilla empezaba a derretirse.
—Muy saludable —comentó él—. Mi médico siempre me dice que de he añadir un poco de colesterol a mi dieta.
—¿Sabías que muestras una desagradable tendencia a ser sarcástico?
—Eso me han dicho —respondió él, levantando su botella—. De todas maneras, gracias por recordármelo.
—¿Has acabado de pelar la otra cebolla?
—Sí, soy un pinche de cocina la mar de eficiente —proclamó al tiempo que le pasaba la segunda cebolla.
Miley la partió en dos y luego echó las cuatro mitades en la salsa. Removió el contenido del cazo unos instantes con una cuchara de madera y esperó hasta que la salsa empezó a hervir, después bajó el fuego.
—Muy bien. Esto es todo, de momento. Estará listo de aquí a una hora y media —anunció ella, satisfecha.
Se dirigió al fregadero y se lavó las manos. Nick echó otro vistazo al cazo y frunció el ceño.
—¿Ya está? ¿Sin ajo? ¿Sin sal ni pimienta? ¿Sin salchichas? ¿Sin albóndigas?
Ella sacudió enérgicamente la cabeza.
—Sólo consta de tres ingredientes. Luego coceré la pasta, la mezclaré con la salsa y le echaré parmesano fresco rallado por encima.
—Pues no es una receta muy italiana, que digamos.
—Te equivocas. Es la forma como han preparado la pasta durante cientos de años en San Marzano, que, por si no lo sabías, es una población de Italia. —Le dio la espalda para secarse las manos con un trapo de cocina—. Como nos queda tiempo, me dedicaré a limpiar todo esto antes de la cena, lo cual significa que estarás solo durante un rato.
—No te preocupes por mí. Ya pensaré en algo para no aburrirme.
—Si te apetece, puedes ducharte. Ahora mismo te traigo una toalla.
Nick todavía sentía la sal en el cuello y en los brazos, por lo que sólo necesitó un instante para aceptar la oferta.
—Perfecto. Una ducha me sentará de maravilla.
—Dame un minuto para que te prepare las cosas, ¿vale?
Miley sonrió y agarró su cerveza. Después abandonó la cocina con la sensación de tener la mirada de Nick clavada en sus caderas, y se preguntó si él se sentía tan turbado como ella.
Al final del pasillo, abrió la puerta del armario, tomó un par de toallas y depositó una encima de la cama de Nick. Debajo del lavamanos del lavabo de la habitación de invitados había varios champús y una nueva pastilla de jabón, que Miley dispuso en la repisa de la bañera. Se miró un momento en el espejo y se imaginó a Nick envuelto en una toalla después de tomar una ducha. La imagen le provocó cierta agitación. Lanzó un prolongado suspiro, sintiéndose como una adolescente de nuevo. Entonces escuchó la voz de él.
—¿Miley? ¿Dónde estás?
—En el baño —respondió ella, sorprendida por el tono tranquilo de su propia voz—. Me estoy asegurando de que tienes todo lo que necesitas.
Nick se plantó a su espalda.
—¿Por casualidad no tendrás una maquinilla de afeitar desechable en uno de esos armarios?
—No, lo siento. Miraré en mi cuarto de baño, pero creo que...
—Oh, no te preocupes —la interrumpió al tiempo que se pasaba la mano por encima de la barbilla—. Bueno, esta noche estaré un poco desaliñado.
Miley se dijo que no le importaba que estuviera desaliñado y, sin saber por qué, notó cómo se ruborizaba. Rápidamente se dio media vuelta para que Nick no se percatara de su azoramiento y empezó a ordenar los champús.
—Puedes usar el que quieras. Y recuerda que el agua caliente tarda un poco en salir, así que ten paciencia.
—De acuerdo. ¿Te importa si uso el teléfono? Tengo que hacer un par de llamadas.
Ella asintió con la cabeza.
—El teléfono está en la cocina.
Al pasar por su lado, no pudo evitar rozarlo a causa del reducido espacio que había en el cuarto de baño, y nuevamente sintió cómo él la observaba por detrás, si bien prefirió no darse la vuelta para confirmar sus sospechas.
En lugar de eso, Miley se dirigió a su habitación, cerró la puerta y se apoyó en ella, sintiéndose avergonzada por los pensamientos tan ridículos que la asaltaban. No había pasado nada, y no sucedería nada, se dijo una y otra vez. Cerró la puerta con llave, con la esperanza de que su acción fuera suficientemente simbólica como para bloquear sus pensamientos. Y funcionó, al menos durante unos instantes, hasta que vio su maleta, la que Nick había traído unos minutos antes.
Al pensar que él había estado en su habitación, se puso todavía más nerviosa, interpretándolo como un anticipo de lo que podría suceder. Cerró los ojos e intentó mantener la mente en blanco, pero al final no le quedó más remedio que aceptar que se había estado engañando a sí misma durante todo ese tiempo.
Nick regresó a la cocina después de la ducha tonificante y olió el delicioso aroma de la salsa que se cocía lentamente en el fuego. Apuró la cerveza, encontró el cubo de basura debajo del fregadero y tiró la botella, luego sacó otra de la nevera. En el estante inferior divisó un trozo de parmesano fresco y un bote de olivas Amfiso sin abrir, y por unos momentos tuvo la tentación de abrir el bote y tomar una, pero se contuvo.
Localizó el teléfono, marcó el número de la oficina de Nate y la secretaria lo pasó inmediatamente con el jefe. Durante los primeros veinte segundos, tuvo que mantener el aparato alejado de la oreja para no oír todo el sermón airado de Nate, pero cuando finalmente éste se calmó, reaccionó positivamente ante la sugerencia de Nick de mantener una reunión la semana siguiente. Nick concluyó la llamada con la promesa de que volvería a llamarlo a la mañana siguiente.
Con Alvin, sin embargo, no tuvo suerte. Después de marcar su número, escuchó el contestador del buzón de voz. Entonces esperó un minuto, volvió a intentarlo y de nuevo apareció el contestador. El reloj de la cocina marcaba casi las seis, y Nick imaginó que en esos momentos Alvin debía de estar probablemente conduciendo en dirección a Boone Creek. Deseó poder hablar con él antes de que su amigo saliera a cenar.
Sin nada más por hacer y con Miley todavía fuera de vista, Nick decidió salir al porche que había en la parte trasera de la cabaña. El frío empezaba a ser más que notable. El gélido viento soplaba con fuerza, y a pesar de que no podía ver el océano, le llegaba el rumor de las olas. Se sintió acunado por esa grácil cadencia hasta que prácticamente entró en un estado de trance.
Al cabo de un rato regresó a la sala de estar, que ahora se encontraba prácticamente a oscuras. Echó un vistazo al pasillo y vio un pequeño halo de luz por debajo de la puerta de la habitación de Miley. Sin saber qué hacer a continuación, encendió una lamparita que había cerca de la chimenea. La estancia se inundó de sombras, y Nick se dedicó a ojear los libros apilados encima del mantel hasta que se acordó de la libreta de Doris. Con las prisas por llegar hasta allí, se había olvidado por completo de ese material. Abrió su bolsa de viaje, cogió la libreta y se acomodó en la butaca. Al sentarse, notó cómo la tensión que sentía en los hombros desde hacía muchas horas se desvanecía lentamente.
En esos instantes lo invadió una fantástica sensación de placer, y pensó que la vida debería ser siempre así.
Un poco antes, cuando Miley oyó que Nick cerraba la puerta de la habitación de invitados, se acercó a la ventana y tomó un trago de su cerveza, contenta de tener algo con que calmar sus nervios.
Los dos habían mantenido una conversación superficial en la cocina, manteniendo la distancia para no sentirse incómodos. Sabía que debería continuar comportándose de ese modo cuando saliera de la habitación, pero mientras dejaba la botella de cerveza a un lado, se dio cuenta de que ya no deseaba continuar manteniendo la distancia.
A pesar de que era consciente de los riesgos, la forma de comportarse de Nick la había seducido —la sorpresa al verlo caminar por la playa hacia ella, su sonrisa fácil y su pelo despeinado, la mirada nerviosa y traviesa—; en esos instantes, él se había comportado al mismo tiempo como el hombre que ella conocía y como el hombre que aún no conocía. Aunque se negó a admitirlo en ese momento, ahora se daba cuenta de que ansiaba conocer la parte de él que todavía permanecía oculta, fuera lo que fuese, sin temor a lo que pudiera descubrir.
Dos días antes no habría ni soñado que pudiera sucederle algo similar, especialmente con un hombre al que casi no conocía. Ya había salido escaldada de más de una relación amorosa, y ahora se daba cuenta de que había evitado otras posibles situaciones dolorosas escudándose en la seguridad que le confería la soledad. Pero vivir una vida libre de riesgos no era precisamente vivir, y si tenía que cambiar, lo mejor era empezar cuanto antes. Después de ducharse, se sentó en el extremo de la cama, abrió la cremallera de la maleta y sacó un frasco de loción. Se aplicó un poco en las piernas y en los brazos y se masajeó los pechos y la barriga, saboreando la vitalidad que le transmitía en la piel.
No había traído ropa delicada; en sus prisas por abandonar el pueblo por la mañana, había agarrado lo primero que había encontrado en el armario. Rebuscó por la maleta hasta que encontró sus vaqueros favoritos. Estaban completamente desgastados, rasgados por las rodillas y por la parte de los talones. Pero de tanto lavarlos, el tejido se había vuelto más flexible y suave, y era consciente de que esos viejos vaqueros se adaptaban perfectamente a los contornos de su figura, acentuando sus formas. Al pensar que Nick se fijaría en ese detalle, se sintió emocionada como una quinceañera.
Se puso una camisa blanca de manga larga, sin introducirla en los pantalones por la cintura sino dejándola suelta, y luego la arremangó hasta los codos. Se plantó delante del espejo y se abrochó todos los botones menos uno que normalmente solía abotonarse, dejando entrever la parte superior del escote.
Se secó el pelo con un secador y se peinó con cuidado; luego le tocó la hora al maquillaje: se aplicó un leve toque de sombra en las mejillas, se perfiló los ojos con un lápiz delineador y se retocó los labios con una barra de carmín. Deseó tener un poco de perfume a mano, pero no había nada que pudiera hacer al respecto.
Cuando estuvo lista, se alisó la camisa delante del espejo en un intento de estar impecable, y se sintió satisfecha con su aspecto. Sonriendo, trató de recordar la última vez que había puesto tanto empeño en estar guapa.
Nick se hallaba sentado en la butaca, con las piernas cruzadas, cuando Miley entró en la sala. Levantó la vista y, por un momento, pareció que iba a decir algo, pero se quedó mudo, contemplándola.
Incapaz de apartar la vista de Miley, de repente comprendió por qué había sido tan importante para él volverla a ver. No le quedaba otra alternativa; sabía que estaba completamente enamorado de esa mujer.
—Estás... guapísima —logró susurrar finalmente con una voz ronca.
—Gracias —respondió ella, sintiéndose súbitamente presa de una emoción incontenible.
Sus miradas se encontraron; ninguno de los dos desvió la vista, y en ese instante, Miley comprendió que el mensaje que se reflejaba en los ojos de Nick era el suyo.
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